Antonio Díaz Mola (Málaga, 1994) obtuvo el accésit del último premio Adonáis con el libro El aire dividido (Adonáis, Rialp, 2024). Es un libro muy interesante tanto en el fondo como en la forma, como no puede ser de otro modo en poesía en concreto y en la literatura en general. Aunque aquí hay que subrayarlo.

Díaz Mola «tiene verso», como pedía a los poetas Ramón Gaya. Esto es, el don de la música y la significación fundidas. Y conoce muy bien nuestra tradición, o sea, que tiene lecturas, que va a haber que empezarlas a pedir tal y como están las cosas, que antes se daba por sentado, pero ya no. Hay en este libro mucho Neruda de las Odas Elementales, pero también hay Julio Martínez Mesanza [«Visita a un museo de espadas»] y Borges. Son influencias diversas y casi contrapuestas, pero que —he aquí la originalidad del buen discípulo— se aúnan en la voz propia del poeta.

El exquisito cuidado formal nunca es pedante ni excesivo, ni siquiera en las dos sextinas, aunque yo hubiese dejado sólo la primera. Porque el valor de una sextina es saber hacerla y se le puede aplicar el famoso refrán: «Pescador que pesca un pez/ pescador es». Con todo, ni la segunda, menos cuajada, desentona.

La materia del libro se merece tanto cuidado. Es el sexo, enseguida sublimado, para fundirse con el amor, que termina alzándose a infinito y eternidad. Y todo fluye: un sexo enamorándose y un amor eternizándose y vuelta: una eternidad encarnada. La celebración termina siendo cósmica, sin dejar de ser urbana ni íntima. La bellísima dedicatoria: «Para Patricia Díaz Arcos, que ha confiado en mí más de lo que yo he podido», una vez leído el libro, todavía es más bonita. Pasa igual con la solapa, que dice que estamos ante «un referente espléndido de la más ardorosa poesía de índole conyugal». No se habla casi nada de matrimonio en todo el libro, pero es verdad. Díaz Mola tiene verso y nosotros los recortamos: