Sería un poco raro que siendo yo (al menos cuantitativamente) articulista, no dedicase ningún barbero a un columnista de mérito. ¿Camba, González Ruano, don José María Pemán? Por supuesto, por supuesto. Pero arriesgaré un poco más. Y hablaré de un contemporáneo, que tiene más morbo.

 

Lo que tiene Martínez Zarracina es mucha gracia. Qué tío. Lo demuestra en cada uno de los artículos recogidos en Es muy raro todo esto (Pepitas de Calabaza, 2015). Según consta en la solapa, «nació en Bilbao, es de Bilbao y vive en Bilbao» y punto final, quizá gastando cierta coña norteña, entreverada de admiración, con las solapas de Iñaki Uriarte (que también son reducidas, pero más cosmopolitas: «Iñaki Uriarte nació en Nueva York (1946), es de San Sebastián y vive en Bilbao») o sencillamente porque los de Bilbao son así. A pesar de ser de Bilbao de un modo casi profesional, crónico y por triplicado, Zarracina se quita importancia: «El episodio del aeropuerto no tiene más importancia. Por eso yo me ocupo de él», dice, por ejemplo.

 

En realidad, da un poco igual, porque lo que le agradecemos es que trate él de lo que sea. La clave de un gran artículo no está en el tema, sino en el tono. De eso, a pesar de su humildad, sí parece consciente. Con una finura crítica que, por lo bajini, no le abandona nunca (¡es un gran lector Zarracina!) reconoce que el valor de un columnista radica en la voz propia: «La autenticidad es como la torería, el ingenio o la santidad, un intangible que se tiene o no se tiene y cuya persecución es la pura garantía del fiasco»

 

Lo que no quita para que, como quien no quiere la cosa, nos cuele artículos magistrales, donde, así, entre bromas, hace una crítica feroz del nacionalismo, o del juvenilismo, o del culto al éxito, o de cualquier otra idea dominante. Yo me he quemado las pestañas en internet tratando de encontrarles a ustedes un enlace al artículo «La historia, etc.», donde uno se ríe a la vez que se estremece con los extremos de la euskaldización.

 

Como no he dado con el enlace, tendrán que conformarse con el barbero. Que aquí va:

 

 

No me lo tengan en cuenta. Soy débil y tengo opiniones.

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El oficio es más arriesgado en realidad: se escribe con el carácter.

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Nos miraban las [viejas] tías [de la familia] con una mezcla de amor incondicional y reprobación preventiva.

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Hay quien piensa en su juventud y siente nostalgia. A mí, corazón de esparto, me sobra con la extrañeza.

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[Al pensar en su juventud] incluso sentí miedo retrospectivo.

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«Anímate», te dicen. Es el comienzo de la cadena creciente de problemas. Siempre ha sido así. Si apareciesen de pronto las grabaciones completas de la historia del mundo, encontraríamos un «anímate» antes de cada desastre. La serpiente debió de decírselo varias veces a Eva. […] Es un poderoso impulso suicida el miedo a quedar mal.

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[Yoko Ono] O sus famosas encamadas protesta, en suites de hotelazos internacionales, con John Lennon. Las hicieron en 1969, pidiendo el fin de la guerra de Vietnam y el advenimiento de la paz mundial. Y funcionó. Después de aquello, la guerra de Vietnam solo fue capaz de aguantar seis años más, hasta 1975, el mismo año en que estallaron las guerras de Angola y el Líbano.

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Yo estaba llegando diez años tarde a los grandes acontecimientos de mi vida.

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Hoy parece que los bares son sitios pensados para que sean felices en ellos los diseñadores, no los seres humanos.

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Nunca le hable a un escritor de otros escritores. Nunca le hable bien, quiero decir.