Tendría que escribir un artículo llorón, pero no me salen. Lo que da una imagen distorsionada (demasiado grácil) de mí mismo. Hoy por hoy, tengo en contra los días que se acortan, lo que me melancoliza. Además, en el Marco de Jerez ha empezado la vendimia, lo que trae a mi casa los horarios locos de una cónyuge vitivinícola. Sobre eso, los niños ya empiezan a estar cansados de descansar. Pero lo peor soy, como de costumbre, yo, que veo que no cumplí ni la mitad de lo que en este tiempo me propuse leer ni un cuarto de lo que planifiqué meticulosamente escribir. La puntilla me la dan los eventos sociales, que, viendo el final de la temporada, se agitan, desesperados, tratando también de salvarse a sí mismos como el barón de Münchhaussen, tirándose de sus propios pelos hacia arriba para salir de las arenas movedizas. Agosto —en fin— se agosta.

 

Así que esta semana no me ha dado tiempo a leer el libro que me tocaba barberizar. Es Los diarios de prisión (Palabra, 2021) del Cardenal George Pell. Lo que me ha servido, al menos, para descubrir una paradoja. Aunque hacerle un barbero a un libro es muchísimo más fácil que reseñarlo, con lo que llevo leído ya podría reseñarlo perfectamente, porque lo veo claro. Pero para hacerle un barbero, espigando las citas imprescindibles para ustedes, mis reyes de Suecia, no tengo más remedio que mirarlo de cabo a rabo con atención. Me voy a dar una semana de prórroga.

 

Y tiro de las fichas de antaño. Lo que me sirve para rescatar, además, una vieja paradoja. Lo del barbero, apuntando nada más que lo bueno, crea un precioso error de perspectiva. Al final, todo son grandes agradecimientos a los autores: admiraciones por doquier. En el paraíso, tras el paso por el Leteo, quizá nos veamos así, reducidos a lo mejor de cada cual, esto es, transfigurados, engrandecidos.

 

En esta ficha a la primera y a la segunda antología de los versos de Gerardo Diego, apunté: «Muy bien, pero se te quitan las ganas de leer su obra completa», lo que sugiere que leyéndolas me cansaría un poquito. A mí de ese cansancio no me ha quedado nada y él, desde luego, no se cansó jamás. Qué de intereses tenía el poeta: la poesía, la enseñanza, su mujer, su tierra, los viajes por las tierras de España, la música, la fe, los toros, la jardinería… Sin embargo, qué gran poeta emerge de estos pocos fragmentos; y eso sin contar con los poemas enteros que señalo («Rosa mística» que ilustra esta entrada (vía) o «Ajedrez»;

 

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Pero aquí vayamos a los fragmentos:

 

Primera antología de sus versos (1918—1941) 

 

TENTACIÓN. No. De noche no. De noche/ no, porque me miran ellas./ Sería un mudo reproche/ el rubor de las estrellas. // —¿De día? No. Las estrellas / en el cielo están también,/ ¿no lo sabías? Sí, ellas, / aunque invisibles, nos ven.

 

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El sol es un plutócrata.

 

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Aquella cabeza se desinfla silbando. [Nos dicen que es de Ramón Gómez de la Serna y no lo dudamos.]

 

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Hoy lo he visto claro. / Todos mis poemas / son sólo epitafios.

 

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Pone mi espejo al copiarte/ un poco de oscuridad. / El cielo es azul celeste/ y azul marino la mar.

 

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Levanta hacia mí tus ojos,/ tus ojos lentos, / y ciérralos, poco a poco,/ conmigo dentro.

 

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[Valle Vallejo] Porque el mundo existe y tú existes y nosotros probablemente / terminaremos por existir / si tú te empeñas y cantas y voceas / en tu valiente valle Vallejo.

 

Segunda antología de sus versos (1941—1967)

 

La música más extremada / es el silencio de la boca amada.

 

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[Nosotros] Nuestro idioma es muy serio. / Nosotros somos nos y somos otros. / Y así, sin salirnos del nos/ somos también otros…  [Nos dicen que es de Blas de Otero y no lo dudamos.]

 

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[Ángel de lluvia] Yo juego al río brillando en la rúa.

 

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[Fábula de Antonio Fuentes] El ruedo, la ruleta inmóvil, fija.

 

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[Jesús] Este es el Niño de la rifa loca / que todos le juegan y a todos les toca.

 

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[Salmo de la transfiguración] Quiero ser tu vidriera. […] Preserva mi figura, transfigúrame.

 

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[Jerez] Qué alegría más seria.

 

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[El Puerto] Agüero: dime que sí.

 

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El agua que hoy llueve es bendita.

 

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[Poema «El doble elegido»] Qué raro es ser poeta.  [Nos dicen que es de Miguel d’Ors y no lo dudamos.]

 

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Y no era más que una tilde;/ menos, un punto de i,/ arrugadita y humilde/ diciendo a todo que sí. [Tía Matilde]

 

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Cómo quisiera cantarte,/ Sevilla de luz desnuda,/ la Sevilla más difícil,/ la más pura.

 

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Me creas tú, me forjas, mar martillo,/ mar yunque, fragua, agua de fuego. / … / mar, mar, mar…/ No me canso de nombrarte./ Tu nombre eres tú mismo.  [Nos dicen que es de Rafael Alberti la primera parte, y la segunda de JRJ, y no lo dudamos.]