Con ese título, Ebrietas, quién no se anima. El subtítulo tampoco es manco: «El poder de la belleza».

 

El ensayo se lee con gusto, más, con pasión, aunque a ratos parece poco disperso. Tolstoi, en ¿Qué es el arte? va más al meollo, pero, claro, la diferencia sutil es importante. Preguntarse por la belleza, que es un trascendental, tan evidente como esquivo, no es lo mismo que analizar el arte como objeto o como actividad humana, mucho más tangible y conversable.

 

Íñigo Pírfano compensa la dificultad de su empeño con su doble condición de filósofo y artista, aunque siendo músico, la más filosófica de las artes, la menos carnal, se nos inclina un poco la balanza a la abstracción. Curándose en salud, ofrece la cita inicial: «La belleza anterior a toda forma/ nos va haciendo a su misma semejanza», de Claudio Rodríguez, autor, precisamente, del maravilloso El don de la ebriedad.

 

Será una constante del ensayo. Apoyarse en unas citas fantásticas. Que, además, nos evocan otras en una fiesta interminable. Dice Pieper: «La fiesta es esencialmente una manifestación de riqueza, no precisamente de dinero, sino de riqueza existencial. Entre sus elementos se cuenta la carencia de cálculo, incluso la dilapidación»; y yo —tan de mi pueblo— no puedo dejar de admirar los versos de Pemán en «Feria de Abril en Jerez»:

 

 

Lo de menos, quizás, es la venta.

Lo de más, es la gracia, el aqué,

y el hacer que no vuelvo… y volvé,

y el darle al negocio su sal y pimienta

como debe sé.

Negocio y poesía: ¡Feria de Jerez!

¡Rumbo y elegancia de esta raza vieja

que gasta diez duros en vino y almejas

vendiendo una cosa que no vale tres!

 

 

Evocaciones aparte, cuánto le agradecemos a Pírfano su vasta cultura. Estas cinco citas son impagables y otro lector encontrará las cinco suyas, porque tiene dónde escoger:

 

 

Luigi Pareyson: «El artista no debe buscar el efecto de la obra, sino solamente su existencia».

 

Johan Huizinga: [la poesía]«Se halla más allá de lo serio»

 

Kolakowski: «La cultura que pierde el sentido del sacrum, pierde el sentido por completo»

 

Stefan Zweig: «Si el artista está fuera de sí mismo mientras produce, ¿dónde se encuentra? La contestación es muy simple. Está en su obra».

 

Más Pieper: «La negación del asentimiento hace imposible el canto. Sin la aprobación del mundo no pue de en modo alguna vivirse ya festivamente; todas las artes quedan sin patria, se hacen inútiles, ociosas, hipócritas y, en el fondo, imposibles».

 

 

Con todo, andémonos con ojo. W. H. Auden, con una estupenda mala uva, comenta: «En general, al leer una crítica académica se obtiene más provecho de las citas que de los comentarios». Este libro de Íñigo Pírfano, que tiene citas (quod erat demonstrandum) extraordinarias, de una manera muy discreta extiende un hilo conductor de ideas propias que lo aleja del centón. El barbero, por tanto, se ha concentrado en las frases de Pírfano. Son valiosas y sostienen con enorme inteligencia y sobriedad la condición de ensayo comme il faut de este libro. Nótese:

 

El arte nos muestra un camino —mejor, un atajo— para acceder a la verdad más íntima de las cosas.

 

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La exageración gratuita pervierte todas las cosas.

 

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Únicamente lo bello y lo verdadero son capaces de entablar un diálogo con lo íntimo de la persona.

 

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El artista no expresa un determinado mensaje a través del lenguaje del arte; digamos, más bien, que en su naturaleza ebria lo invoca, lo hace emerger.

 

*

 

Debemos afirmar con contundencia y arrojo que el arte no está hecho para el pueblo, sino para la persona. [Y de pronto se nos ilumina una clave estilística de este ensayo: está escrito con una pudorosa «contundencia y arrojo»]

 

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Las obras artísticas viven en su coseidad, pero no se agotan en ella. [Y Pírfano cita a Ibáñez Langlois que afirma que, aunque el Louvre se quemara, la Gioconda ya habría transformado el mundo. Pasa con un cuadro de Caravaggio, La inspiración de San Mateo, que se quemó en la Segunda Guerra Mundial, pero que no me quito de la cabeza.]

 

 

 

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Sólo puede llegar a convertirse en un verdadero artista quien está dotado de este sentido de lo humorístico, entendido como lo gratuito, lo entrañablemente humano, lo cordial; quien conoce profundamente el corazón del hombre y guarda un respeto reverencial hacia lo sublime.

 

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Cada creación artística está en constante tensión.

 

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Que nos tengan que explicar una obra de arte, por tanto, tiene tan poca gracia como que nos tengan que explicar un chiste.

 

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Por eso, cualquier ataque a la bello es un ataque a lo sagrado, y, por lo tanto, una profanación.

 

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No podemos jugar con lo lúdico [Antes ha citado a Jean Paul: «El humor es la otra cara de lo sublime»] […] Muchas personas han perdido el acceso a lo sagrado porque han perdido el sentido del humor.

 

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