El 10 de mayo de 1941, un año después de que Alemania comenzara la invasión de Francia y en vísperas del ataque a la Unión Soviética, uno de los más altos jerarcas de Berlín, Rudolf Hess, lugarteniente de Hitler, se lanzaba en paracaídas sobre tierras escocesas. Según el propio Hess, su objetivo era entablar contacto con el duque de Hamilton en la esperanza de llegar a un acuerdo de paz por separado con Gran Bretaña. Hitler -argüía Hess- no quería la guerra con Inglaterra, su verdadero enemigo era la Unión Soviética y, si Londres dejaba el terreno libre a los alemanes, éstos permitirían a los británicos mantener su dominio de los mares. La aventura fue un desastre. Hess fue encarcelado en Gran Bretaña, los alemanes le declararon demente y redujeron todo a una locura personal, Londres declaró secreto el expediente del caso, tras la derrota se le juzgó y condenó a cadena perpetua y el lugarteniente de Hitler acabó sus días en 1987, con 93 años, aparentemente suicidado, en una cárcel berlinesa que luego se demolió para que no quedara piedra sobre piedra. Y el asunto Hess siempre ha sido uno de los mayores misterios de la segunda guerra mundial.
Pierre Servent, reputado especialista francés en asuntos militares, aborda la figura de Hess, su trayectoria personal y su misterioso vuelo en una biografía muy extensa y llena de cosas interesantes. No es el primer libro de calidad que se publica en España sobre Hess, pero el volumen no dejará indiferente al lector interesado. ¿Qué aporta este libro de Servent? En el aspecto positivo, una adecuada contextualización del caso Hess en las convicciones geopolíticas del momento a través de la amistad del protagonista con los Haushofer, padre e hijo, ambos convencidos de que el enemigo natural de Alemania no era Inglaterra, sino Rusia, esto es, la potencia que disputaba a los alemanes su espacio vital. En el aspecto negativo, una exploración no especialmente afortunada sobre la naturaleza de la relación de Hess con Hitler; tan desafortunada que no han faltado comentaristas dispuestos a estirar el filón hasta apuntar una supuesta relación homosexual simplemente intempestiva. El libro se beneficia de la apertura de algunos documentos británicos sobre Hess que hasta 2017 y 2019 eran secretos, pero no ha podido acceder a lo sustancial del expediente, que sigue siendo reservado. Y en todo caso, eso sí, constituye una amplia y detallada biografía que permitirá al lector saber quién era Rudolf Hess, qué papel (eminente) jugó dentro del ascenso del nacionalsocialismo y cuáles pudieron ser las claves de su singular aventura.
Ochenta años después de aquel vuelo, buena parte de las incógnitas siguen abiertas. La hipótesis más plausible sigue siendo la siguiente: que en los círculos más íntimos de Hitler se pensaba que era posible un acuerdo con los británicos, lo cual implica que, en efecto, muy influyentes sectores del poder en Londres querían la paz con Berlín y así lo habían hecho saber; que Hess hizo aquel vuelo porque Alemania, en guerra con Inglaterra, no podía buscar un acercamiento diplomático institucional, pero sí un intento oficioso de negociación; que Londres deshizo rápidamente la intentona encerrando a Hess y sepultando el secreto bajo siete llaves, donde en buena parte sigue todavía, quizá porque conocer toda la verdad rompería el mito británico construido en la posguerra; que esa, y no otra, fue la causa real de que a Hess le cayera en Nuremberg nada menos que cadena perpetua por delitos que otros jerarcas nazis saldaron con menores penas de cárcel; en cuanto a su suicidio final, con 93 años, sigue siendo sencillamente inexplicable, tanto por la edad de Hess y el consiguiente deterioro físico como por las contradicciones y lagunas que rodean el episodio.
El libro de Servent no permite confirmar ninguno de los extremos de esta hipótesis general, pero tampoco los desmiente. Así que por el momento, y seguramente para siempre, el vuelo de Rudolf Hess seguirá siendo uno de los grandes secretos de la segunda guerra mundial.