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Reseñas
literarias
G. K. Chesterton

Ortodoxia

por:
Jesús Beades
Editorial
Rialp
Año de Publicación
2022
Categorías
Sinopsis
Esta nueva traducción de la principal obra de Chesterton, sin crítica alguna a las realizadas hasta ahora, ofrece una mayor fluidez al hilo argumental. La edición incluye notas sobre el contexto histórico y literario que clarifican las numerosas referencias y el estilo paradójico del autor.
G. K. Chesterton

Ortodoxia

Dice C.S. Lewis, en su biografía espiritual titulada Cautivado por la alegría, que hay más sensatez en El hombre eterno de Chesterton que en todos sus contemporáneos juntos. Este libro es, junto con Ortodoxia, el más profundo e intelectual de toda su obra. En ambos aborda el nervio central de su pensamiento y su apología más personal de la fe cristiana. Ortodoxia nace por la necesidad de una explicación.

Después de dedicar sucesivas columnas de periódico a zaherir a una colección de «herejes» contemporáneos, desde su amigo Bernard Shaw a H.G. Wells (columnas que posteriormente formaron un libro), se dijo que estaba muy mal que criticara las ideas de todo el mundo, sin haberse molestado en definir sus propias creencias. Como no había nadie más dispuesto que él a escribir un libro a la menor provocación –cito sus palabras–, se puso de inmediato manos a la obra. El resultado es un texto de asombroso vigor y originalidad, que sigue iluminando las mentes de cristianos y no cristianos un siglo después.

Una mente poética

Chesterton, por mucho que argumentara y le gustase la polémica –célebres eran sus multitudinarios debates con Shaw– no es en realidad solo un pensador lógico, sino un poeta. Su mente funciona por símbolos, alegorías, rápidas intuiciones que a veces tarda en desarrollar y otras las resume en un concentrado aforismo o una ingeniosa comparación. Otras veces, sus ideas se encarnan en un par de personajes que emprenden una batalla o un viaje, y entonces escribe una novela, como El Napoleón de Notting Hill o La taberna errante. Sin embargo, parece que cuanto más abstracto y esencial es el concepto del que quiere hablar, más rápido se mueve su pensamiento y mayor número de paradojas e ingeniosos giros se le ocurren, apilando uno encima de otro, en una espiral mareante que forma una escalera hacia una suerte de iluminación. Chesterton escribía como hablaba, reiterando, dando vueltas de tuerca, citando versos de memoria, pasajes de novelas, versículos de la Biblia, sucesos de las últimas semanas o hechos históricos, todo aquel material que le venía a mano para seguir construyendo la aparentemente improvisada carretera de sus ideas.

300 mg. de Paradoxina

«El secreto de la visión mística consiste en esto: en que el ser humano puede entender todo gracias a lo que no entiende. El lógico enfermizo intenta que todo sea claro y solo consigue que todo sea misterioso. El místico concede que puede haber algo misterio y entonces todo se vuelve claro. El determinista quiere aclarar definitivamente la teoría de la causalidad y se encuentra con que,  entonces, no puede pedir nada «por favor» al ama de su casa. El cristianismo permite que el libre albedrío sea un misterio sagrado. Pero por eso mismo, las relaciones con su ama de casa se vuelven de una sorprendente y cristalina claridad».

Este es un ejemplo de pasaje en que no hay cita literaria, ni teológica, ni verso alguno, uno de esos jugosos momentos en que el autor tira de su propia intuición y utiliza como herramienta exclusivamente la paradoja. Chesterton es el rey de la paradoja, y lo sorprendente es que las veces en que esta le falla o queda forzada son mínimas. Suele encontrar un punto de luz casi siempre con la espiral, la vuelta de tuerca, de la expresión paradójica. Según diría él, porque el entero Universo es paradójico. En su época, de caricaturas en los periódicos y pullas entre columnistas, se llegó a hablar de una sustancia llamada «Paradoxina», de la que abusaba Chesterton. En Ortodoxia, la dosis se aumenta hasta el límite de lo permitido, desde luego. 300 miligramos, digo, páginas de Paradoxina.

Aforismos embutidos

Amainado ya un tanto el furor por el haiku –a Dios gracias–, vivimos hoy un auge del aforismo. Es comprensible en la época del tweet y el clickbait. Chesterton era lo contrario de esto, era exceso y largas horas de francachela y camaradería en las tabernas de Fleet Street, bajo una densa nube de humo, sobre vasos de cerveza negra. El aforismo le hubiera parecido lo que a un vasco fornido una pieza de sushi. Sin embargo, hay lectores finos y avispados, como Enrique García-Máiquez, que han encontrado la aforística chestertónica dispersa en su obra. Fue recogida en un libro, Un puñado de ideas, altamente recomendable. Sucede que el aforismo ha de tener una extensión precisa, es decir, la que precisa y ni una sílaba más. Un aforismo perfecto empieza a estropearse si se alarga. Por ejemplo, dice Chesterton en Ortodoxia: «Tradición significa dar voz y voto a la más oscura de todas las clases sociales, la de nuestros antepasados. Es la democracia de los muertos». Hasta ahí, es un aforismo perfecto. Pero sigue: «La tradición rechaza someterse a la pequeña oligarquía de los que, por casualidad, siguen sobre la tierra. Todos los demócratas rechazan que se pueda discriminar a una persona por su nacimiento. La tradición rechaza que se pueda discriminar a una persona por su muerte». La continuidad de esta antítesis no le resta fuerza al texto, sino que lo remacha en cada vuelta. A veces, las vueltas y revueltas de su pensamiento recuerdan al coche en el retorcido camino inglés («The Rolling English Road») de su novela La taberna errante, y pueden llegar a marear al pasajero novato. Pero el viaje merece la pena.

La edición

Está edición de Juan Luis Lorda es la más completa que he conocido hasta la fecha, en términos de aparato crítico y contextualización. A veces, pocas, introduce una aclaración de manera rápida en el propio texto, por ejemplo, cuando se habla del infierno [hell] para llegar a Hanwell (un manicomio). Incluye el traductor ese apunte entre corchetes para que veamos que ambas palabras riman, y que podamos captar de un plumazo el juego de palabras. Hay lectores a quienes desagrada esta práctica; por el contrario, la encuentro muy útil para no estar mirando notas al pie todo el tiempo. De hecho, el propio traductor aconseja consultar las notas al final, salvo necesidad imperiosa. Son estas, por otro lado, muy instructivas, tanto en referencias literarias y políticas –nombres célebres en su época– como en conceptos teológicos o citas bíblicas, en que destaca su precisión debido a la condición de sacerdote, teólogo y profesor universitario de Lorda.

En general, la calidad y profundidad del aparato crítico tal vez hubiera merecido una edición más consistente, pero se entiende que han buscado que fuera asequible y de bolsillo. Quizá se animen algún día a publicar una edición en tapa dura, que aguante mejor el manoseo de las consultas y visitas a nuestra biblioteca personal. Esta edición sirve, hasta entonces, tanto para neófitos como para chesterfans de toda la vida.

¿Qué dicen del libro?

Dale Ahlquist

Seguramente, nadie ha defendido la fe cristiana con argumentos tan sorprendentes y ejemplos tan deslumbrantes, como Chesterton lo hizo en Ortodoxia. Una obra maestra de retórica, uno de los libros mejor escritos del siglo XX.

Jorge Luis Borges

La literatura es una de las formas de la felicidad: quizá ningún escritor me haya deparado tantas horas felices como Chesterton.

Fernando Savater

Uno de los escritores más importantes de nuestra época. Fue, sin duda, el más personal e inconfundible de todos

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