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LO LEÍDO
y lo liado
un blog de enrique garcía-maiquez

Tiempo al tiempo

La revista Misión me pidió una crónica o micro ensayo sobre la inmediatez que nos avasalla. Me lo pidió con tiempo porque ellos cuidan muchísimo la maquetación, pero yo lo escribí sin tiempo, por pura justicia poética, entre otras cosas. Saldrá en el próximo número. Y tan sin tiempo lo hice que dos ideas que tenía apuntadas para añadir a la crónica se me traspapelaron. Ayudado por el espíritu de la escalera, aquí las traigo y sumo —corriendo— una nueva.

1- El terroir y el tiempo. Mi idea era decir que el gran sir Roger Scruton decía en Bebo, luego existo que el gran valor contracontemporáneo del vino consistía en la importancia que en su naturaleza tiene el terroir. En estos tiempos de globalización y comidas y bebidas estandarizadas e internacionalistas, el vino es la bebida de los somewhere, de los arraigados, de los habitantes de la Comarca. Verdad. Pero en estos tiempos de la prisa y el consumo, que el vino se lleve su tiempo (¡y tanto!) en hacerse hasta llegar a nuestra copa, también os protege de los embates de lo inmediato.

2- La búsqueda de sentido. Otra idea que debería haber ido en el artículo era otro retoque de la idea de otro grande. Decía Pascal, que para leer bien hay que encontrar la velocidad justa: si lees muy lento, no te enteras de nada; si lees muy rápido, tampoco. Con nuestra vida pasa igual. Si vives muy lento, caes en la molicie y en la falta de nervio vital; si muy rápido, te sales por las curvas del sentido y paras en la cuneta del nihilismo. Leer necesita un ritmo medio, aristotélico; vivir necesita un ritmo medio, aristocrático. Decía Felipe II a todos sus súbditos: «Sosegaos».

Y 3. La conversación. Esto no lo tenía apuntado y, por tanto, no se me ha traspapelado con las prisas. Lo he visto oyéndolo. Este podcast de Higinio Marín. Larguísimo. Y admirable. A dos bandas: por las cosas tan profundas que dice y tan valientes. Y por cómo nos da una lección de explicaderas amplias ante un interlocutor muy simpático e interesado, pero rocasamente instalado en las antípodas ideológicas. En ambas dimensiones —la hondura y la anchura—, se palpa el tiempo generoso que se emplea en charlar, en abordar los temas, en las gustosas digresiones, que no lo eran tanto. Sin tiempo, no se habrían logrado estas tres horas condensadas y ejemplares.

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