-Sé que fuiste tú, Fredo. Me rompiste el corazón.
Suena Guantamera mientras Michael Corleone besa en la boca a su hermano Fredo durante la fiesta de Fin de Año de 1958 en la residencia del cuartel Columbia, en La Habana.
En ese momento, Fulgencio Batista, que ostentaba la presidencia del Gobierno de Cuba desde el Golpe de Estado en 1952, anuncia que deja su cargo para evitar más derramamiento de sangre, puesto que sus tropas en Guantánamo y Santiago habían sufrido serios reveses. El Ché ha ganado la batalla de Santa Clara y el gobierno de la República será inminentemente derrocado. Se despide deseando buena suerte a la burguesía allí congregada y nombrando un gobierno provisional.
Comienza entonces una gran confusión en la que se mezclan fuegos artificiales, invitados huyendo hacia sus embarcaciones en el Club Náutico de Marianao, cubanos lanzando vivas a la Revolución y a Fidel Castro, carros de guerrilleros y Batista despegando a bordo de una nave de la Línea Aérea Nacional Cubana. Los disturbios y el caos se apoderan de las calles -y de Columbia- y según las malas lenguas, la fiesta continúa a bordo del avión presidencial que llevará al general Batista al exilio en República Dominicana.
En el capítulo “El edecán de Batista” del podcast La mesa de la cocina se cuenta que esto nunca ocurrió como se narra en la segunda entrega de El Padrino. A bordo el ya expresidente se encontraba profundamente preocupado, a pesar de estar su familia ya a salvo.
Uno de sus once hijos, Bobby, que entonces tenía once años, corrobora esta versión como podrán comprobar en la entrevista que nos concedió. Alfredo Sadulé, el ayudante presidencial, habla de Fulgencio Batista Zaldívar como un esposo y padre de familia ejemplar; un hombre culto y gran lector; cercano a sus colaboradores y responsable.
Bobby Batista Fernández (Nueva York, 1947) es hijo del General Batista y su segunda esposa, Marta Fernández. Tiene un trato extremadamente afable y educado. A pesar de haber vivido en el exilio desde su infancia y residir actualmente en Madrid, conserva esa ceremoniosidad en las comunicaciones que los españoles nos dejamos en el Caribe.
La lectura de Hijo de Batista nos confirma que no se trata de un rasgo impostado en su interlocución, sino que forma parte de una personalidad sensible, herida y esmerada en su consideración para con los demás.
Quizá sea necesario poner un poco de contexto en lo desvirtuado por Hollywood o la literatura y en Hijo de Batista podrán situarse al otro lado de los hechos. Si bien el análisis político no conseguirá arrojar certezas, posiblemente porque el propio Bobby carezca de ellas, sí nos brinda la oportunidad de conocer, de primera mano y a través del recorrido del autor desde su niñez a la juventud, las vicisitudes de un gobierno y el posterior exilio que probablemente nunca puedan responder a la pregunta de por qué un hombre que había ostentado una presidencia democrática y había firmado una Constitución de carácter progresista, dio un golpe de estado.
Si ustedes frecuentan autores cubanos quizá les parezca que adolecen de cierta parsimonia en el relato. No es el caso de Hijo de Batista. Eso sí, no esperen unas memorias al uso. El autor, de educación afrancesada pero sangre caribeña, más que en un alarde de habilidades literarias, se centra en mostrar su atribulada existencia sin que sus reflexiones parezcan haber pasado más tamiz que el de la introspección y, como él confiesa, las horas de diván.
Con la revisión de los días felices en Kuquine -la finca familiar de los Batista-; el análisis de la Constitución de 1940; el Gobierno de Marzo y demás decisiones políticas del General; el exilio y su paso por diferentes separaciones familiares, países y duelos, Bobby nos permite ser testigos privilegiados de la Historia reciente.
A mitad de camino entre un homenaje a su progenitor y un intento por entender, hay que agradecerle el esfuerzo valiente que supone enjuiciar al padre, oponer su legado al castrismo y adentrase, dejando constancia, en los episodios más amargos de su vida.
“La salida de Cuba fue una de las experiencias más dolorosas experimentadas por mí, cuyas llagas no han cicatrizado después de tantos lustros de crueles recuerdos”