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Reseñas
literarias
Ray Bradbury

Fahrenheit 451

por:
José María Contreras
Editorial
Minotauro
Año de Publicación
2020
Categorías
Sinopsis
Fahrenheit 451: la temperatura a la que el papel se enciende y arde. Guy Montag es un bombero y el trabajo de un bombero es quemar libros, que están prohibidos porque son causa de discordia y sufrimiento. El Sabueso Mecánico del Departamento de Incendios, armado con una letal inyección hipodérmica, escoltado por helicópteros, está preparado para rastrear a los disidentes que aún conservan y leen libros. Fahrenheit 451 describe una civilización occidental esclavizada por los medios, los tranquilizantes y el conformismo.
Ray Bradbury

Fahrenheit 451

Por su repercusión y capacidad anticipatoria, las dos novelas distópicas más citadas, más llevadas y traídas, son Un mundo feliz (1932) de Aldous Huxley y 1984 (1949) de George Orwell. Ni una ni otra se ha librado del envejecimiento prematuro, que es al fin y al cabo el mal endémico de las novelas inclinadas hacia adelante. Sin embargo, ambas han conservado buena parte de su pertinencia y aún hoy abundan las discusiones sobre cuál de las dos se quedó más cerca del centro de la diana: la irracionalidad coercitiva que planteó Orwell o el hedonismo lisérgico que auguró Huxley. Quizá Huxley, aunque con cosas de Orwell.

Si quisiéramos añadir una tercera tabla y convertir la cumbre del Parnaso distópico en un tríptico, una seria candidata sería Fahrenheit 451 de Ray Bradbury. Publicada en 1953 e inspirada en el enrarecido y suspicaz ambiente del macartismo, la novela cuenta la historia de un bombero, Guy Montag, que vive en una extraña sociedad donde los de su gremio, en lugar de sofocar incendios, se dedican a la quema de libros, ya que su posesión, y no digamos su lectura, está penada por la ley. De ahí que el título de la novela haga referencia a la temperatura en que arde al papel, 451 grados Fahrenheit, o volcado a nuestro sistema, 232,8 grados centígrados.

He de decir que, en mi opinión perfectamente recusable, la novela ha soportado regular el paso del tiempo, aunque nada comparado con la polvorienta adaptación que realizó François Truffaut en 1966; hay otra de 2018, pero no he tenido el gusto. En cualquier caso, Bradbury dio con varias claves que han resultado ser proféticas, o al menos, vistas desde el tiempo en que nos ha tocado vivir, atinadas. En esos aciertos hay que buscar la vigencia que conserva la novela. Aquí me gustaría señalar dos.

En primer lugar, aunque la trama empieza con la prohibición de los libros asentada y sus orígenes olvidados, en un momento de la novela el jefe de los bomberos explica al protagonista que, en realidad, se produjo de un modo natural: «No hubo ningún dictado […] La tecnología, la explotación de las masas y la presión de las minorías produjo el fenómeno». Es decir, la prohibición vino a consumar una tendencia que ya estaba presente en la sociedad: cuando se prohibieron los libros, ya casi nadie los leía. Ya eran un objeto obsoleto, fruto de una época pasada. Y entonces la prohibición vino a garantizar que esa época pasada jamás volviera.

El segundo aspecto certero de la novela es el dibujo que hace de la situación del hombre, de la ratonera en la que está metido, de su soledad. Especialmente los personajes femeninos están descontentos sin saber por qué, apuntalados con ansiolíticos y antidepresivos. Todas sus energías, al no encontrar en quién volcarse, vuelven a ellas hastiadas, envenenadas. Esas mujeres se aguijonean a sí mismas como un escorpión rodeado de fuego. Se ve claro con el asunto de la maternidad. Al ser preguntada por sus hijos, contesta una amiga de la esposa de Montag: «¡Sabe que no tengo ninguno! ¡Nadie en su juicio los tendría, bien lo sabe Dios!» Mrs. Bowles no está de acuerdo. Ella tuvo dos. Es agradable porque se parecen a ella, dice. Y además los ve un día de cada diez, así que tampoco es un engorro tan grande.

De qué va
Novela distópica sobre un mundo en que los libros están prohibidos
Te gustará si
Te interesa, aunque sea un poquito, la ciencia ficción
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