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De vez en cuando adelanto a mis alumnos alguna pregunta que caerá en el examen. En la segunda clase les he dicho la primera. «¿Por qué es tan bobo el profesor de esta asignatura?». Mnemotécnicamente es infalible. Y también el contenido. Ya les he dicho que no tienen que profundizar mucho, por favor, sino contar lo que me ha pasado. Os lo cuento aquí para que juzguéis vosotros. Entré en la clase de los de segundo sin haber repasado la lista. Ellos me esperaban con enorme ilusión, como yo la tengo de darles clase, que el año pasado fueron un curso estupendo. Pero se me olvidaban los nombres, como me pasa en las presentaciones de libros y en las presentaciones sociales. Iba viendo sus caras de decepción cuando les pedía que me lo recordasen. Uno se adelantó, suplicante: «Pero del mío seguro que te acuerdas, Enrique, ¿verdad?» Y no me acordaba. Encima la asignatura es de Comunicación Empresarial. Lo primero que hay que hacer es saberse el nombre de las personas con las que vas a reunirte. Era básico y lo tenía facilísimo, pero yo —ay— les he dado la primera lección magistral con el mal ejemplo. Entre eso, y la pregunta que caerá en el examen, con suerte, no hacen ellos el bobo como lo ha hecho su profesor. Ya me han perdonado.
