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Dije que hoy escribiría de la Inmaculada Concepción, pero dos cosas me lo han impedido. 1) Dar al César lo que es del César: en La Gaceta me tocaba artículo político, ay, que estoy muy distraído últimamente. Y 2) que el artículo sobre la Inmaculada ya lo escribí el año pasado:
Me sorprende mucho que los matrimonios católicos no celebremos este día como una cosa especialmente nuestra, como si fuésemos los Tercios del milagro de Empel, o más. No cabe una canonización más alta de lo conyugal: cópula, cúpula. Me he arrancado con un cante:
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San Joaquín y santa Ana
no son santos de escoyola:
un matrimonio en la cama
haciendo —muy bien— el dogma.