Hoy el barbero se permite el lujo de hacer una entrega sin haber leído el libro (todavía). A mitad de la entrevista de Esperanza Ruiz a Estrella Fernández-Martos me di cuenta de que la densidad, la belleza y la hondura de las respuestas requería lápiz, para subrayarlas, o en mi caso, navaja, para rasurarlas.

Juzguen ustedes ante de juzgarme a mí. ¿Sospechan que me escaqueo de mi deber deontológico de traerles un libro a la semana? Al peso puede verse: hay tantos recortes necesarios de esta entrevista como de algunos libros muy largos.

Pero sobre todo está la trascendencia de aquello que se roza en esta entrevista: la vocación, las raíces familiares, el arraigo local, la belleza como bien, el bien como belleza, la comunidad, el dolor… Y hay en ese roce una hondura que recuerda a una Simone Weil católica, contemporánea y cordobesa.

También hay detalles pequeños deliciosos, como cuando se ponen a hablar de flores y retrata Esperanza (los papeles cambiados, contagiada de la pintora) a la buganvilla como «una planta que, en su sencillez, tiene una belleza asombrosa. Diría que es así porque no es serena, es una belleza jaranera». Y qué imagen inolvidable esa fugaz que nos trae Estrella de que, en los patios cordobeses, los geranios que cuelgan tienen las raíces por encima de las flores, que se vuelcan –su belleza es servicio– sobre los que entran y salen. Salimos deseando entrar en el libro y, como será más alto, echar raíces en él. Por ahora, estos pétalos:

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Puedo hacer muchas otras cosas pero soy lo que debo ser, sobre todo, cuando pinto y cuando escribo. Y cuando pienso sobre lo que pinto y sobre lo que escribo.

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En mi caso combinan el don de la observación con la circunstancia de la soledad, que es la que permite mirar a los demás en el entorno compartido. También es importante el silencio. Es necesario para escuchar sus gestos, la falta de prisa para dibujar sus risas o sus movimientos. Así miro a las personas que me encuentro, las considero todas nuevas.

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Insisto en las nubes porque son belleza inagotable.

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Así llegaron esos claveles a mi mente, esas bellezas color pastel que bebían de raíces mejores, más antiguas y más altas.

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Nada nos hace menos en mayor medida que la fealdad.

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Hoy estamos viviendo una doble manipulación: el quebranto de lo que somos y la negación de lo que debemos ser.

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La belleza nos enseña admiración en común. [Gracias a lo cual, descubro otra intencionalidad o consecuencia inconsciente del feísmo. No sólo nos conduce al relativismo moral, sino también acaba con uno de los fundamentos de la comunidad.]

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Yo soy hoy porque fui, o dejé de ser, antes.

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La Belleza nos une mucho más de lo que cualquier creencia nos pueda separar.

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[Escoger hacer este libro] Ha supuesto enriquecimiento personal y la incorporación de un tema y una disciplina que me acompañarán de por vida.

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Escribir a mano me ayuda para encontrar silencio y ordenar el pensamiento.

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La transición del ruido al silencio es una transición del alma.

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Ante el que está sumido en el dolor sí que me pongo las ropas curiales, permítame.
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Dios, con su sufrimiento, no dignificó el dolor por el dolor, dignificó al que lo padecía.

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El hecho de que aprendamos mientras padecemos, nos hace creer que el dolor es el maestro. No.

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Confundimos a la persona que padece el dolor con el dolor que padece, y este error nos impide acoger a la persona en su totalidad.

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