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Joaquín Reyes: «Mi inspiración nace de un impulso sincero hacia la chuminada»

Desde aquellos Muchachada Nui, La hora chanante o Museo Coconut ha llovido. Sus protagonistas, “gente muy talentosa”, siguen siendo amigos, aunque cada uno lleva ya su carrera de forma independiente. Joaquín Reyes y Ernesto Sevilla han tenido oportunidad de volver a juntarse. Otros siguen más hacia la interpretación, como Julián López y Raúl Cimas, y otros se han orientado hacia la dirección.

Joaquín Reyes, protagonista de esta charla, ha vuelto también a sus orígenes, sus estudios de Bellas Artes, y la ilustración ocupa ya muchas de sus quehaceres profesionales. El creador de Enjuto Mojamuto es ilustrador, guionista, presentador, actor, Dj… y escritor. Subidón (Blackie Books) es el título de su novela, inspirada por personajes de las novelas rusas de las que es un absoluto enamorado. En septiembre del año pasado dijo adiós a la gira Festejen la broma, su vuelta al monólogo por todos los teatros de España acompañado de Braulio; un pequeño número de ventriloquía, pero sin hablar con la glotis, “a la pata la llana”.

Estos humoristas de talento albaceteño ya han entrado en el cuadro de honor de la antología del humor español. Han logrado que un sinfín de expresiones, muchas del vocabulario manchego, hayan calado en nuestro lenguaje con absoluta normalidad, desde “a cascoporro”, “pecho palomo”, “mangurrián” a “tontaco” o “a cholón”, que tenemos totalmente interiorizadas. Confiesa que su inspiración, “nace de un impulso sincero hacia la chuminada”, y no cree que haya cambiado mucho la forma de hacer humor: “puede que haya cambiado en la forma, pero no en el fondo”.

Si ellos han perseguido la chorrada como si fueran buscadores de oro, confieso que conseguir que Joaquín Reyes encontrara un hueco para esta conversación ha sido como encontrar una pepita de oro, ya que no tiene un minuto libre, ocupado en numerosos proyectos (¡una muy buena noticia para él y para el humor! ¡Qué no falte la risa, que te cura los dolores de cuerpo y alma!).

Empezamos directos, cortita y al pie, ¿Qué es el humor?

Decía Szymborska, la poeta polaca premio Nobel de literatura y fumadora empedernida, que el humor era el hermano pequeño de la tristeza; me parece una manera muy bonita de definirlo.

Lo gracioso y lo importante del tema es que el humor no está justo donde se ve, sino donde menos se le espera…

El humor tiene mucho de inesperado y de disparate y eso, principalmente, es lo que lo hace hilarante. Aunque, cuando intentamos atribuirle unas cualidades, solemos obviar que hay muchos tipos: negro, blanco, físico, costumbrista…

Y de esto sabe mucho usted, que ha sabido siempre buscar la risa (junto a sus compañeros) en cualquier detalle de un personaje o situación…

Nosotros hemos perseguido la chorrada como si fuéramos buscadores de oro.

Que los españoles tengamos sentido del humor es un tópico, dice Javier Cansado. Nos gusta mucho reírnos y el cachondeo, pero no tenemos sentido del humor, dice. ¿Coincide con él?

Siento contradecir a mi admirado Cansado, pero creo que tenemos mucho sentido del humor; cómo se explican, si no, figuras como Gila, que mezclaron de una manera tan original costumbrismo y absurdo, con enorme éxito.

A ver, tipos de humor y de humoristas sí tenemos. Ya en el prólogo de Niebla leemos a Miguel de Unamuno que, “lo que se llama por ahí humorismo ni ha prendido en España apenas ni es fácil que en ella prenda en mucho tiempo. Los que aquí se llaman humoristas son satíricos unas veces y otras irónicos, cuando no puramente festivos”…

En ese prólogo tan juguetón, el propio Unamuno, de una manera bastante socarrona, está dando a entender lo contrario de lo que dice.

Vamos, que Unamuno tenía claro que existían diferencias entre los conceptos de humor, sátira, ironía o la simple broma, y que esto del humor y sus variantes viene de lejos…

Claro, el humor tiene muchas caras —como decía antes— y a mí particularmente no me gusta denostar ninguna porque muchas veces se hace con una intención bastante clasista.

Que el humor es cosa seria ya lo sabíamos cuando nos enteramos en filosofía que Platón lo “prohibió” en La república, “ya que distraía a las gentes de las cosas importantes y los sentidos se aflojaban y se relajaba el personal demasiado”; vamos, que debían mantener templanza y equilibrio. Qué tensión, ¿no?

No soy muy platónico; prefiero a Diógenes de Sinope, justamente porque su filosofía incluía el humor. Nuestra tradición humorística occidental viene de los cínicos.

Y qué absurdo cuando de pequeños nos pillaban muertos de risa y nos soltaba el profesor/a “a ver, López ¿Por qué no nos dice de qué se está riendo y así nos reímos todos juntos?». Digo qué absurdo porque el humor tiene que ver con la inteligencia, sin embargo en el colegio se trataba como algo menor, cuando estimula la observación, la creatividad… Le pasó alguna vez, imagino

Muchísimas, soy muy risueño: la risa anida en la boca del necio.

Lo fundamental del humor es que te rías, con una cosa u otra, pero que te rías, eso está claro. Hay dos tipos de humoristas: el que refleja el mundo actual cuyo trabajo tiene que ver más con la parodia, y el que te cuenta su experiencia propia y el modo en el que él ve ese mundo, ¿con cuál se queda?

Existe, efectivamente, un trabajo más observacional y otro —más sincero— que nace de la experiencia. Como soy muy catacaldos me gustan ambos.

Parafraseando a Gil de Biedma, ¿Cuándo se dio usted cuenta de que lo suyo con la risa iba en serio?

Que me dedicara a esto profesionalmente fue un feliz accidente; mi vocación era dibujar. Lo que sucedió es que la vida me ofreció una oportunidad maravillosa y me subí a ese tren —¿qué os parece esta colección de frases de todo a cien?—.

¿Le cuesta que le tomen en serio?

En general a los humoristas nos tratan con bastante cariño. La gente ve en nosotros a un amigo cercano que les alegra la vida.

¿La actualidad de los últimos años y meses da para argumentar cualquier propuesta cómica? Reconozca que hay días que cuesta reconocer si lo que ha dicho un político es verdad o está sacado de un programa de humor…

Hay mucho intrusismo laboral en la política.

Un humorista, como un artista, ¿debe o suele buscar en las crisis para crear?

En mi caso no; mi inspiración nace de un impulso sincero hacia la chuminada.

Si hablamos de referentes del humor en España hay que incluirle a usted y a sus compañeros de Muchachada Nui. Ya forman parte de una generación. ¿Da vértigo mirar atrás y ver el camino recorrido?

Dicho con humildad, nunca pensé que fuéramos a formar parte de una genealogía del humor. Y, por supuesto, es muy halagador que la gente recuerde y valore nuestro trabajo.

¿Ha cambiado mucho la forma de hacer reír?

Esencialmente no, puede que haya cambiado en la forma, pero no en el fondo.

Usted es hoy un poco como esas navajas suizas que sirven para todo: teatro, monólogos, escribe guiones y, si sumamos su formación en Bellas Artes, también suele recibir encargos de ilustración…

Me siento muy afortunado porque he podido desarrollar muchas facetas creativas pero, lo he dicho muchas veces, lo que más me realiza es dibujar.

Recuerdo que llevó a cabo la presentación de un concierto (Conciertos Canallas) con la Orquesta Sinfónica de Murcia que alegró el espíritu y el alma de los que allí se reunieron. ¿Qué tal la experiencia…?

Soy muy melómano y cuando la sinfónica de Murcia me hizo esta propuesta sólo pude responder: ¡Acho! ¡Claro que sí, pijo!

Terminó la gira con Festejen la broma. ¿Con qué frase o argumentario de Braulio se quedaría?

“Las feministas son mujeres que se quitan las bragas a pedos”, Braulio dixit.

Celebró también el Bloomsday Madrid-Dublín. Encontramos a Joyce en Borges, en Cortázar, en Lezama Lima, en la música, en el cine, en la cerveza, en los caballos… ¿Cómo comenzó esta afición por Joyce?

Cuando estudiaba en la facultad de Bellas Artes de Cuenca, compuse un rap con un fragmento del Ulises —afortunadamente no quedó registrado—; allí nació mi amor por el escritor irlandés.

¿Qué busca usted en los libros que lee?

Principalmente ideas que poder copiar —sin que se note—.

¿Qué libros hay en su mesilla de noche?

¡Uf, muchos! Últimamente llevo varios en danza: uno sobre los milenaristas medievales, otro sobre los patafísicos, Travesía de Madrid, de Umbral, un poemario de Novalis…

¿Cuántos suele leer?

Unos veintitantos libros al año.

¿Qué géneros le divierten más leer / cuáles evita?

Últimamente leo mucho ensayo y no me gusta nada la novela negra; le tengo mucha manía.

Sé que es un absoluto enamorado de la literatura rusa, las novelas rusas. ¿De dónde le viene este gusto y qué recomendaría?  

Compré Sacha Yegulev, de Leonidas Andreiev, en la cuesta de Moyano e inmediatamente me sumergí en su lectura sin saber que caería en una espiral de locura eslavófila. Recomendachione: El amor de las abejas obreras de Aleksandra Kollontái.

¿En quién confía la opinión a la hora de que le recomienden un libro: un crítico, un librero, un amigo…?

Los libreros —esa gente maravillosa— me han mostrado mundos ignotos.

¿Qué libros sorprendería a la gente encontrar en su estantería?

Quizá, Gracias y Desgracias del ojo del culo, de Francisco de Quevedo.

¿Quién es su héroe o heroína preferida de ficción? ¿Y su villano favorito o antihéroe?

Heroína: La Margarita de El Maestro y Margarita, de Bulgákov.

Villano: Patrick Bateman.

Tiene la oportunidad de organizar una cena con literatos, artistas… ¿Qué tres escritores, artistas o creadores, vivos o muertos, invitaría su cena?

A Kurt Vonnegut, a Natalia Ginzburg y a Yoko Ono.

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