–
Siempre que Jesús se pone faltón damos un respingo travieso y atendemos. Cuando habla de «esta generación perversa» estaba generalizando mucho. La hipérbole es llamativa y divertida, pero no exacta. A esa generación pertenecía, más o menos, María, sin duda Juan Bautista, Juan Evangelista, el centurión de la fe rocosa, Bartolomé, israelita de una pieza, José de Arimatea y Él mismo, perfecto hombre.
–
Es tentador –por eso no lo puse en Gracia de Cristo– saltarse las bardas de la hipérbole para traerme el agua a mi idea de que sólo hay dos edades, como decía Mario Quintana, la de estar vivos y la de estar muertos. Mi tentación es sostener que Jesús lo que ve perverso no es la suma de sus miembros ni, mucho menos, a éstos tomados de uno en uno, sino el procedimiento generacional. O sea, la generación es perversa como generación. Esto es, como mecanismo de anular las individualidades y de enfrentar, por razones cronológicas, a unos contra otros. Cuando visito la universidad, especialmente si es la mía, me rebelo más contra un sistema de generaciones como de castas cronológicas que me aleja de esos alegres estudiantes. A pesar de mi excusa, reconozco que es llevar las cosas muy lejos y, por eso, no llevé esta reflexión al libro. Pero, como vacuna a tanto discurso generacional, estas palabras de Jesús (Lc 11, 29) no dejarán, una sonrisa, de venirnos muy bien, como todas las suyas.
–
[El cuadro es de Clara Borges.]