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Quique ve el anuncio de la entrevista en Canal Sur Cádiz y me dice, muy serio: «Parece que ya estás dentro».
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Quiere tal vez consolarme del duro asesoramiento de esta mañana. Es mi spin doctor. Me encontré con un viejo amigo en la playa. Quique estaba a mi lado, atento y silente. El viejo amigo me cuenta que la derecha española es irremediable, que tiene un chat de cuestiones públicas y que los peperos y los voxeros del chat llevan dos semanas tirándose los trastos a la cabeza, hasta que al final los peperos han echado del chat a los otros, pero siguen rajando en ausencia. Yo le he dicho que es verdad, pero que hay que reconocer que son los del PP los que han generado una rarísima fobia contra Vox, que parece a menudo más intensa que su crítica a Sánchez, más irracional y menos táctica. Mi amigo asiente. Y yo me voy tan satisfecho.
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Cuando estamos a veinte metros, mi hijo me dice que no ha querido cortarme en público, pero que no lo vuelva a hacer. «¿Qué?», le pregunto. «Rajar del PP en estas circunstancias. Siendo tú de Vox ya, si hablas mal del PP, le estás dando la razón, porque entonces también los de Vox (tú) rajan del PP». Me he quedado pasmado. Y he pasado a explicarle las aporías de Zenón.
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