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ENTREVISTA

Xavier Pericay: «La II República nunca aspiró a ser un régimen para todos»

Ramón María del Valle-Inclán afirmaba al periodista Francisco Lucientes en los albores de la II República que el problema de España, “el mal”, es que nuestra política “no fue nunca intelectual”. Existen excepciones, claro, y una de ellas es Xavier Pericay (Barcelona, 1956); excelente filólogo e historiador -especializaciones que no siempre mezclan bien- que ha hecho una labor necesaria a la hora de recuperar escritores y periodistas olvidados por los extremistas habituales. La mayoría de ellos, para su desgracia, no leerán este fino libro que es `Una Generación Viajera: Cuatro periodistas y la República´ (Athenaica, 2022).

¿De dónde viene tu interés por estos periodistas viajeros? ¿Su visión cínica de la política? ¿Su inveterado centrismo?

No creo, la verdad, que su visión fuera generalmente cínica –en todo caso, escéptica–, ni su centrismo inveterado. Es una generación marcada por un liberalismo cierto: los cuatro que destaco, pero también Eugeni Xammar y Augusto Assía. Esto no era muy habitual en el periodismo de entonces. Lo habitual era que fueran periodistas de trinchera, o muy de izquierdas o muy de derechas. Sobre todo, en los 30, pero ya desde finales de los 20… Y, en fin, eran grandes periodistas, en todos los sentidos.

Pedro Sainz Rodríguez, que citas de pasada en libro, era todo menos liberal…

Es verdad, aunque después de la guerra civil sí puede considerarse como tal. Sainz era un filólogo y editor metido a político, como tantos intelectuales, que llegaría incluso a ser ministro de Educación con Franco cuando la guerra. Terminada esta, su fe monárquica le llevó a exiliarse voluntariamente en Portugal. Tuvo una relación muy estrecha con Camba, y también con Gaziel, aunque en este caso ya en los años 40 y 50.

Miguel Mihura y sus amigos tienen una revista en la II República de nombre Gutiérrez donde en junio de 1931 se publica una viñeta en la que un viajero recién llegado es requerido por un montón de conserjes de establecimientos con nombres de distintas tendencias políticas para que se hospede en uno de ellos. Y él va y responde que quiere ir “por su cuenta” ¿Es válido esto con estos periodistas de tu libro?

En parte sí. Todos eran demasiado individualistas para aceptar el gregarismo que supone adscribirse a unas siglas. Aunque de ahí a ir completamente por su cuenta…

Es ese liberalismo de pequeño burgués en capitales. Algo muy Pla, por otra parte…

Bueno, más propio de Chaves Nogales, diría yo, que se definía a sí mismo, en el célebre prólogo de A sangre y fuego, como “un pequeño burgués liberal”. Pla, por más que hubiera corrido mundo, tenía también un punto de vista de hombre de campo, que no sólo no le abandonó jamás, sino que él mismo cultivó como parte del personaje que fue creando, sobre todo en la posguerra.

¿No se arrepintieron Pla, Gaziel o Camba de haber apoyado a los golpistas? Muchos derechistas de primera hora esperaban una dictadura de apenas meses y una vuelta cercana al sistema constitucional.

En la medida en que lo que vino luego no era lo que esperaban, probablemente. Pero los dos primeros, al menos, no tuvieron demasiadas opciones. Huyeron de Cataluña en los primeros compases de la guerra para salvar el pellejo. Y a ambos les mantuvo Francesc Cambó en el exilio a cambio de distintos trabajos. El caso de Camba es distinto. Estaba fuera de España cuando el golpe del 18 de julio y no dudó en apoyar la España nacional. Los tres eran gente de orden, nada partidarios de revoluciones. El cuarto del grupo, Manuel Chaves Nogales, era el más republicano, por así decirlo. De todos modos, también se vio forzado a huir para salvar el pellejo. En su caso, huyó tanto de los revolucionarios de izquierda como de los golpistas de derecha.

Quiero que me comentes el tema de los protectores de estos periodistas. ¿No era todavía el periodismo en la II República bastante poco profesional? Parece más un sistema de favores que de talento, algo más del XIX que del XX

La relación entre el periodismo y la política, al igual que con la empresa, ha sido siempre estrecha. Cambó y March, dos de esos protectores, acaso los principales, eran políticos y empresarios. Y como es natural, velaban por sus propios intereses, no por el interés general. Pero esa dependencia se daba sobre todo en Pla con respecto a Cambó.

Lo interesante es que, a pesar de esto, las crónicas de Pla en la II República no son muy partidistas. Deja respirar a los textos…

Depende. Él hace su trabajo, pero escribe para un periódico de partido, La Veu de Catalunya, órgano de la Lliga de Cambó. Si está en Madrid como corresponsal, debe atender ante todo a lo que hacen o dejan de hacer los políticos de ese partido, y ello se refleja en sus crónicas. Es interesante comparar esas crónicas, de alcance telefónico -de un día para otro-, con lo que él escribe en su libro Madrid. El advenimiento de la República, pero en particular con una serie de artículos que publicó en Las Provincias. En estos, al no existir vinculación entre periódico y partido, el distanciamiento es mayor.

¿Es su visita a la Asturias posterior a la Revolución del 34 lo que cambia la visión de Josep Pla sobre la República?

No del todo. El escepticismo de Pla es bastante anterior. La victoria del centroderecha en las elecciones del 33 recompone un poco su confianza en el régimen, pero la Revolución de Asturias y el golpe de Estado en Cataluña le devuelven a la realidad. Los procesos revolucionarios a Pla le daban verdadero pánico…

¿Son Gaziel y Pla los periodistas más conservadores del grupo? Fueron, además, los más tejedores de contactos. Lo que llaman “networking” ahora…

¿Los más conservadores? Más que Chaves, seguro. Sobre Camba resulta difícil opinar, aunque la política y los políticos republicanos, es verdad, contribuyen a derechizarlo. Pero contactos tenían todos. Y alguno tan singular como Pedro Sainz Rodríguez, que en las postrimerías del régimen llega a ir con pistola a las Cortes…

Sainz Rodríguez es todo un personaje: Anson, que lo conoció, contaba que iba al cine y cogía dos butacas. La suya y aquella del de adelante.

(risas) Es que era un hombre muy bajito. Pero, anécdotas aparte, fue el gran valedor de la obra de Camba. Además, como tenía dinero, cuando los gobiernos de Azaña le censuraban a Camba sus artículos en aplicación de la famosa Ley de Defensa de la República, Sainz se los pagaba de su bolsillo aunque no se hubieran publicado. En cierto modo, lo mantenía.

¿Fue Pla uno de los pocos en darse cuenta de la gravedad de los hechos en el 36? Sus crónicas parlamentarias anteriores al golpe son excepcionales, ve cómo la situación social se va enrareciendo…

Sí, pero no es el único. Gaziel, por ejemplo, ya en el 33 escribe un artículo titulado “Esto acabará mal”. Chaves identifica muy pronto a los enemigos de la República con los comunistas y los anarquistas. Y Camba nos deja un libro entero, Haciendo de República, publicado en 1934, que es todo un presagio.

Cuéntame aquello de Pla en Marsella espiando barcos para los sublevados del 36, que no se sabe si lo hacía en serio o en broma…

En realidad, esto se ha magnificado, no hay para tanto. Pla no era lo que se conoce como un espía. Pero sí lo hacía en serio, claro. Parece que una de las organizaciones financiadas por Cambó en el extranjero le encargó el trabajo de anotar los nombres de los cargueros que presumiblemente colaboraban con el bando republicano y él se sentaba en una terraza del puerto de Marsella e iba anotando.

¿Cómo pudo sobrevivir Gaziel en la dictadura? Nunca tuvo un perfil bajo, como Pla, y comentas en una de las mejores citas del libro que los militares golpistas le amenazaron con el fusilamiento si volvía.

Esto último lo cuenta Augusto Assía en un artículo. Estando ya en el exilio, Gaziel le pide a Assía, que se había adherido al bando de los alzados, que traslade a los responsables de prensa franquistas su disposición a volver. Y al parecer Juan Pujol, que había sido director de Informaciones y era entonces responsable de la oficina de prensa del bando nacional, le contestó a Assía que le dijera a Gaziel que si se le ocurría cruzar la frontera lo primero que se encontraría sería el piquete de ejecución.

Quiero comentar un tema legislativo en la II República antes de tratar a Camba y Chaves Nogales, ¿Perseguía la Ley de Defensa de la República la libertad de prensa? El apoyo de los Luca de Tena, editores de ABC, al golpe tiene mucho que ver con los continuos cierres de su imprenta.

Es evidente que la perseguía; para eso se hizo en parte la ley: para poder castigar a la prensa monárquica y de derechas en general con sanciones y cierres de cabeceras. Como en una dictadura cualquiera, donde la libertad de expresión y opinión están prohibidas o, cuando menos, vigiladas. Dicha ley responde a lo que fue el espíritu de la República: uno de sus grandes problemas es que nunca aspiró a ser un régimen para todos, sino solo para los republicanos. Azaña promueve esta ley partiendo del convencimiento de que en la nueva España no tiene cabida ningún monárquico, incluyendo los periódicos.

Lo curioso, lo afirma José María Marco en su reciente biografía, es que esta idea de Azaña de República es opuesta a su inspiración: la III República francesa. Esta integró a los monárquicos…

En España no fue así, en efecto. Todo se radicalizó muy pronto, a un lado y a otro, ya con las medidas tomadas por los primeros gobiernos de Azaña. Volviendo a Luca de Tena, es normal que, siendo el propietario del periódico de mayor tirada monárquico y católico de toda España, al encontrarse a las primeras de cambio con leyes que laminaban, y de qué modo, sus derechos, viera aquel régimen como un impedimento, como un verdadero obstáculo a sus intereses, políticos, religiosos y empresariales.

¿Por qué no le dieron una embajada a Camba iniciada la República? Había sido un gran propagandista de esta en tiempos primorriveristas.

No tengo ni idea. Aunque él, en sus artículos, no manifestaba tampoco un republicanismo claro… Quizá fuera precisamente por eso, porque no se fiaban.

Es como un ideal para él; algo abstracto…

A Camba le hubiera encantado ser embajador: el ideal de su vida era alejarse de España. Estar lejos, pero con un buen sueldo evidentemente. Su ideal era este y trabajar poco, ya que desde muy joven era uno de los periodistas, lo recordábamos antes, mejor pagados de España. Cuando ve que a sus compañeros de café o de tertulia les dan un premio, embajada o cargo oficial, se siente discriminado. Ahora bien, esos compañeros habían hecho seguramente más méritos que él para ser premiados. Lo que a Camba le resulta inconcebible es que no le haya tocado ni siquiera la pedrea…

Esto se llamaba en el siglo XIX “turrón gubernamental”

Pues sí. En eso consistió para algunos. Además, cuando se proclama la República Camba no está en España, está en Estados Unidos.

Se encuentra redactando las crónicas que darán pie al brillante libro La ciudad automática sobre Nueva York

Sí. Llega a España un par de meses más tarde.

Se juzga a Camba como el «rey de las pequeñas cosas», pero ¿no es esta incapacidad de grandes temas la que le permitió sobrevivir a la guerra civil? ¿no es en cierto sentido cobardía?

Bueno, los artículos de Camba durante la guerra civil, en el ABC de Sevilla, son magníficos. Nada de pequeñas cosas. Ni tampoco en los de Haciendo de República. No, no creo que fuera eso lo que le permitió sobrevivir, sino el hecho de hallarse a salvo, fuera de España, cuando el golpe. El azar.

¿No es la cita de Camba respecto a los camareros “fuera de su función» referente a la II República muy políticamente incorrecta ahora?

Lo que dice Camba en Haciendo República –supongo que te refieres a este pasaje– es que “en el restaurante, (…) nadie, ni los camareros ni el público, tiene un verdadero concepto de su función”. Camba pedía a sus lectores que no le tomaran ni completamente en serio ni completamente en broma. Detrás de sus palabras está siempre, además del humor, la realidad, los hechos. Es verdad que la República supuso un cambio en las costumbres, en las relaciones sociales, en las jerarquías mismas. Y este sería un ejemplo de ello.

Quiero pasar ahora al Chaves Nogales inspirador del diario Ahora ¿Fue tan importante en el panorama periodístico republicano? Publicó a casi todas las firmas intelectuales «centristas», junto al inicial El Sol

Chaves tuvo un papel del que traté en mi libro anterior, Las edades del periodismo (Athenaica, 2021), y que considero fundamental: modernizó el periodismo español entre finales de los años 20 e inicios de los 30. Esto tenía dos patas: la de la opinión, donde congregó a las mejores firmas, y la informativa, donde apostó decididamente por un género, el reportaje, y en menor medida por la crónica y la entrevista. Hizo en Ahora lo que ya había ensayado con éxito en Heraldo de Madrid. Pero, además, y esto también es de suma importancia, predicó con el ejemplo. Basta leer lo que escribió estos años.

Chaves Nogales se va de España en noviembre del 36: ¿no se fue por la represión del bando republicano en el Madrid de Paracuellos? Todo centrista estaba en la diana de las juventudes de los partidos de extrema izquierda en esas «matanzas de noviembre” de la guerra civil.

Lo más probable es que Chaves hubiera dejado ya Madrid cuando las matanzas de Paracuellos. Pero antes había habido otras, empezando por la de agosto en la cárcel Modelo. Y los paseos eran cada vez más frecuentes. Chaves se va cuando parece que falta poco para la entrada en la capital del ejército de Franco. Pero tampoco se había sentido seguro en los meses anteriores, ejerciendo como “compañero director” de Ahora. En el prólogo de A sangre y fuego afirma que “había contraído méritos bastantes para haber sido fusilado por los unos y por los otros”. Parafraseando a Chaves, yo diría que todo centrista, por usar tus palabras, estaba en la diana de los unos y de los otros.

Quiero volver a los años 20. ¿Son las entrevistas de Xammar y Pla a Hitler cuando el putsch de la cervecería en Baviera, reales?

Lo dudo. Hay muchos elementos que invitan a creer lo contrario. El más notorio, tal vez, el hecho de que, tratándose de algo periodísticamente tan relevante, dada la trascendencia histórica del personaje, no volvieran a aludir a ello en toda su larga vida. Tampoco en lo que escribieron.

Describen muy bien al personaje; comentan lo de su gabardina. Me es difícil, como historiador, negar cierta autenticidad.

Ni Pla, ni Xammar desmintieron nunca haberlas hecho, es cierto… Pero, como decía antes, tampoco se refirieron nunca en lo sucesivo a ellas. Lo que sí es cierto es que estuvieron en la cervecería. De ahí el detalle de la gabardina.

En todos estos periodistas, a excepción de Chaves Nogales, hay una visión cínica de la política que contrasta con las ilusiones que todavía perviven en la mitología de la II República. ¿Se debe a que conocieron países también en tránsito, como la Alemania de Weimar?

Ya me he referido antes a ese supuesto cinismo, que yo más bien llamaría escepticismo. No se debe tan sólo al conocimiento de la Alemania de Weimar; se debe, sobre todo, a que todos habían corrido mundo, conocido otros países, otros regímenes políticos, vivido momentos históricos –Pla, por ejemplo, con la inflación alemana o la marcha sobre Roma–, y disponían de términos de comparación ante lo que estaba sucediendo en los años treinta en España. No se engañaban. Tampoco se engañaba Chaves, por cierto.

¿No falta un representante de la izquierda socialista moderada en este libro? Quizá el periodista Julián Zugazagoitia, aunque creo que no fue viajero…

Dejando aparte lo de viajero –no lo fue mucho, que yo sepa–, lo cierto es que no estuvo en el propósito del libro incluir a ningún periodista de partido y menos con una ideología tan marcada como la de Zugazagoitia, director de El Socialista y, durante la guerra, ministro de Gobernación con Negrín. Y lo mismo vale para cualquier equivalente que pudiéramos encontrar entre las derechas.

Háblame un poco de Ruano, arquetipo de ser inmoral -comprado por los nazis- y excelente prosista ¿es el modelo de periodista amoral de aquellos años? Némesis de todos los anteriores…

Ruano podría estar por edad en esta generación, pero su trayectoria, a partir de los años treinta, le aleja de eso que se entiende por pensamiento liberal.

¿Cómo es posible que la obra de estos periodistas, especialmente Chaves Nogales, fuera ignorada años en las monografías de la II República? ¿Monopolio de los extremos ideológicos historiográficos, Tuñón de Lara o Ricardo de la Cierva, en los 70? ¿Ha leído alguna vez Ángel Viñas a Chaves Nogales?

La última pregunta habría que hacérsela a Viñas. En cuanto a lo demás, existe, efectivamente, un monopolio ideológico, pero también existe un menosprecio del periodismo no comprometido partidistamente hablando. Esos autores no se recuperan, y aun así lentamente, hasta los años en que se reivindica y se asienta el espíritu de concordia de la Transición. Y, de ellos, el que más impacto causa, por su hondura y calidad, es sin duda Chaves Nogales. Andrés Trapiello fue el primero en ponerlo en valor, con toda justicia, en Las armas y las letras.

En los últimos 20 años todos ellos han visto su obra editada y reeditada, algo que era impensable hace tres décadas. Y ello se debe a que son grandes escritores, pero también a que coinciden en esa visión del drama de España y en su apuesta, más o menos explícita, por la concordia. Los cuatro habían sido víctimas del guerracivilismo latente durante la Dictadura. Ahora, cuando la política ha recuperado por desgracia esos tintes maniqueos que no pocos creíamos por fin superados, es el momento adecuado, creo yo, para acercarse a ellos. Para leer, o releer, su obra: su visión es siempre lúcida, sabia y ejemplar.

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