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ENTREVISTA

Vicente Vallés: «Cuando cayó la URSS los grandes escritores de espionaje se quedaron sin contenido»

De un periodista se sabe que es vocacional, de raza, cuando la ‘desconexión’ le es ajena. Vicente Vallés (Madrid, 1963) vive enchufado a la actualidad, tanto que no entiende cuando le pregunto si en ocasiones le pesa estar siempre con la noticia en la boca, con las alertas encendidas. «A mí no me agobia estar conectado; lógicamente, de vacaciones no estoy igual de conectado que trabajando, cuando la conexión es permanente, pero nunca me desconecto al cien por cien, no porque lo sienta como una obligación sino por devoción», señala.

Su rostro está sumamente asociado a esa tensión constante de los Informativos, pero en los últimos años ha compatibilizado los telediarios con los libros. Primero fueron dos ensayos de política internacional (Trump y la caída del imperio Clinton y El rastro de los rusos muertos) y ahora una novela, Operación Kazán, ganadora del Premio Primavera que traslada a la ficción sus obsesiones con los mecanismos del poder mundial.

¿Desde cuándo le ha acompañado la idea de escribir ficción?

Supongo que cualquiera que ha escrito en la vida ha tenido en la cabeza la posibilidad de lanzarse a la ficción. Yo nunca me lo había planteado seriamente y empecé como divertimento para mí mismo, por ver hasta dónde podía llegar y si eso me entretenía y podía construir una historia con sentido. El proceso de escritura de Operación Kazán se fue desarrollando a una cierta velocidad y dentro de mis limitaciones por cuestiones de trabajo, familia, etc, aprovechar ratitos cortos. No tenía claro que la fuera a terminar ni que tendría un premio. Ha superado mis expectativas.

¿Repetirá, entonces?

Es posible que sí. A lo largo de estos meses el contacto con los lectores ha sido muy positivo y enriquecedor, me permite palpar qué es lo que más les gusta, y en muchos casos he percibido que los lectores quieren una segunda parte. Este libro termina de manera abierta, por lo que continuarla es una posibilidad a la que le estoy dando vueltas. 

Su rostro está tan asociado a los Informativos que el paso a la literatura resulta, a priori, un arma de doble filo: por un lado, cuenta con numerosos seguidores de su trabajo que pueden sentirse atraídos por sus libros; por otro, puede haber quien ‘no lo vea’ en un nuevo registro.

Así es, las dos cosas. Lógicamente, a un lector en principio le resulta extraño verme en este papel de escritor de ficción. Parece más natural mi papel en el ensayo periodístico, pero he encontrado mucho cariño por parte de la gente, que me ha dado la oportunidad de ver en qué consistía esto. El feedback ha sido muy positivo, me ha servido para tranquilizarme un poco porque tenía la duda de si lo que escribo entretendría al lector. El primer paso de una novela o de una película o una serie es que apetezca seguir pasando páginas.

Ya sea en ensayo o ficción, el componente informativo, periodístico, está ahí. 

Tiene bastante que ver con las cosas de las que ocupo habitualmente en mi trabajo, no me he salido de ese marco y eso lo aprecia el lector, que considera que tiene sentido que yo escriba sobre los temas que se incluyen en Operación Kazán. Los grandes escritores de novela de espionaje de la Guerra Fría habían sido periodistas como Le Carré o Forsyth. También fueron espías. Yo no soy espía, solo periodista. En buena medida, esta novela es un homenaje a los grandes del género, con los que he disfrutado muchísimo como lector. Me he sumado a una nueva corriente de escritores de novela de espionaje que bebe de aquellas fuentes. Ellos estaban muy centrados en la Guerra Fría y ahora hay otras claves.

Claves que remiten de todos modos a la Guerra Fría. En cierto modo, el contexto no es tan distinto.

Estamos viviendo una nueva Guerra Fría, e incluso hay una guerra caliente en Ucrania, un contexto de espionaje novedoso, con herramientas nuevas, pero que más o menos tiene los mismos contendientes, con el añadido de China. Cuando cayó la URSS los grandes escritores de novela de espionaje se quedaron sin contenido de repente, ya no existía la confrontación entre Occidente y la Europa comunista, así que dejaron de escribir de eso y empezaron a buscar temas, como el islamismo. Ahora volvemos a tener ese enfrentamiento.

¿De dónde le viene ese interés por la política internacional?

Siendo pequeño tuve la suerte de que mis padres fueran amigo de una familia americana y estuve en Estados Unidos a los 11 años y después volví con ellos un tiempo en la universidad. Me empapé de su cultura y sociedad, de la política americana. A partir de ahí la he seguido con detenimiento y al detalle y he cubierto las elecciones en los últimos 30 años.

Donald Trump, a quien usted dedicó un ensayo en 2017 (Trump y la caída del imperio Clinton) ha regresado a la arena política. ¿Cree que volverá a ser presidente?

Lo que está claro es que él quisiera, aunque para decirlo más concretamente está intentando hacernos creer que quiere, no podemos saber lo que está profundamente en su alma. Tendría posibilidades de ganar la nominación republicana, pero no sería el mismo Trump que en 2016 porque está metido hasta el cuello en problemas judiciales, y son decenas aunque solo conozcamos uno, el de Stormy Daniels. Esos problemas le van a salir al paso y le van a ayudar a que los más fanáticos le apoyen y le den más dinero, pero hay un sector republicano y de la sociedad norteamericana que se va a desenganchar de Trump.

Y de Trump a Putin. A la indescifrable política rusa le dedicó usted otro ensayo en 2019: El rastro de los rusos muertos. Después de investigar ese entorno, ¿le sorprendió la invasión de Ucrania?

No me pilló por sorpresa, aunque no puedo decir que la esperara. Lo que está claro es que cualquier lector que en 2019 tuviera ese ensayo en sus manos no se habrá sorprendido de lo que está pasando ahora.

Usted viene de una familia de origen humilde. ¿Qué importancia tuvo la cultura como ‘ascensor social’?

Yo estoy muy agradecido a mis padres porque, aunque ellos no pudieron estudiar porque empezaron a trabajar muy jóvenes, tuvieron mucha iniciativa cultural. En mi casa no falta un periódico y me trasladaron siempre las ganas de aprender. Fue una ayuda fundamental para generar un ambiente de inquietudes culturales.

No parece, sin embargo, que ahora se interprete la cultura como una herramienta de progreso social.

Ahora la cultura en el sentido tradicional (libros, películas, etc.) tiene una competencia muy dura con las cuestiones tecnológicas y las redes sociales, y a veces intentar convencer a los jóvenes de su importancia no es fácil, pero también internet puede ser de ayuda para quienes tienen inquietudes. Ahora es más fácil encontrar contenidos culturales.

El eterno debate: ¿Qué se puede hacer para que los jóvenes lean?

Hay una cosa que suele ser muy importante, y siempre lo ha sido: cuando en un hogar hay costumbre por parte de los mayores de leer, eso al final acaba generando una cierta costumbre en los más jóvenes. El ambiente familiar influye mucho en los más pequeños de la casa.

¿Con qué desconecta Vicente Vallés cuando desconecta, que ya sabemos que no es mucho?

Con el deporte, el futbol, que lo practico cuando puedo. Además, me gusta ir al estadio. Soy del Atleti.

Fotografía: Carlos Ruiz / Contumaz Estudio

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