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ENTREVISTA

Luis García Jambrina: «Unamuno no es un escritor, Unamuno es un mundo»

Luis García Jambrina, autor de Las dos muertes de Unamuno// Foto: Cristina Candel

Unamuno dejó dichas y escritas muchas de las cosas esenciales que había que decir sobre España. ¿Es acaso casualidad que una figura como la de don Miguel reaparezca y cobre de nuevo la importancia merecida como intelectual? No lo creo. Entre tanta irresponsabilidad y tanto despropósito en España, lo más lógico es que un hombre que intentó despertar a su país del amodorramiento se ponga de nuevo, digamos, de moda. España se sigue empeñando en ignorar y no estudiar su historia ¿Es acaso desprecio? ¿desinterés?: “Es pereza, vagancia, negligencia, comodidad… El español “desprecia cuanto ignora”, como diría Machado”, me reconoce Luis García Jambrina.

Hemos quedado para hablar de La doble muerte de Unamuno, libro que ha escrito García Jambrina junto al director de cine Manuel Menchón. Una apasionante pesquisa en torno a las oscuras circunstancias que rodearon la muerte de una de las figuras más controvertidas y fascinantes de la España reciente. Su punto de partida es la exhaustiva investigación llevada a cabo para la realización de la película documental Palabras para un fin del mundo, con el propósito de ampliarla, profundizar en ella e ir más allá. El resultado es un contrarrelato que, por un lado, desmonta y desenmascara la versión oficial de los hechos, construida sobre el relato del único testigo, y, por otro, demuestra que Unamuno fue objeto de una operación propagandística por la que los sublevados pretendían apropiarse de su figura y secuestrar su memoria y su legado. Pienso en esa época y cuánta tristeza. Qué derrota de la inteligencia todo aquello.

Me cuenta que su único reino particular es la escritura, “fuera de ahí no soy nada. Cuando me meto en la novela que estoy escribiendo soy el rey de un territorio imaginario e infinito. Mis novelas pretenden ser una invitación a seguir leyendo y aprendiendo de forma amena y apasionada”. Porque la novela histórica tiene un valor añadido con respecto a otro tipo de novelas “y es su función didáctica. Se trata, como decían los clásicos, de instruir deleitando. Por eso es tan importante el proceso de documentación”. Pozuelo Yvancos, catedrático de Teoría de la Literatura de la UMU y crítico literario, ha resaltado sobre Garcia Jambrina su lenguaje, la naturalidad expresiva, “el aire de época pero que en absoluto suena como un pastiche de época o algo rancio ya que utiliza un lenguaje muy cuidado”.

El autor de la serie de Los manuscritos del pesquisidor Fernando Rojas, formada por El manuscrito de piedra, El manuscrito de nieve, El manuscrito de fuego, El manuscrito de aire y El manuscrito de barro es, desde bien joven, muy aficionado a la novela policiaca, tanto la de enigma como la negra. Las aventuras de Sherlock Holmes, de Conan Doyle, y El nombre de la rosa, de Eco… Pero sus referencias son también la literatura clásica española y, de manera especial, La Celestina y la novela picaresca, “que para mí son un antecedente de la novela negra”. Le insisto en la razón por la que en España se apuesta tan poco por las Humanidades, “porque no interesan, pues son el último reducto de la libertad, la única forma de resistencia que nos queda frente a la barbarie política y tecnológica”.

Profesor titular de Literatura Española en la Universidad de Salamanca, doctor en Filología Hispánica y máster en Guión de Ficción para Televisión y Cine, miembro de la Comisión Asesora de la Casa-Museo Unamuno y director de la revista Cuadernos de la Cátedra Miguel de Unamuno. Ha publicado además En tierra de lobos, una novela negra cuya protagonista Aurora Blanco está inspirada en la reportera de sucesos Margarita Landi; La sombra de otro, un relato de la vida de Miguel de Cervantes y en septiembre llegó a las librerías una nueva edición con el doble de cuentos que la primera y alguna sorpresa que otra de uno de sus libros más reseñados: Muertos S.A. “Trato de escribir aquellos libros que a mí me gustaría leer, pues me sigo considerando básicamente un lector, alguien que escribe para devolverle a la literatura una pequeña parte de lo mucho que la literatura le ha dado a lo largo de su vida”.

A vueltas con Unamuno siempre en España. No le dejamos descansar. ¿Una de las razones podría ser que existe en el ambiente una cierta nostalgia por la figura de un gran pensador y un anhelo de intelectualidad?

Unamuno fue el gran intelectual de su tiempo en el sentido pleno y fuerte de la palabra. Ahora estamos huérfanos de intelectuales. Por eso muchos sentimos una gran nostalgia de figuras como la de don Miguel, de personas que no se limiten a defender intereses e ideologías, que se atrevan a pensar libremente y a decir lo que piensan, de intelectuales valientes, independientes e insobornables. Yo creo que Unamuno está ahora de más actualidad que nunca.

Por otra parte, Unamuno es un autor ligado a los avatares de la España de los siglos XIX y XX, ¿cómo no vamos a ocuparnos e interesarnos por él significando esto interesarte por cuestiones en pleno debate?

Unamuno no es un escritor, Unamuno es un mundo. Cultivó todos los géneros, se interesó por todo tipo de asuntos. Nada humano -ni divino- le era ajeno. Participó, además, de forma muy activa en la vida pública, en la universidad, en el ayuntamiento, en la política nacional e internacional. Mantuvo correspondencia con centenares de interlocutores. Vivió a caballo entre el siglo XIX y el XX, treintaiséis años en cada siglo. Pero sigue más vigente que nunca. Sus libros anticipan muchas cosas; muchos de sus artículos parecen escritos hoy. Ha sido nuestro intelectual más perspicaz y valiente.

¿Cómo surge esta colaboración con Manuel Menchón?

Yo conocí a Menchón en una mesa redonda sobre Unamuno. En ella mantuvimos posiciones enfrentadas. Por entonces, él estaba metido de lleno en su documental, Palabras para un fin del mundo. Gracias a la intervención de Ricardo Rivero, el rector de la Universidad de Salamanca, que nos puso luego en contacto, comenzamos a hablar de la posibilidad de hacer un libro a partir de toda la documentación que Menchón había ido recopilando y que se iba a quedar en el tintero o sin desarrollar como es debido, pues en la película la muerte de Unamuno ocupa sólo una cuarta parte. Se trata, pues, de una profundización y una ampliación de lo planteado en el documental. Durante el proceso de escritura, disfrutamos de una gran sintonía, a pesar de que nos movemos en ámbitos muy diferentes y pertenecemos a generaciones muy distintas. Pero compartimos la pasión y la admiración por Unamuno.

¿A qué dos muertes se refieren?

Por un lado, a lo que llamamos la muerte física, la que tuvo lugar el 31 de diciembre de 1936, en circunstancias poco claras; por otro, a lo que llamamos la muerte simbólica, más trágica, para don Miguel que la muerte física, pues los falangistas secuestraron, en primer lugar, su cadáver y monopolizaron las honras fúnebres y, en segundo lugar, su figura, su memoria y su legado. Esa muerte simbólica empezó en la tarde-noche de su muerte, pero se prolongó durante varias décadas.

Unamuno era un hombre que dudaba y eso ya merece todos los respetos. Un intelectual con aún hoy muchos detractores. Sin ir más lejos, todavía se escucha aquello del “bostezo” cuando fue un hombre que intentó despertar a los españoles para no seguir anestesiados…

La duda era para él el motor del pensamiento y del conocimiento. Unamuno no tenía ideas, no tenía creencias y, desde luego, no tenía prejuicios; su pensamiento estaba en continuo movimiento. Nunca se detenía. Nunca coagulaba en una idea. Por eso resulta tan indefinible e inclasificable. Sin embargo, fueron muchos los que trataron de llevárselo a su causa y servirse de él, debido a su gran prestigio internacional; entre ellos, los falangistas. Pero Unamuno no se casaba con nadie. Era un solitario, un ser único en su especie, un independiente.

No destripamos nada de la historia del libro si aclaramos si mataron o no a Unamuno, pues ustedes lo dejan abierto al lector. Pero sí invitan a una reflexión…

A diferencia de los que se dedicaron y se dedican a manipular a Unamuno, nosotros no nos creemos en posesión de la verdad, no tratamos de vender un relato alternativo. Nuestro libro es un “contrarrelato” que trata de desmontar las mentiras, lagunas e incoherencias de la versión oficial, que nadie ha puesto en cuestión. El nuestro es un libro abierto y un punto de partida, más que un punto de llegada o de cierre. Es una invitación a reflexionar, a dudar a ir más allá de las falsedades y de las apariencias.

Ustedes desean hacer hincapié en su muerte simbólica. Quisieron anular su pensamiento al acabar con él cuando precisamente nos invitaba a: “Mi empeño ha sido, es y será, que los que me lean piensen y mediten en las cosas fundamentales, y no ha sido nunca el de darles pensamientos hechos”…

Esa frase lo resume todo. Nosotros no le decimos al lector lo que tiene que pensar, lo que buscamos es que piense por su cuenta. En el caso de Unamuno, a los fascistas no les bastaba con el hecho de que Unamuno quedara neutralizado o desapareciera. Había que acabar también con su memoria, con su legado, con su pensamiento, con su figura. Y a esa labor se dedicaron personas que estaban ligadas al aparato de prensa y propaganda de los sublevados.

Unión, desunión, mentiras, hechos tergiversados… vamos, una sucesión de fake news en toda regla, las mismas contradicciones que hoy. Ya lo dejó también escrito en su Cancionero poético, “cuando me creáis muerto / retemblare en vuestras manos. / Aquí os dejo mi alma – libro / hombre-mundo verdadero / cuando vibres todo entero / soy yo lector, que en ti vibro…”. Vamos que nos conocía muy bien, lo veía venir…

Ciertamente, Unamuno supo anticipar muchas de las cosas que le ocurrieron y que pasaron en España. Por otra parte, deseaba permanecer después de la muerte, y sabía que la única forma de eternidad era su obra. Él se volcó de lleno en sus libros y estos son los que lo han mantenido vivo, a pesar de que intentaran destruir su legado y su memoria.

Podría ser perfectamente un tuit esto que exclamó en alguna ocasión: “¡Dejen, por Dios –o por el no Dios–, de encasillarme!”. “Aborrezco toda etiqueta”. Si viera lo que existe hoy se vuelve a morir ¡la tercera muerte de Unamuno!

Muchas de las cosas que él denunció se han acentuado. Lo que más le horrorizaría es el poder de las nuevas tecnologías. La esclavitud voluntaria a la que nos someten. Hoy sería más políticamente incorrecto de lo que ya lo fue en su tiempo.

Un visionario: «No hacemos sino representar cada uno su papel. ¡Todos personas, todos caretas, todos cómicos! Nadie sufre ni goza lo que dice y expresa y acaso dice que goza y acaso cree que goza y sufre; si no, no se podría vivir. En el fondo estamos tan tranquilos». Vivimos entre lo verdadero o falso…

Las fake news no son un invento de ahora. El problema es que las nuevas tecnologías todo lo multiplican e intensifican. El exceso de opinión e información, la mayor parte de ella falsa, mata el pensamiento y el conocimiento.

¿La memoria es otra manera de crear, incluso de recrear?

La memoria, desde luego, no es meramente reproductiva. La memoria recrea, deforma o idealiza las cosas. La memoria siempre es interesada. Es lo menos objetivo que hay. Es algo inevitable, pero conviene ser conscientes de ello.

Respecto a Unamuno, Andrés Trapiello decía que, «no hay nadie a quien la lectura de Unamuno deje indiferente. Claro que para ello hay que leerlo…” En este declive intelectual que vivimos en España muchos opinan, pero pocos han leído sobre aquello que opinan. Recuerdo que el propio Unamuno declaró que “cuanto menos se lee, más daño hace lo que se lee”.

Unamuno no deja indiferente, porque nos provoca, nos hace dudar y problematizarlo todo. No ofrece soluciones ni opiniones. Nos invita a pensar y a dudar. Opinar es lo contrario de pensar o razonar. Aquí en España opina todo el mundo, por lo general de forma interesada y visceral. Pero las opiniones no valen nada. Opinar opina cualquiera; pensar con independencia casi nadie.

Desde luego Unamuno vivió en permanente conflicto durante toda su existencia. En palabras de María Zambrano “lo que él vive y significa es un conflicto”. Recuerdo que un columnista de ABC comentó sobre una foto en la que parece se ve a Unamuno subir al coche. “Un señor, de fondo, lo mira; el acto ha acabado, se han dispersado ya, pero su cara conserva una preocupada aprensión”. Ese gesto es lo que en realidad queda tras esa intervención, la preocupación, el ver lo que se vendría después…

Unamuno vivió en lucha constante, para empezar consigo mismo. Era su estado natural. Lo que ocurrió el 12 de octubre del 36 en el Paraninfo de la universidad le costó la vida de una manera u otra. Los últimos dos meses y medio fueron de agonía. Él era consciente de que lo iban a neutralizar; lo que no sabía era cómo ni en qué momento.

De la película que rodó Alejandro Amenábar recuerdo, entre otras cosas, que Franco no iba desencaminado cuando decía la frase: “España siempre está a la gresca”. ¿Por qué siempre que volvemos la mirada atrás la polémica no tardar ni medio segundo en aparecer?

En esto del pasado, se da una curiosa paradoja. Suele decirse que hay que conocer nuestro pasado para no repetirlo. Pero resulta que la única lección que nos da la historia es que todo se repite una y otra vez, como si no fuéramos capaces de salir de ese bucle. En lugar de superarlo, nos dedicamos a imitarlo de una manera u otra. No tenemos remedio.

La historia y sus responsables se han encargado de fijar un relato sobre la muerte de Unamuno que ahora ustedes intentan aclarar. Estamos ante aquello de Goebbels: “Una mentira repetida mil veces termina convirtiéndose en verdad”, una verdad que unos, por vagancia, y otros, por negligencia o ideología, han repetido constantemente. Este libro se dará por bien hecho si al menos consiguen que no se vuelva a repetir toda la parafernalia como la que existe alrededor de García Lorca, entre mentiras y veras y tirándose unos encima de otros la muerte del escritor…

El caso de Unamuno va más allá de Unamuno. Es un caso de libro. Para empezar, es un perfecto ejemplo de la célebre consigna de Gobbels, que aquí en España pusieron en práctica sus admiradores de Falange, y de manera especial el jefe de prensa y propaganda de ese momento, que era Millán Astray. El caso de Lorca es muy distinto. Curiosamente, a Unamuno no lo fusilaron en una cuneta o junto a la tapia de un cementerio porque unos meses antes habían asesinado a Lorca, lo que desde el punto de vista propagandístico fue un tremendo error, que los fascistas ya no volvieron a cometer. A Lorca, su trágica muerte lo convirtió en un símbolo de la barbarie fascista.

No puedo terminar sin mencionar al doctor Núñez, el prestigioso forense que dejó claro “que era imposible dictaminar las causas de su muerte sin haber estado presente en los últimos minutos de vida del paciente o sin hacer una autopsia, que no se realizó”. Hablaba tras leer el informe de una causa sospechosa…

Todo en el relato de la muerte de Unamuno es extraño, oscuro y sospechoso. En nuestro libro, hemos intentado desmontar muchas de las falsedades. En lo que tiene que ver con las cuestiones médicas, hemos recurrido al asesoramiento de Francisco Etxeberria, que es el principal antropólogo forense de este país y sus conclusiones siembran muchas dudas.

Por cierto, ahora que estamos en plena repartición de galardones del premio Nobel, Unamuno que fue diputado de honor y recibió críticas y palos por todos lados tanto de la España de la república como la de Franco, fue propuesto para el Nobel. Se habló de que no le dieron el Nobel por apoyar al fascismo…

Esa es otra falacia tremenda. Fue por todo lo contrario, por ser tan crítico con el fascismo; primero escribió contra Mussolini y luego contra Hitler y el nazismo. Hay razones fundadas para pensar que no le dieron el Nobel por las maniobras llevadas a cabo por diferentes instancias del gobierno alemán. Los documentos no engañan.

Y llegó la muerte de Unamuno. En soledad. Una muerte doble también: física y por lo que significó su soledad, sin los amigos que él consideraba deberían haber estado con él. Marginado…

Tras el 12 de octubre, Unamuno se convirtió en un traidor y en un apestado. Nadie quería saber nada de él, pero no dejaron de utilizarlo y manipularlo. En ese contexto, la muerte física, con ser grave, fue lo de menos. Como a Unamuno no había quien lo callara, pronto se convirtió en un peligro, en una especie de bomba de relojería que en cualquier momento podía estallar. Recordemos que en ese momento Salamanca estaba ocupada por los sublevados. En ella estaba el cuartel de Franco y el aparato de prensa y propaganda. También se habían instalado en ella algunos nazis y fascistas italianos.

Podríamos pasarnos la vida discutiendo sobre lo que dijo o no dijo, hizo o no hizo, pero su pensamiento permanece. Y el mito. Es decir, quisieron eliminarle física y simbólicamente pero con lo que no contaban fue con que crearon un mito “soy un mito que me estoy haciendo día a día, según voy llevado al mañana, al abismo, de espalda al porvenir. Y mi obra es hacer mito, es hacerme a mí mismo en cuanto mito”, avisaba en Yo, individuo, poeta, profeta, mito…

Desde luego era difícil acabar con ese gran personaje que Unamuno había ido construyendo a lo largo de su vida y de su obra. Pero lo cierto es que durante varias décadas estuvo en una especie de purgatorio, rechazado y condenado por unos y por otros, como si fuera un apestado o un traidor. Y todavía hoy hay mucha gente que tiene reticencias hacia Unamuno o que lo sigue considerando un facha o una persona voluble. La propaganda del régimen fascista fue muy eficaz; recordemos que le dieron el nombre de Unamuno a un campo de concentración de Madrid.

¿Pero qué es lo que nos pasa con la verdad? ¿Por qué resulta tan difícil creerla? ¿Por qué, paradójicamente, resulta inverosímil?

Seamos claros y sinceros de una vez. La verdad no le interesa a nadie. Las únicas verdades que interesan son las verdades interesadas y que, por tanto, están de alguna manera manipuladas. La palabra se inventó para mentir, para fingir, para falsear, para disimular, para manipular… Esto es lo que ha hecho que la verdad sea algo sospechoso e inverosímil. La lógica de la mentira es perversa y endiablada. No le basta con engañar, también trata de desprestigiar la verdad.

Me decía usted, en una conversación anterior, que la cultura “de las nuevas tecnologías acabarán con todo, hasta con el ser humano. Perdón por ser tan apocalíptico. Pero no puedo evitarlo”. ¿Continúa con esa visión apocalíptica?

Cada vez estoy más convencido de ello y nunca he deseado tanto estar equivocado. Ya lo veremos al cabo de unos pocos años. Bueno, a lo mejor yo ya no lo veo. Lo siento mucho por mi hija y nuestros descendientes.

¿Por qué nos dejamos manipular, entonces? ¿Por qué somos tan olvidadizos?

Somos seres gregarios y acomodaticios y estamos llenos de miedos. Tenemos una memoria muy frágil y moldeable. Y eso nos hace fácilmente manipulables. Nos hemos entregado a las nuevas tecnologías con entusiasmo, sin pararnos a pensar en el peligro que encierran. Nos estamos entregando de forma voluntaria y entusiasta al enemigo. Pronto seremos esclavos de los algoritmos, y no podremos echarle la culpa a nadie.

En septiembre llegó a las librerías una nueva edición, con el doble de cuentos que la primera y alguna sorpresa que otra, de uno de sus libros más reseñados: Muertos S.A. Nos lleva más allá de nuestra realidad, es decir, nos invita a quitar hierro a las apariencias sociales, las hipocresías y quitamos máscaras a temas que nos obsesionan, entre ellos la muerte. ¿Qué significa la muerte para usted?

La muerte es algo de lo que normalmente no se habla en nuestra vida cotidiana; la mantenemos oculta y apartada de nuestras vidas, como si no fuera con nosotros. No deseamos saber nada de ella; procuramos por todos los medios que no nos estropee la fiesta. Pero, lo queramos o no, la muerte forma parte de la vida y hay que aprender a convivir con ella y aceptarla con naturalidad. En segundo lugar, por el tratamiento que doy a este tema, sin truculencia, sin trascendencia, sin aspavientos, con descaro, con desenfado y, sobre todo, con mucho humor, un humor que está ya presente en el propio título, en la cubierta y en las ilustraciones que aparecen a lo largo del libro. Todo en este libro, hasta lo más sagrado, es sometido al ácido corrosivo de la risa. No deja títere con cabeza. La muerte es mi musa, podríamos decir. La muerte es una gran seductora; nadie se le resiste, se las sabe todas. Yo creo que, de una u otra forma, es el gran tema de la literatura. La literatura nos consuela de la muerte, pero también es un truco para intentar engañarla y tratar de conseguir un aplazamiento, como sucede en Las mil y una noches. Pero al final ella siempre gana. De ello se habla en uno de mis relatos.

El cuento sigue siendo considerado como un género menor, ¿cómo puede ser que sigamos siendo tan poco dados a lo fantástico y muchos te suelten ese dicho ¡son historias de viejas!

Pues están muy equivocados, no tienen ni idea los que piensan así. Los cuentos para mí son como esa droga dura que uno se chuta de vez en cuando y que te produce un subidón que no dura mucho tiempo, pero que crea adicción. La novela, sin embargo, es como esa caña o esa copa de vino que uno se toma tranquilamente todos los días. Alguna vez he dicho también que una novela es como un matrimonio que se desarrolla a lo largo del tiempo y pasa por diferentes fases o momentos, mientras que los cuentos son más bien como una relación intensa, esporádica, pasional y clandestina. Son dos formas de relación amorosa muy distintas, cada una tiene sus exigencias y produce unas determinadas satisfacciones. Por eso vuelvo de vez en cuando al cuento. Tengo mono de él. El problema del cuento es que es un género muy difícil, más que la novela, y no todos los lectores saben o quieren apreciarlo.

Y, también me decía que escribir sobre teatro “era algo olvidado”. Acaba de publicar su obra La última escena, una pieza llena de conflicto, giros, tensión, suspense, humor negro e intriga. ¡Todo un homenaje al poder de la creación!

En La última escena, asistimos al enfrentamiento entre un autor bloqueado y fracasado y un personaje femenino que lucha por existir a cualquier precio. Se trata, en efecto, de un apasionado homenaje al poder de la creación literaria y al teatro como metáfora de la existencia humana. De algún modo, es una versión perversa e invertida del mito de Pigmalión y Galatea y una vuelta de tuerca de la figura de Lady Macbeth, con guiños a Bernard Shaw, Pirandello y La Venus de las pieles, de David Ives, entre otros. De esta forma lo resume uno de los personajes: “Así como para construir hay que destruir, para crear hay que asesinar; en primer lugar, a tus posibles rivales, incluso a ti mismo, si fuera necesario. La creación, amigo mío, es una amante muy exigente; no se detiene ante nada”.

¿Qué es para usted la lectura? ¿Qué es leer?

La lectura es una pasión, una aventura, un placer… Leer es una forma de vivir una doble vida.

Y la literatura, ¿para qué?

Para hacer que la vida sea menos inhóspita y más habitable.

¿Qué busca usted en los libros que lee?

Busco lo que no tengo, lo que me falta, lo perdido, aquello que anhelo o de lo que carezco.

¿Qué libros hay en su mesilla de noche?

Muchos, demasiados. Ahora estoy con el último de Javier Marías, y con un tomo de Los enemigos del comercio, de Antonio Escohotado. Pero hay otros criando polvo.

¿Tiene algún fragmento de una obra ya sea libro, obra de teatro, guion cinematográfico… grabado a fuego en su memoria?

“La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres”.

¿Cuándo suele leer?

Cuando puedo, a salto de mata, en mi sillón, en la cama, en el baño, en los transportes públicos, en un parque solitario, en medio del campo, en una sala de espera, en un café…

¿Qué libros sorprendería a la gente encontrar en su estantería?

Una pequeña colección de libros eróticos y sobre erotismo y varias ediciones de la Biblia, una de ellas del siglo XIX. Soy de los que le ponen una vela a Dios y otra al Diablo.

Tiene la oportunidad de organizar una cena con literatos, artistas… ¿Qué tres escritores, artistas, creadores etc, vivos o muertos, invitaría a su cena? ¿Por qué?

A Fernando de Rojas, para darle las gracias por lo mucho que le debo; a Stevenson, por lo bien que me lo hizo pasar cuando era adolescente; a Unamuno, para preguntarle algunas cosas que me intrigan. Lo que no sé es qué tal se llevarían entre ellos.

¿Cuáles son sus autores literarios preferidos, esos a los que siempre se acerca en busca de estímulos? ¿Por qué?

Rulfo, Borges, Cervantes, Thomas Mann, Claudio Rodríguez, San Juan de la Cruz, Iris Murdoch, Rosalía de Castro, Oscar Wilde, Shakespeare, Conan Doyle, Stendhal, Hergé, la poesía popular, el anónimo autor del Lazarillo… Dentro de un rato, mencionaría a otros. Vuelvo a ellos porque son mi alimento, mi droga, mi bálsamo, mi medicina…

 

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