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ENTREVISTA

César Oliva: «El teatro español si de algo puede presumir es de una tradición actoral impecable»

Su voz es serena y el gesto cordial. Sería imposible resumir en dos líneas lo que César Oliva significa para el teatro español. Ha sabido mirar y vivir siempre el escenario. Catedrático de Teatro de la Universidad de Murcia; fundador y director del Teatro Universitario de Murcia, con el que llegó a montar más de treinta producciones entre 1967 y 1977; director de escena; director de festivales como el Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro del que fue su primer director; asesor de teatros, además de más de trescientos artículos publicados y una veintena de libros sobre historia del teatro y práctica teatral, entre ellos: Historia básica del arte escénico, Teatro español del siglo XX, La última escena y Versos y trazas.

Desde enero es vicepresidente segundo de la Academia de las Artes Escénicas de España, presidida por Cayetana Guillén-Cuervo, de la que dice es «un fenómeno de la naturaleza». Su vida en la Academia está ligada a esta institución desde su nacimiento con José Luis Alonso de Santos, posteriormente con Jesús Cimarro y ahora con Cayetana Guillén-Cuervo: «José Luis puso los cimientos; Cimarro, el primer piso; Cayetana tiene la misión de poner el segundo pero, al paso que va, creo que va a terminar la casa». Habla con auténtica devoción de su profesión, «he aprendido por igual de hombres y mujeres. Soy más de denominarlos ‘maestros’. He tomado siempre mis referentes de mis mayores. Eso que llaman ‘maestrías’. Porque al amor no hay que buscarle grandes definiciones, es el motor absoluto de la vida. Y no sólo el verdadero de tu vida, sino esos pequeños amores: enamorarte de un proyecto, una idea… sobre todo estar en activo y la mente en completa actividad».

Hablo con César Oliva recién llegado de Santander donde se ha celebrado la IV edición de la Escuela de Verano de la Academia de las Artes Escénicas de España y es que, alguna vez, me ha confesado, «vivo en una continua crisis. A veces son pesadas para mente y espíritu, pero no me parece mal vivir en continuo proceso de insatisfacción. No soy persona de un solo proyecto, siempre debo tener proyectos de vida. Pobre del que crea que lo tiene todo hecho y conseguido en esta vida». Hoy hablamos de su más reciente trabajo editorial, Escenarios de mis viajes, en el que recoge con sus acuarelas, lápices y la palabra, toda la belleza que abarca su mirada y su conocimiento del mundo a través de casi los cinco continentes (le falta Oceanía). No es un turista accidental. Saca provecho de las piedras, de las gentes, de la gastronomía… Atento a cada detalle, a la gente, que no deja de sorprenderle, ha disfrutado de ciudades colapsadas de multitudes con palos selfies, instagramers y diferentes tribus urbanas en Nueva York o París a paisajes del desierto; desde vuelos cancelados hasta hoteles previstos para una semana de los que tenías que irte al día siguiente. Y con el recuerdo entre agradable y amargo de los países que visitó poco antes de que vivieran la convulsión y la tragedia de las guerras como Siria o Túnez, «reparo en todo lo que sucedió en este peculiar país al poco de nuestro regreso…».

Y agradece a la vida, «soy un privilegiado por dedicarme a esta profesión que me ha permitido combinar la docencia y la práctica teatral. Nunca imaginé, de niño, hasta dónde me ha llevado la vida. Puedo asegurar que soy muy feliz en mi trabajo».

Se agradece esta belleza de libro, Escenarios de mis viajes. ¿Podríamos pensar que es casi una necesidad compartir este libro sobre el placer de viajar, sobre todo tras la pandemia?

La génesis de este libro, en efecto, tiene que ver con la pandemia, pero va por otros caminos. Yo siempre he ido de viaje con mi pequeña caja de acuarelas. Me gusta dejar constancia de lo que veo y siento. Al principio hacía apuntes con rotulador. Luego fui coloreándolos, aunque eso conlleva algunas molestias, sobre todo, a mis compañeros de viaje. No puedo decirles, esperad que voy a pintar esto o lo otro. Hacía apuntes, fotos, y luego en hotel o en la universidad que estuviera los terminaba. Como quiera que también escribo mis impresiones en los viajes, tengo dos elementos de recuerdo: texto y dibujo. Son cosas muy personales, que se quedan en eso. De hecho, lo normal es regalar lo que hago; claro que, desde que puedo escanear, las conservo así. Por otro lado, el libro es una edición no venal para compensar de alguna manera a los amigos que viajan conmigo, a los que doy tanto la lata. No es para vender, vamos. Pero sí que es producto del confinamiento, pues tuve tiempo para seleccionar y disponerlo en la forma que quería.

Usted empezó estudiando Químicas. No va nada desencaminado, hay mucha química tras una pintura: pigmentos, aglutinantes… Muchos pintores fueron grandes químicos…

Ja, ja, ja… Me queda muy poco de químico. Nada. Eso de que ‘semejante disuelve a semejante’. La tabla periódica que yo estudié era otra cosa. ¡La de elementos que se han incorporado en estos cincuenta años! Tampoco uso el óleo. No tengo paciencia para eso. El rotulador es inmediato. Y la acuarela, casi. Pintar un cuadro en días, semanas, no va conmigo…

¿Viajar, por qué?

He viajado mucho por motivos de trabajo. Congresos y cursos por medio mundo. De Filipinas a Argentina. Pero también por placer. Con mi familia y, después, también con mis amigos. No soy un turista accidental. Me gusta sacar provecho de las piedras, de las gentes, de la gastronomía… La pandemia abortó algún proyecto de viaje que ya no sé si… Cada vez es más molesto pasar controles en aeropuertos. Ufff… Y no digo nada eso de hacer trasbordos. Pero bueno, lo intentaré.

Usted pinta desde bien pequeño. ¿El dibujo es como el teatro, es innato ese talento? Recuerdo cómo nos explicaba en sus clases en la Universidad el teatro con sus dibujos proyectados en la pared. Todo un lujo aprender así. Esta labor también ha ido unida a realizar decorados para el teatro, entre otras labores…

Es una buena pregunta. Sí, dibujar viene de la cuna. Como el teatro. La enseñanza de las artes sirve para afinar el instrumento; pero si dentro no tienes algo, ya puedes ir a las mejores escuelas o aprender con los mejores maestros. Al menos, eso pienso. Y sí, dibujo desde chico, aunque, claro, con los años sueles mejorar. Siempre he pensado que una buena pizarra y una tiza explican mejor lo que quieres explicar. Yo empecé haciendo escenografía, por supuesto. Hasta en el Teatro Universitario. Luego tuve la suerte de rodearme de gente de la talla de Juan Antonio Molina o Paco Azorín, que iban por delante de mí. Y más recientemente, con Paco Leal.

Todo aquel con buen criterio recomienda que al viajar no se hagan fotos continuamente porque así obligas al ojo a ver, a admirar. Le veo como un buen flâneur en libertad, pensando en lo que ve, descubriendo lugares.

Hay que llevar cuidado en los viajes pues, como dices, las cámaras te pueden entretener demasiado. Hay quien fotografía hasta los platos que te sirven en un restaurante. Yo era de esos, pero procuraba que no sólo mi máquina, o mis ojos, vieran. Ahora el peligro lo tienes en el móvil, con cámaras tan estupendas que puedes tomar todo y luego editarlo fácilmente.

¿Cuáles serían los ingredientes para viajar?

El viaje es placer. De manera que todo lo debes enfocar para pasarlo bien. No pocas veces vives momentos difíciles. Entonces debes combinar la paciencia con el humor. Recuerdo un retraso en la llegada al aeropuerto de El Cairo que nos llevó a un hotel magnífico de la ciudad a pasar… media hora. A la media hora recogían nuestras maletas para volver al aeropuerto camino de Luxor. Ya me dirás: como no tomes la cosa con humor lo pasas mal. Cuando nos vemos los amigos que íbamos en ese grupo nos partimos de la risa. Los prejuicios son difíciles de ocultar, pero los viajes te sirven precisamente para ser mucho más tolerantes. Hay a quien le gusta ir solo a las grandes ciudades, los grandes cruceros…, pero a mí me gusta también indagar en otras culturas. En los últimos diez o doce años hemos ido a Siria, antes de la guerra; a Túnez, antes de la revolución; a Helsinki, antes de la invasión a Ucrania… Precisamente la tensión de esos sitios nos dan un plus de conocimiento que no logras si no has estado allí.

La luz que ahora en verano es eterna y que en breve se acorta…. ¿Qué luz prefiere?

La mejor luz para pintar es el amanecer y el atardecer, pues son las horas en las que los objetos tienen mayor volumen. Pero, en mi caso, que soy un pintor ocasional, difícilmente puedo elegir. Pero sí, los grandes maestros esperan la luz especial. De eso hizo una gran película Erice sobre la luz que daba el sol en los membrillos de Antonio López.

Suele fijarse en lo singular y gusta de mezclarse. ¿Qué aprende uno de la gente?

De la gente aprendes un montón. Pero a veces te coartan las historias de engaños o cosas así. No es mi caso. Soy muy confiado. Recuerdo que vi medio partido de la Champions en un bar cerca de nuestro hotel de Túnez, y un propio me estrujaba cada vez que Messi metía un gol. Por eso vi medio.

Dígame ciudades que no se acaben nunca y por qué.

Las grandes ciudades nunca terminas de verlas. He ido veinte veces a Nueva York (19 para ser exactos), he estado en hoteles y en casas de amigos; siempre descubres algo. Y por supuesto en París, Londres o Roma que son la lección primera del viajero. Te diría que hasta en Madrid, en donde he vivido, hay cosas y sitios que desconocía. Para mí, las ciudades que te gustan están para volver. Alguna hay a la que no volvería, pero son las menos.

¿Qué ciudad es un género literario en sí mismo?

París.

Vamos con su recién nombramiento como vicepresidente de la Academia de las Artes. ¿Qué va a significar Cayetana Guillén-Cuervo para la Academia?

Cayetana es un fenómeno de la naturaleza. Yo la conocía de mucho antes, pues trabajamos juntos en el Infanta Beatriz. Pero lo de ahora me ha sorprendido. Reconozco que acepté ir en su equipo con alguna duda, no por ella, sino por el trabajo que me iba a dar. Pero con ella vas en jumbo. Convence de las excelencias de la Academia a la Virgen Santísima. Un lujo. Ella me cuenta que su madre (Gemma Cuervo) le dice que habla más conmigo que con ella… Creo que con Cayetana vamos a conseguir cosas que la extremada juventud de la Academia no podía imaginar. Por ejemplo, unos premios justos, lejos de componendas y rollos; un congreso que sirva de reflexión sobre la actual situación de la escena española post-covid; la defensa de la igualdad en la profesión; la ayuda a artistas y asociaciones que luchan por los derechos del individuo…, muchas cosas.

Usted ya trabajó durante la presidencia de Alonso de Santos, ¿Cuál será su función además de continuar con su labor académica ya iniciada?

Con José Luis colaboré en la puesta en marcha de la Escuela de Verano; con él la hicimos en la Universidad de Salamanca; con Jesús Cimarro sí estuve en una estupenda Junta Directiva; ahora, con Cayetana, soy Vicepresidente 2º. Mi vida en la Academia está ligada a esa institución desde su nacimiento. José Luis puso los cimientos; Cimarro, el primer piso; Cayetana tiene la misión de poner el segundo pero, al paso que va, creo que va a terminar la casa.

Al final todos os conocéis en esta profesión y todos habéis trabajado juntos, directa e indirectamente. Precisamente, escribiste la biografía de Fernando Guillén, al que Cayetana le debe el amor por la literatura, la palabra… Será importante que permanezca la presencia y semilla de estos hombres de escena. ¿Se hará hincapié en esto?

Una de las actividades que tenemos en la Academia la llamamos ‘Memoria Viva’. En ella, dos miembros de una familia conversan entre ellos de eso que dices precisamente, de cómo los genes de los artistas pasan de padres a hijos con absoluta naturalidad. Nos sorprenderíamos de lo que significan unos para otros. Esa pasión por la cultura en general se suele manifestar de manera admirable. El teatro español si de algo puede presumir es de una tradición actoral impecable.

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