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ENTREVISTA

Alfonso J. Ussía: «Invitaría a una cena a Cervantes, a Charles Dickens y a Vladimir Nabokov»

Arde Madrid y la ciudad es ya un paisaje de terrazas infinito donde la brisa casi anticipa los días largos y los atardeceres con el cielo de color violáceo. La tarde se presta para una charla y Alfonso J. Ussía es un tipo educado y tremendamente afable al que le gusta la conversación sin prisa. Hablamos a propósito de su nuevo libro, Vatio. Cuando preguntas a Alfonso en qué momento comenzó esta afición por el oficio de escribir cuenta que se recuerda escribiendo miniobras de teatro y poemas de niño, que trataba de vender en el salón de sus padres. Con toda la razón, Alfonso viene de familia de letras. Su padre es el escritor Alfonso Ussía (aquí puedes leer la entrevista a su padre) y su bisabuelo Pedro Muñoz Seca, “el mejor escritor de teatro del siglo XX”. A Ussía le cuesta entender la vida sin un libro entre las manos. Ventanas que entiende a la aventura, “a las vidas que todos pensamos y que no hemos vivido por las razones que sean”. La pasión por la lectura y por las historias de la gente son culpables de su destino como escritor. Tiene claro que la inspiración sólo te puede venir si estás trabajando, “para escribir, cortar leña o cocinar pescado, simplemente tienes que hacerlo todos los días si pretendes vivir de esto”.

Alfonso J. Ussía ha trabajado en la industria musical, como road manager de artistas como Antonio Vega, antes de fichar en EMI MUSIC como A&R, trabajando en discos de Luz Casal, Enrique Bunbury, Macaco, Dover, Camela, El Arrebato, Mota, Falling Kids, Conchita, Antonio Vega, Bunbury & Vegas, Raphäel Haroche en Capitol Francia o Bertín Osborne. Tras su paso por EMI, pudimos leerle en prensa, tanto escrita como digital, publicando en los principales medios y revistas sobre música, historia y literatura. Tras fundar dos empresas, una discográfica ( U Bros Records) y otra editorial (Neupic), “y fracasar estrepitosamente en las dos”, trabajó en diversos sectores para pagarse deudas y poder afrontar, libre de causas, una carrera literaria que comenzó con la novela, Cuento del Norte (Caligrama, 2020), con muy buenas críticas por parte de la prensa especializada. 

Ahora con Vatio (Cobafina, 2021), Ussía nos invita a un viaje íntimo y esencial donde la voz de Andy, el protagonista, te acompañará por el retrato más salvaje de una industria musical reciente, extinta y, hasta ahora, desconocida. Y añadid el lujazo de contar con Ray Loriga para su prólogo, “he tenido la suerte de poder contar con su mano en la espalda, su apoyo, sus palabras…”. En el prólogo de Loriga comenzamos a descubrir a qué sabe el vértigo: “Vatio consigue trasladar de forma brillante al papel la emoción de lo vivido […], tiene la esencia de las buenas novelas de tránsito a la madurez, de iniciación, o como dicen los norteamericanos, de pérdida de la inocencia. […] La superficie, el fondo, los ambientes, los personajes y sus matices, su planteamiento, nudo y desenlace, todo aquello que a la postre hace que un libro viva o muera, está aquí bellamente logrado” 

Vatio acaba de aterrizar en las librerías, plataformas y, por supuesto, en Cobafina.es, la editorial que ha creado A. J. Ussía para avanzar en su aventura narrativa más ambiciosa: reunir toda su prosa, parte de los trabajos de su padre, Alfonso Ussía y, con el tiempo, editar a escritores que tengan algo que contar. Este viaje a la noche, los conciertos, las giras, camerinos y poblados de un Madrid de inicios de siglo XXI que huele a rock, miedo y alto voltaje ya cobra vida en los lectores y en las fechas de presentación que desde Madrid seguirán por Gijón, Santander… 

 

Esta no es una historia más del rock de Madrid y de sus años más convulsos y no estamos hablando tampoco de otro libro más sobre la Movida, cosa que se agradece, ¿es así?…

Así es. Vatio es rock y es movida, pero no ochentera, más bien otro tipo de movida y que trasciende a una época o década en concreto. Lleva la dosis justa de escenarios y camerinos, pero también del lado más feo de lo que se conoce como una vida al límite y sobre el fondo de un Madrid que, en mi opinión, ha desaparecido. 

 

Vamos a avisar a aquellos lectores con la piel muy fina, con esta moda que impera hoy de que nadie se puede ofender, porque pueden darse de bruces con la realidad que pasó en el Madrid de hace nada, de principios del siglo XXI…

Sí, desde luego esta no es una novela para ofendiditos. Tampoco lo es el rock´n roll ni mucho menos la vida, aunque ahora tengamos que andarnos con cuidado por lo que se dice. No soy partidario de disimular o blanquear las cosas. Me gustan como son, si duelen o te hacen reír, presto mucha más atención. Lo políticamente correcto nace de no hacer daño a las minorías y a base de no traspasar esa línea, hemos terminado por ser nosotros esa minoría que no teme que le tachen de x por decir algo. De todos modos, me importan un bledo. Siempre les quedará Twitter. 

 

Con Vatio comprobamos que hay vida más allá de la Movida, ¿por qué este relato tan duro, tan descarnado, sobre lo que rodeó a ciertos niveles, conocidos y desconocidos, altas esferas y underground? ¿Le ha provocado cierto vértigo echar la mirada atrás?

Estamos veinticinco años después por lo que no tiene nada que ver con la Movida, en sí misma. Hay mucho mito detrás de esa palabra. Pero más que la Movida, hablaría de la muerte de Franco, de la entrada en Europa, etc… Todos los que vivieron esa época hablan de lo cutre que era todo. Para mí ha sido un ejercicio de enorme satisfacción poder ordenar todo lo que llevaba dentro desde hacía tanto tiempo. Al final, cuando te mueves por esos círculos tiendes a ser un segundo, tercer o quinto plano, porque estás rodeado de gente que es mejor que tú en todo, pero sabía que trabajaría en ello. Tenía claro desde hacía algunos años que me enfrentaría a este relato, pero he necesitado distanciarme lo suficiente como para poder narrarlo alejado del picor, del sentimiento, y así no pecar en obviedades, más relacionadas con el morbo que con la serenidad que necesitaba esta novela. 

 

¿Qué es Vatio?

Vatio es un viaje, un camino que nace desde la mitomanía y que madura con el relato hasta que uno termina por descubrirse, en cierto modo, a sí mismo. Vatio es un retrato de lo que fue la calle y un tipo de escuela de la que formé parte y de la que no puedo sino sentirme un privilegiado. Una industria que hacía un tipo de discos, unos grupos que tenían unas bases,  un mundo que ha cambiado completamente y del que he querido dejar una constancia vivida en primera persona. Encima tengo la suerte de ser escritor y el poder juntar esa experiencia con la prosa lo convierten en un viaje tan especial que debía convertirlo en novela. Si no, ¿cómo vamos a conocer un mundo tan salvaje y tan cercano del que apenas quedan testimonios?

 

La misma palabra ya suena a amplificar, un querer que resuene bien alto y fuerte su mensaje…

El vatio es la unidad con la que se transfiere la energía. De cualquier potencia. Desde ahí debía nacer el nudo de toda esta historia porque la potencia llegaba en todas sus formas: eléctrica, mecánica, acústica… Creo que es un título perfecto para lo que reza su significado. 

 

Tras leerlo, me ha quedado la sensación de una especie de ajuste de cuentas. Como dice Ray Loriga en el prólogo, es una novela de crecimiento, de madurez,  de estar ya en otro momento de su vida y ahora toca ponerle fin sobre el papel…

Toda la literatura que tiene componentes biográficos son un ajuste de cuentas o al menos con la memoria de quien lo escribe. Además, si me apuras, creo que todo el que escribe sella algo de biográfico en el relato, ya sea por el modo que tiene un narrador de contarte algo o por la mera percepción que tiene de las cosas, de absorberlas para luego traducirlo en palabras. Si entramos más a fondo y me pides un género dentro de este libro, sí se podría denominar autobiográfico. 

 

¿Acumula usted muchas nostalgias?

Si le preguntas a un niño de ocho años por los Reyes Magos en el mes de Octubre, verás la nostalgia en un par de ojos. Si le sumas treinta años entenderás que uno mira las cosas de otra forma. Tengo nostalgia de lo desaparecido, de lo ausente, de lo que fue. Todos tenemos en la memoria un paisaje formado por buenos y malos recuerdos y, con el tiempo, hasta los peores se mantienen con cierto respeto, como si ya pudieses mirar de frente aquello que otrora pudiera dolerte o hacerte creer que te mataba o te hiciera ver que como ese día en aquel lugar no habría otro igual de bueno. Tendemos a engrandecer lo pasado porque se mira con la perspectiva de la distancia y eso permite un análisis mucho más acertado. 

 

Tomando aquella frase de Kafka: “Un libro tiene que ser un hacha que rompa el mar de hielo que llevamos dentro”, ¿la lectura, la literatura nos salva, nos sana?

Nunca he conseguido pasar de la quinta página de un libro de Kafka pero, sin duda alguna, un escritor tira de dentro y la metáfora del hacha la doy por buena. Te diría quitar el tapón, descorchar la botella, abrir una lata o incluso sacar la basura, pero sí, la literatura trata de salvarnos. Escribimos sobre lo que nos pasa y vivimos el libro cuando algo de pronto conecta contigo, te toca, te llama la atención y entonces haces tuyo el relato. Puede parecerse a una canción, pero hay que leerlo. 

 

Los recuerdos de Perec en Me acuerdo no eran únicamente de él, sino de amigos que pasaban a sugerirle, por lo tanto, un trabajo de memoria colectiva, ¿estamos, también, ante un imaginario popular de la época con Vatio?

Hay una parte muy personal, vivida junto a mis amigos y donde el libro utiliza la ciudad de Madrid, que es la mía y la de muchos, que seguramente se vean reflejados. Por otro lado, la música no deja de hermanarnos en recuerdos y experiencias, son cosas generacionales y que te hacen orgullo de tu tiempo, de lo tuyo, de algo que crees que te pertenece, pero sin duda, el hilo y anécdotas más crudas las he pasado en mis propias carnes, con lo que el esfuerzo por tratar de llevarlo a lo más real posible ha sido enorme. Hay canciones y libros que dejan de ser de la gente porque muchos se identifican con su significado o con lo que pretende decir para después pasar a formar parte de la memoria colectiva del resto. También he querido alejarme del testimonio de otros, porque entonces ni sería Vatio ni sería el mío. 

 

Y de la mano de Coba Fina, una nueva editorial a la que damos la bienvenida. Cuéntenos

 El mercado editorial vive una transformación total. Le pasa a varios sectores, pero en concreto, al que pertenezco, está viviendo un momento de tránsito hacia algo que no se sabe muy bien qué será. Vengo de familia de letras, mi padre es escritor, mi bisabuelo era el mejor escritor de teatro del siglo XX, y me cuesta entender la vida sin un libro entre las manos. Quería de algún modo crear una marca o un concepto que pudiera englobar una manera de entender la literatura. Coba Fina fue una comedia de teatro de humor negro que escribió Pedro Muñoz Seca, y desde ahí quería reunir toda mi prosa, con suerte algo de mi padre y, con el tiempo, quizás podamos permitirnos el lujo de editar a escritores que tengan algo que contar y que case con los valores y formas desde las que entiendo contar una historia. Además, en pleno boom del mercado audiovisual, prefiero mantener los derechos de mis trabajos bajo mi control. 

 

Que el personaje de la estrella sea real o ficticio (aunque a más de uno nos suene mucho) no cambia el relato. Comprobarán que no había otra forma de contarlo todos los que conozcan el tiempo y el territorio del que se habla. Decía Loquillo que para ligar con una chica tenías que hablarle de Nacha Pop…

Loquillo tenía y tiene mucha razón. 

 

¿Qué piensa cuando escucha a Díaz Ayuso decir que van hacer una nueva movida madrileña? Andrea Levy, por otra parte, distinguió a la sala El Sol, la primera con una placa del Ayuntamiento por sus 40 años de música en vivo

Que es una lástima que la sala Sol sea la primera y la última en recibir ese reconocimiento. Pienso en Clamores, en Galileo Galilei, en Aqualung, en la sala Caracol, en Joy Eslava, en Rockola, Jácara o Costello, pienso en Barceló, en La Riviera, en el Rincón del Arte Nuevo, el Café Libertad o el Búho Real. Y pienso en todos esos empresarios que se partieron por ofrecer la mejor música nacional o internacional. 

Por otro lado, después de la pandemia y todo el tortazo que se está llevando la industria del directo, que ya es la única que representa realmente a la música, creo que ha tenido en Madrid, en la Presidenta Ayuso y en la Delegada de Cultura del Ayuntamiento, Andrea Levy,  un valor y compromiso que no ha tenido nadie en toda España. 

 

Ya sé que Vatio no va de la movida, pero no puedo evitar recordar que esos homenajes estarían bien si, por ejemplo, no hubieran dejado marchar el archivo de Ceesepe, que compró el archivo Lafuente en 2016…

Sí, pero Vatio no tiene nada que ver con la movida madrileña. Es un relato que ocurre 25 años después, aunque algunos protagonistas estuvieran por allá pululando. 

 

Aquellos años fueron de la última generación que pudo fumar en los bares y beber en la calle, hoy es un poco todo como sacado de la granja de Orwell, lo que marca la autoridad…

Yo he fumado y bebido en bares y recuerdo los cines con ceniceros y muchas cosas más, pero bueno, no sé, el tema de la libertad de uno es cierto que acaba donde empieza la del otro y sabiendo, por ejemplo, que fumar es malo, entiendo que no se fume en los interiores, y te lo dice un fumador empedernido, pero como en todo, debe primar la educación y cuando ves a gente por allí como animales, pues se estropea lo del resto. Beber en la calle se sigue y se seguirá haciendo, pero el intento de convertirnos en ovejas les va a salir rana. Parece que no saben como somos los españoles. Ya pueden correr. 

 

Viajamos de su mano al voltaje tan vertiginoso como sincero de un Madrid difícil de volver a ver. Es curioso cómo se nos ha contado la historia, tanto política como culturalmente, en clave de fiesta cultural, y no fue así…

Alejando Vatio de la Movida, como te digo, para zanjar ese movimiento de hace más de cuarenta años, seamos claros: el fin de una dictadura, una clase media creciendo, un pacto histórico por la democracia y la convivencia y una apertura sin censuras a todos los movimientos culturales y la entrada de España en Europa, con el dinero que eso supuso pues te dan ese cóctel. Pero también hay que ser sinceros, la Movida no venía de un alzamiento popular ni nada parecido, Franco palmó de viejo y tranquilo, sin más dolores que los físicos por lo que no hay que echarse el capote al hombro en plan revolucionarios, porque de eso no hubo en España. No fue ni la revolución de París ni la explosión cultural de los sesenta en Londres o el Berlín de los setenta, no. Somos muy dados a engrandecer y etiquetar, pero no hay que falsear la historia. Hasta que no estiró la pata nadie volvió a España. 

 

Músicos que eran amateurs y autodidactas, pero tenemos que reconocer que no se ha vuelto a repetir esa calidad, esa creación desde la pintura, la música o la escritura… Sólo hay que echar un vistazo a ABC y el cuadernillo Gente y aparte que crearon Ruiz-Quintano y Jorge Berlanga, qué riqueza de estilos, creatividad, originalidad, diversidad…

La calidad está, pero ahora es más difícil verla. Hay muchos intereses y, sobre todo, la pasta y la independencia han echado por tierra el resto de cosas. Si un periódico no vende y depende de la ayuda de la publicidad institucional y de los grandes del Ibex, ni la prensa es libre ni el Gobierno es limpio. Si a eso le sumas que, por lo general, no hay ningún director de periódico independiente, la calidad desaparece porque poco a poco el periodista bueno deja de tragar, cosa que no hace el director, ya que para poder mantener su sueldo debe botarle la pelota al paganini. Me divierte mucho la relación en ese aspecto que tiene el autor Houellebecq con la prensa francesa, decía algo así como: “Muchos de vosotros os alegraréis con mi muerte, pero yo aún asistiré ansioso al cierre de los grandes medios de desinformación”

 

¿Cómo ve la actualidad cultural actualmente? Entre lo políticamente correcto, las prohibiciones y la falta de talento no estamos viviendo precisamente una época dorada,  ¿Nos hemos vuelto mojigatos, como si estuviéramos llenos de miedos?

Talento por supuesto que hay. El tema es el canal por el que nos llega. Eso sí se ha diversificado horrores. Ahora la gente usa unas redes sociales para cada nicho y segmento y un universo de cosas que obligan a la gente en volverse gurús digitales a cambio de darle a un corazoncito. Por eso, al final, todo está por venir en el fondo. También estoy convencido que las cosas están cambiando, se han rozado ciertos límites de estupidez y por mucho que el discurso mole, la gente no es tan estúpida de dejarse engañar en la jeta tanto. Hace poco leía una entrevista a Rodrigo Cortés en la que decía, brillantemente, que los escritores estamos un poco más salvados de la censura de lo político por una simple razón, y es que el libro debían leérselo. 

 

En Vatio habla de momentos concretos como cuando Los 40 Principales no quería sacar a Antonio Vega por la imagen que proyectaba derruido cuando, en realidad, levantaba expectación y tanto cariño siempre que aparecía ante el público…

Le pasaba a Antonio Vega, a Jorge de Ilegales, a Robe de Extremoduro, a Rosendo… Ahora para salir en una de esas cadenas parece que debes hacer pis en un bote antes de, ni siquiera, recibirte para dejarte coger un trozo de tu negocio. Pero la censura siempre ha estado presente en la música, por el lado de la industria. Lo que es absurdo es pretender llevar una vida saludable con salir o no en la tele. La censura es tremenda en ese lado. 

 

Recuerda también aquella época de la MTV que denunció Michael Jackson por racismo porque le prohibían la emisión de sus videos. Algo parecido estamos viviendo ahora respecto a la corrección, casi hay que rodar una película con escuadra y cartabón. Tanta revisión va en detrimento de la música, de la literatura, de la pintura, del pensamiento crítico… ¿Estamos retrocediendo?

Pues como los Romanos tenían esclavos, ¿qué hacemos? ¿Metemos el Derecho, las alcantarillas, los acueductos, la arquitectura en el cubo de la basura? Cuanto menos caso haga la prensa y demás plataformas, que tienen poder para comunicar, mejor irá. Por eso disfruto tanto leyendo, alejado de esas cosas que sólo intoxican la manera de pensar de las personas. 

 

Habla sin cortapisas de lo que ha rodeado a la industria musical, las imposiciones de marketing, músicos dirigidos por discográficas que tenían empresas paralelas con directivos de influencia en la televisión y la radio. Se pactaban lanzamientos, se estudiaban royalties a las cadenas y espacios, y se comenzaba a cambiar impactos en televisión y radio por enganchar derechos de autor… inevitablemente, me recuerda a “la rueda” y la SGAE

La industria del disco, como cualquier otra industria que deja de ser rentable, aleja el talento y la buena gestión, porque deja de ser independiente. Después, como en todos los sectores, comienzan a florecer los gestores que eran un poco peores, y después los que eran aún peores y, al final, los que ya sobreviven son los que desconocen los escrúpulos. Pero le pasa a la industria musical, a la industria de los medios, la prensa, periódicos o a la del transporte de mercancías, a todas. Pero también es por los modelos de negocio que tienen y la forma que creen entender el futuro. Hay demasiados gurús llenando de paja las cabezas de los que toman decisiones y el problema es que los negocios a veces ganan más y otras menos,  pero tanto master y tanto MBA ha convertido a gente sin escrúpulos que dirigen la economía y la empresa. Si no tienes un 0,5 más de beneficio este año, congelamos el gasto porque tenemos que crecer y crecer y ser más grandes y tener más bonus. Demasiado gurú ha jodido demasiadas cosas. 

 

Precisamente Teddy Bautista no es de los que sale mejor parado en este relato…

Teddy Bautista hizo mucho al principio, eso es innegable, porque elevó la facturación de la SGAE a cotas impensables y nunca, nunca, los cantantes habían ganado tanto dinero. El tema es que el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente, y Teddy era un poco absolutista De todos modos, en la novela aparece por el contexto no porque trate de ajustar cuentas con nadie y menos con él. Sólo retrato un hecho. 

 

Ha contado con Ray Loriga para su prólogo. Un lujazo. Coincide la aparición de Vatio con la reciente entrevista que ha concedido Loriga en la que habla de su tumor cerebral y que casi no lo cuenta. Afortunadamente, tenemos a Ray con nosotros, pero no nos estamos dando cuenta de que aquellos que han relatado nuestra vida, nuestra banda sonora, escritores y músicos dispares, estilos diferentes y originales, están casi desapareciendo y lo que nos rodea hoy es la decadencia…

 Ray Loriga es un animal de la prosa. Tener la suerte de poder contar con su mano en la espalda, su apoyo, sus palabras… son un impulso y una enorme compensación para este camino abrupto que es la literatura. Es un tesoro contar con él y espero que la gente valore lo que significa tener a un tipo como Ray entre nosotros, sacando una novela cada año o año y poco y al que uno puede acceder.

 

Vamos a hablar de lecturas y su amor a los libros ¿Qué tipo de literatura prefiere?

La narrativa contemporánea y los clásicos. También la literatura de viajes, thriller de los buenos, de los de Wilbur Smith en su saga Courtney o novelas más costumbristas, desde Umbral, Galdós, o norteamericana. Actuales, me encanta Javier Peña, autor de Infelices, Montero González, Laura Ferrero, Javier Marías o la prosa sin complejos de Milena Busquets, esa forma desenfadada de narrar el costumbrismo. Me encanta. 

 

¿Qué busca usted en los libros que lee?

Aprender o entretenerme. 

 

¿Qué libros hay en su mesilla de noche?

Ahora mismo estoy acabando un libro de relatos cortos de Raymond Carver, Personajes Secundarios, de Joyce Johnson y releyendo alguna cosa, como Relámpagos, de Jean Echenoz. Por trabajo, llevo varios meses enfrascado en un proyecto que me roba lo que me gustaría leer de verdad, por lo que estoy pasando muchas horas leyendo libros para documentarme e investigar para ese tema. 

 

¿Cuándo suele leer?

Por la mañana leo un poco, pero sobre todo desde las ocho o nueve en adelante. Suelo acostarme a la una o dos de la mañana leyendo. El resto de la mañana y hasta entrada la tarde escribo. 

 

¿Qué géneros le divierten más leer / cuáles evita?

Me encanta la novela, los relatos y los escritos más intimistas de autores a los que admiro, diarios, confesiones o correspondencias con otros autores o editores. No encontrarás ninguno de autoayuda ni de descubrirse a uno mismo.  

 

¿Qué libros sorprendería a la gente encontrar en su estantería?

Tengo una suerte inmensa porque, como dije antes, vengo de familia de letras con lo que tengo una biblioteca cojonuda que contiene todo tipo de referencias aunque, como es lógico, está muy dirigida a mis gustos. Alguna primera edición de Baroja, de Galdós, cartas entre Alberti y Bergamín o manuscritos de Muñoz Seca son las cosas más sorprendentes. También alguna cosa insólita. 

 

¿Quién es su héroe o heroína preferida de ficción? ¿Y su villano favorito o antihéroe?

Mi héroe favorito es Sean Courtney. Mi anti héroe, mejor que villano, porque se tiene la pésima costumbre de matar al malo en la mayoría de novelas, sería Berty Booster, el personaje de Wodehouse, con su inutilidad, inseguridades y elegancia natural de enfrentarse a una vida tan incómoda para alguien de su sensibilidad. 

 

Tiene la oportunidad de organizar una cena con literatos, artistas… ¿Qué tres escritores, artistas, creadores etc, vivos o muertos, invitaría su cena?

A Cervantes, a Charles Dickens y a Vladimir Nabokov

 

¿Cuáles son sus autores literarios preferidos, esos a los que siempre se acerca en busca de estímulos?

Te diría muchísimos pero me pirro por Wilbur Smith, Joseph Conrad, Wodehouse, Sharpe, Paco Umbral, Cela, Nabokov, Ray Loriga, Miguel Delibes y, por supuesto, mi padre

 

Para terminar, pongamos nuestro carácter optimista porque lo somos, estoy convencida de que estamos rodeados de personas y cosas con carácter, gracia e integridad ¿alguna respuesta a la pregunta de en qué consiste esto de vivir?

Pues en quemarse y derrapar. 

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