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LO LEÍDO
y lo liado
un blog de enrique garcía-maiquez

Doy la vara

Casi inquietante. El viernes nombré a un lejano profesor de carrera y esa noche, cuando llegué a un encuentro de jóvenes, contra todo pronóstico y después de veinte o treinta años sin verlo, estaba allí. Al día siguiente, con los jóvenes, les cité un aforismo de Andrés Neuman y esa noche, cuando me monté en el tren que me iba a llevar a Granada, a mi lado estaba Andrés Neuman. A la mañana siguiente, en la única librería granadina en la que mi familia política me dejó entrar, estaba el libro mismo de uno de los jóvenes asistentes. Libro que, por supuesto, había recomendado al resto de circundantes.

Ahora vivo en la inquietud de quién se me aparecerá inesperadamente de los que nombré ayer u hoy.

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Lo de Andrés Neuman tiene gracia, porque no había coincidido jamás con él y era en el asiento de al lado. Como iba con mascarilla, no estaba seguro. Pero sacó un lápiz y se puso a subrayar furiosamente un libro y ya no me cupo duda. Yo también llevaba un lápiz y fue como una clave de una sociedad secreta de amigos de Steiner. [George Steiner ha subrayado que «el intelectual es, sencillamente, un ser humano que cuando lee un libro tiene un lápiz en la mano».]

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Me sumaba tarde a la celebración de mi familia (política), pero nunca es tarde si la dicha es buena. El domingo, a la salida de la misa en la Capilla Real, nos dimos de bruces con un certamen de hip-hop o algo así. Mis hijos y mis sobrinos y mi suegra se pararon fascinados. Yo me emocioné pensando las horas de entrenamiento que había detrás de esas cabriolas, la larguísima tradición medieval —precisamente la cabra y el oso y el tamborcito— que representaban ahí en la plaza catedralicia y otra cosa más. El que dirigía el concurso, les iba cantando el tiempo que les quedaba: diez segundos, cinco segundos, tres segundos… y aunque les quedaba tan poco no dejaban ellas de darlo todo ni de bailar hasta el instante exacto final. Qué lección me dieron de aprovechar el tiempo. Mil gracias. Plas, plas. Que ganase el mejor, deseamos al irnos.

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Hablando de mejores, saliendo de un aparcamiento subterráneo, vi a una chica guapa, pero me pasmó más su aura de dignidad moral y conciencia satisfecha y gozosa. Al segundo, salía detrás, de su mano, una hermana con síndrome de Down.

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Cuando nos sentamos a almorzar me preguntaron qué libros había comprado. Dije, entre otros, Comer con alegría. Mi cuñado repuso: «Ese a ti no te hacía falta, eh».

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Entonces le dimos el regalo común a mi suegra, que cumplía (pocos) años. Yo no me había encargado de comprárselo. Así que tenía tanta curiosidad como ella con el paquete. Eran grabados contemporáneos. Como éste:

Me pareció estupendo, propuse, sobre todo si mi hija Carmen dibuja el Portal de Belén dentro, con su mula y su buey y los ángeles por el tejadillo a dos aguas. Se rieron a medias. En el suelo, casi tiene la cuna ya preparada, observé, apreciativamente…

Cuando pregunté, insistiendo, «quién era el artista», mi cuñada, rápida como el rayo, clamó: «Enrique Vara, para que no olvidemos nunca la vara que da Enrique».

«Touché»; por decirlo en francés. En español es que me dio un varazo, muy merecido, claro.

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