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Me planto ante el folio en blanco después de un día muy largo dedicado a la reflexión pedagógica. Hemos estado estudiando el papel de los grandes libros en la formación de los adolescentes y los jóvenes. Cómo la lectura puede fomentar su visión crítica del mundo, su entendimiento del alma propia y ajena, la belleza que el mundo pone a nuestra disposición, la aventura del bien y el heroísmo de la verdad. Hemos hablado de Platón, de Aristóteles, de Dante, de Jorge Manrique, de Jane Austen, de Flannery O’Connor…
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Cuando llego a la habitación de mi hotel con un artículo pendiente, caigo en la cuenta de que, durante todo el día, además de las clases y las sesiones de trabajo, hemos charlado en los pasillos y en las comidas, pero no hemos dedicado ni un minuto a la actualidad política de España ni del mundo. Es asombroso. Teniendo en cuenta el consejo de Francisco Umbral de que una columna de opinión debe tener un tercio de poema, un tercio de ensayo y un tercio de actualidad, me pregunto de dónde saco yo ahora el último tercio.
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El tercio del ensayo es más fácil porque lo paradójico es que estas sesiones, que tratan de cómo educar a quienes dirigirán el mundo en diez o quince o veinte años tienen mucho más futuro del que tendrán las noticias ignotas que hoy habrán ocupado las agencias y las redes sociales de todos los interesados. Cuando vuelva usted nada más que mañana y yo también a las noticias, las de hoy ya habrán quedado en buena medida obsoletas, las pobres. Y, sin embargo, ahí seguirán Las Coplas a la muerte de su padre sin despeinarse, cargadas de futuro.
