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Qué leer antes de viajar a… París (I)

Escribió Enrique Vila-Matas que París no se acaba nunca. Y es cierto porque, realmente, París no tiene fronteras. Más que una ciudad, es un universo físico y mental, el espacio en el que convergen una realidad y una historia junto a las toneladas de fantasía que hemos vertido sobre ella. Hay en el mundo muy pocas ciudades más fabuladas que ésta. París es la ciudad de la luz y la ciudad del amor, una «fiesta móvil», el delirio del paseante. «París bien vale una misa». Y así podríamos seguir hasta el infinito.

Pero en este caso hemos decidido abreviar. En esta ciudad se han ambientado una infinidad de novelas, algunas de ellas sumamente famosas. El tirón histórico de la literatura francesa del XIX hasta aquí y el magnetismo de esta capital, hacen de ella un punto neurálgico para los lectores. En este artículo nos centraremos en la nouvelle, la novela corta. Siete delicatessen en formato breve que son el aperitivo perfecto para recorrer las calles y los bulevares de la ciudad.

París era una fiesta, Ernest Hemingway

«Si tienes la suerte de haber vivido en París cuando eras joven, donde quiera que vayas por el resto de tu vida se quedará contigo, porque París es una fiesta móvil». Ernest Hemingway fue, dice, pobre y feliz en el París en los años 20. Allí se codeó con Scott Fitzgerald, Ezra Pound y Gertrude Stein, el cogollo de la nueva ola estadounidense que buscaba en el Viejo Continente un modo de estar en el mundo.

Este libro es la evocación de aquel tiempo de aprendizaje y vitalidad. Se publicó de manera póstuma en 1964 y desde entonces se ha convertido en un imprescindible para los amantes de la Generación Perdida y el Nobel norteamericano, así como para quienes buscan la nostalgia de lo no vivido en la ciudad que fue el centro del orbe artístico.  

El spleen de París (Pequeños poemas en prosa), Charles Baudelaire

Baudelaire es uno de los padres indiscutibles de la sensibilidad moderna. En él se citan el horror y la sensualidad del mundo, la fascinación por las grandes capitales y sus gentes. Es el apóstol de los flâneur, un tipo que pasea y mira y dibuja a carboncillo a veces, a brochazos negros otras.

El spleen de París reúne cuarenta poemas en prosa de distintos temas y personajes que podían rastrearse en aquella ciudad de mediados del XIX a la vanguardia de todo. «Sumergirse en la multitud no es para todos: gozar de la muchedumbre es un arte», escribe Baudelaire. Este libro es una invitación a lanzarnos de cabeza, a dejarnos manchar por la multiforme capital de los soñadores.

La leyenda del Santo Bebedor, Joseph Roth

Un vagabundo, un alcohólico optimista que pasa el día en los bajos del Sena, recibe un extraño encargo: un desconocido le entrega doscientos francos para que los deposite después ante la imagen de santa Teresa de Lisieux en la iglesia de Sainte Marie des Batignolles. Pero Andreas Kartak deambula por la ciudad sin ser capaz de restituir el dinero.

Siguiendo el rastro de esos doscientos francos en las manos de un clochard entrañable, Joseph Roth creó en menos de cien páginas una novela memorable, encantadora y triste. La leyenda del santo bebedor es otra, una más, quizás la mejor, de las numerosas piezas breves en la producción de un autor que murió él mismo por complicaciones derivadas del alcoholismo.

El coronel Chabert, Honoré de Balzac

De Honoré de Balzac, que pasó la vida escribiendo como un loco decenas de novelas articuladas bajo el membrete de La comedia humana, podrían sugerirse un buen puñado de libros ambientados en París. Él es el gran pintor de la Francia de la Restauración monárquica. Tocó todos los palos, de la novela histórica al cuadro de costumbres.

Entre sus narraciones breves destaca El coronel Chabert, escrita en 1832. Este relato largo narra el regreso a casa, a París, de un militar a quien todos dan por muerto en la batalla de Eylau. De vuelta, con una ciudad transformada y una mujer que no lo reconoce, Chabert lucha por recuperar su identidad. Una obra modernísima y desasosegante.

El café de la juventud perdida, Patrick Modiano

Patrick Modiano, Premio Nobel de 2014, es uno de los autores vivos en lengua francesa más queridos. Sus evocaciones de París en distintas épocas del siglo XX, especialmente durante la ocupación nazi, le han granjeado millones de lectores. Con En el café de la juventud perdida, publicada en 2007, echó la vista hacia el París de los años 60, entre existencialistas, bohemios e intelectuales. Una obra tremendamente nostálgica presentada en el envoltorio de un misterio alrededor de la una mujer.

«Hay electricidad en el aire de París en los atardeceres de octubre, a la hora en que va cayendo la noche. Incluso cuando llueve. No me entra melancolía a esa hora, ni tengo la sensación de que el tiempo huye. Sino de que todo es posible». Modiano hace posible un fascinante paseo por el París de los cafés, el cuello alto y la interminable conversación de los jóvenes artistas.

Mis amigos, Emmanuel Bove

Emmanuel Bove ha sido un autor muy desconocido en España hasta que, en años recientes, editoriales como Pretextos, Pasos Perdidos y Hermida han comenzado a rescatar sus obras, que gozaron de popularidad en los años 20. Fue justamente Mis amigos la obra que lo lanzó al público, después de ser descubierto por la influyente Colette.

El protagonista de esta novela se llama Victor Bâton y es un hombre solo y pobre que ha sido herido en la Gran Guerra y no encuentra acomodo en la sociedad. Vive en Montrouge, en la periferia parisina, y pasa el día deseando a las mujeres y sesteando en los jardines públicos. Un hombre con la sensibilidad a flor de piel, invisible para el mundo entero.

A la deriva, Joris-Karl Huysmans

Tras militar en las filas del naturalismo, Huysmans se desmarcó de la estética de Emile Zola y fundó junto a otros la corriente decadentista que expresaba las crisis de identidad de finales del siglo XIX. A contrapelo (1884) fue su puñetazo en la mesa, una novela imprescindible. Antes había ido calentando motores con piezas breves como este A la deriva en la que seguimos los pasos de, en palabras de Maupassant, un «Ulises de las tabernas».

Esta obrita toma el testigo de Baudelaire y lanza sus enseñanzas al nuevo molde que acabaría por derivar en la literatura del absurdo del siglo XX. Y, sobre todo, nos permite recorrer París junto a Jean Folantin, un extraño gastrónomo que no encuentra apetito en nada.

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