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El secreto de las novelas de Agatha Christie

Muy pocos la desconocen. Incluso los más reacios a la lectura, a quienes cualquier libro se les cae de las manos y cultivan otras aficiones (perdiéndose tantas horas felices), en algún momento de sus vidas han tenido el gusto de tratarla. Diez negritos, Asesinato en el Orient Express, Muerte en la vicaría, Cita con la muerte, Asesinato en Mesopotamia y tantos títulos forman parte de la nuestra memoria, incluso aunque no seamos fervientes lectores Agatha Christie. Salvo que su compatriota J.K. Rowling le adelante, es la escritora que más libros ha vendido: más de 2000 millones de ejemplares traducidos a más de cien idiomas. Casi nada. A su manera, porque no tuvo que vivir tiempos de millennials, la inglesa Agatha Christie también se convirtió en la reina absoluta del género en el que publicaba; en este caso, el policiaco.

Misteriosa en vida y obra

Es cierto que no ha dado nombre a parques de atracciones ni ha protagonizado super producciones hollywoodienses. Sin embargo, la fama le ha acompañado durante gran parte de su vida y obra. Como buena inglesa, ha llenado su patria de fervorosos seguidores que, fieles a la escritora, peregrinan cada cierto tiempo a Torquay, el pueblo del condado de Devon donde nació en 1890 con el nombre de Agatha Miller. La “ruta Christie” les va llevando por los lugares más significativos de su biografía. Por supuesto, nuestro preferido es el punto exacto donde el guapísimo teniente de la Royal Air Force Archibald Christie le pidió matrimonio en 1914 frente a las aguas del Canal de la Mancha. Tampoco se olvidan de Londres, ciudad en la que los Christie se instalaron en 1918, ni Greenway, donde murió la escritora en 1976, felizmente casada esta vez con el arqueólogo Max Mallowan (pero ella, cosas de la popularidad, siguió siendo Christie). Y todavía hay más: si viajan a Estambul y les fascina la autora, también pueden visitar el hotel Pera Palace, donde se conserva en perfecto estado la habitación en la que nuestra amiga se alojó y dio rienda suelta a su talento literario. ¿Qué novela escribió allí? Una pista: este hotel se construyó en 1892 para alojar a los pasajeros del expreso París-Estambul.

El cambio de marido llegó años después de un suceso que contribuyó, y mucho, a aumentar el renombre de la Christie. Y que demuestra que entendió la importancia de la fama. Es más, parece, si es cierta nuestra tesis, que Christie fue una buena lectora de Maquiavelo. El caso es que, en 1926, después de que su Archie hiciera las maletas y les abandonara a ella y a su hija para irse a vivir con otra mujer, Agatha desapareció al volante de su Morris Cowley. El auto fue hallado cerca de la orilla de un lago cercano a Londres, pero no había rastro de Christie por ninguna parte. Al ser ya por entonces una escritora consagrada y líder en ventas, el suceso conmovió a toda Inglaterra, movilizó al Gobierno, encandiló a la prensa y soliviantó a la Policía. Muchos se temieron lo peor. Hasta Conan Doyle se puso al servicio de los investigadores para dar con ella. Se armó todo un escándalo. Once angustiosos días tardaron en encontrarla, pero, al final, lo hicieron. Estaba alojada con un nombre falso en un lujoso balneario y no recordaba absolutamente nada de lo ocurrido. Los médicos diagnosticaron amnesia y Christie jamás habló de este episodio. Curiosamente, dieron con ella un 24 de diciembre: fecha de su aniversario de boda con Archibald. ¿Esperó hasta ese día tan especial para volver? Juzguen ustedes.

Madre de muchos libros

Sea como fuere, lo cierto es que esta rocambolesca aventura, además de terminar en divorcio y en matrimonio con Mallowan, elevó todavía más a Christie a las alturas de la celebridad. Su ya extensa obra adquirió el carácter de prolífica y fue forjando su condición de una de las escritoras más fecundas, en lo literario. Publicó un total de 67 novelas y más de 150 cuentos, pero, además de las cifras oficiales, el investigador del Trinity College John Curran halló en los archivos de la familia tres relatos inéditos y centenares de cuadernos y libretas donde Agatha tomaba notas, corregía, cambiaba versiones, añadía detalles… una y otra vez. Todo ello da fe de un perfeccionismo, una capacidad de trabajo y una productividad por encima de la media y muy bien combinados.

En caso contrario, si se hubiera agobiado con la cantidad de trabajo, Agatha Christie no habría disfrutado como lo hizo de maravillosos viajes por todo el mundo y que le llevaron mucho tiempo. En 1924, acompañó a Archie durante diez meses en un periplo de la Bristish Empire Mission por lugares tan exóticos como Canadá, Sudáfrica, Australia, Nueva Zelanda o Hawaii. En este último destino, fueron de los primeros europeos en practicar surf. Su segundo matrimonio le permitió a Agatha conocer Egipto, Siria, Irak, Italia y Grecia. En efecto, un carácter tendente a la pusilanimidad no le habría permitido publicar (y vender) tanto como lo hizo. Que la calidad literaria de sus obras sea digna de los mayores elogios es otra historia, como señalan algunos estudiosos de la lengua. Y, sin embargo, ahí están las cifras de ventas. A día de hoy, a Christie sólo le queda batir a Shakespeare y la Biblia. ¿Cuál es su secreto?

En lo sencillo

Por supuesto que los crímenes siempre han despertado las más bajas y comunes pasiones. Abominamos del chismorreo y del morbo cuando los demás se regocijan en ellos, pero, ay, cuando es a uno mismo al que llora la curiosidad. Queremos saber todo del asesinato, hasta el más mínimo detalle. Y, sobre todo, deseamos indagar en la mente del malhechor, averiguar los vericuetos que siguió su alma hasta llegar a la sangre. Quizá para conocer hasta qué punto nos asemejamos a los criminales y cuándo nos distanciamos de ellos. Para convencernos de que, al igual que la hipocresía nos vence, la maldad puede echar a correr sin cortapisas en cuanto levantamos el pie del freno moral.

Sin embargo, además de esta pasión compartida por las fechorías, creemos que Agatha Christie supo desmarcarse de los demás autores del género gracias, precisamente, a la riqueza de sus vivencias. Esto, unido a un, sin duda, rico mundo interior que le permitiera rumiar observaciones, pudo dar como resultado tantas novelas y tan originales cada una. Y es que, pese a que comparten rasgos como la presentación de los personajes, los giros de la trama, los puntos de inflexión y la personalidad de los personajes, cada historia está ambientada en espacios únicos, cada uno cargado de riquísimos detalles, con lo que el lector queda atrapado, una y otra vez, en cada relato que leen sus ojos. Ya sea un tren transcontinental, un pueblecito de la campiña inglesa, una mansión situada en alguna isla del Canal de la Mancha o la árida Mesopotamia, no faltan pormenores en la ambientación de la trama.

Además, y esto es algo que nos gusta especialmente de Agatha Christie, los personajes que resuelven los casos son siempre un punto inverosímiles. Es decir: nadie apostaría por ellos. Ofrecen dudas sobre su capacidad para dar con el asesino y ponerle en manos de las autoridades. Tanto la pueblerina señora Marple como Hércules Poirot, el detective belga de pocas palabras y con la cabeza en forma de huevo, ofrecen a lo largo de las novelas varios momentos de soledad, desesperanza o, incluso, desinterés por el asunto que conmociona a sus semejantes. A la señora Marple le acusan de no saber nada de la vida cuando le escuchan sus teorías sobre la escena del crimen. Y a Poirot no se le ocurre otra cosa que echarse una cabezada para “ordenar las ideas” y cavilar cuando se ha escuchado a todos los testigos. ¿Pero qué tipo de detective es?

Y, sin embargo, son ellos, los sencillos, los que acaban resolviendo el rompecabezas que Christie ha creado para nosotros, sus lectores de todos los tiempos. Y este es un pensamiento alentador: que la autora de los libros más vendidos sea una mujer que escogió a los ingenuos, a los que no se han dejado endurecer, a los que conservan la dulzura que otros desecharon, a los nobles, para dar con los autores de las mayores maldades y ponerlos en manos de la justicia. Toda una declaración de intenciones, o eso pensamos, que hacen que Agatha Christie se merezca permanecer en el podio de los afortunados por muchos, muchos años más.

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