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Reseñas
literarias

El adversario

por:
Carlos Marín-Blázquez
Editorial
Anagrama
Año de Publicación
2013
Categorías
Sinopsis
El 9 de enero de 1993, Jean-Claude Romand mató a su mujer, sus hijos, sus padres e intentó, sin éxito, darse muerte. La investigación reveló que no era médico, tal como pretendía y, cosa aún más difícil de creer, tampoco era otra cosa. Mentía desde los dieciocho años. A punto de verse descubierto, prefirió suprimir a aquellos cuya mirada no hubiera podido soportar. Fue condenado a cadena perpetua. Este libro narra esta escalofriante historia real que es un viaje al corazón del horror. El resultado es una obra excepcional que ha sido comparada con A sangre fría de Truman Capote.

El adversario

Cuando el escritor francés Emmanuel Carrère conoció los detalles que habían rodeado los asesinatos cometidos el 9 de enero de 1993 por Jean-Claude Romand, decidió que quería escribir la historia de un suceso que, por sus características particularmente atroces, había conmocionado a toda Francia. Envió entonces una carta a Romand -quien en aquel momento se hallaba a la espera de juicio- acuciado por una necesidad interior que el propio autor explica en estos términos: “La pregunta que me empujaba a escribir un libro no podían responderla los testigos ni el juez de instrucción ni los peritos psiquiatras, sino el propio Romand, puesto que estaba vivo, o nadie. Al cabo de seis meses de vacilaciones, resolví escribirle por mediación de su abogado. Es la carta más difícil que he tenido que redactar en mi vida”.

La respuesta a tan arriesgada iniciativa se hizo esperar más de dos años, pero al cabo de ese tiempo Romand accedió a contarle su versión de lo acaecido. Fruto de esa relación entre el escritor y el asesino, así como del acopio de datos que siguió al esclarecimiento del crimen, surgió El adversario. La mezcla de elementos reales con otros que el autor no tiene más remedio que extraer de su imaginación permite adscribir el libro al género de novela de no ficción, paradójica etiqueta que encuentra su antecedente más exitoso en la célebre A sangre fría de Truman Capote. En ambos casos, la trama gira en torno a la reconstrucción de un crimen y la posterior indagación en los perfiles psicológicos de quienes los perpetraron. No obstante, lo que otorga a El adversario un componente singularmente estremecedor es el hecho de que las víctimas de Romand eran todos miembros de su propia familia.

Así pues, el misterio sobre el que se sostiene el libro gira en torno al detonante que pudo llevar a un hombre a quitarles la vida, en el curso de unas pocas horas, a su mujer, sus dos hijos de siete y cinco años de edad y a sus ancianos padres, para a continuación escenificar una tentativa de suicidio acerca de la cual siempre persistirán las dudas sobre si de verdad puso todo su interés en culminarla con éxito. Con el desvelamiento de la identidad de las víctimas no estoy comprometiendo el interés de la trama, pues se trata de hechos de los que el lector queda informado a poco de comenzar el libro. Es la posterior inmersión en los abismos psicopáticos del protagonista, en la que Carrère toma como punto de partida el testimonio de Romand a la vez que abre el campo de las hipótesis a un variado abanico de perspectivas, lo que cautiva nuestra atención.

Los detalles escabrosos, pues, importan mucho menos que la búsqueda de la raíz del mal. El sensacionalismo primario en el quizá hubiera degenerado una materia tan delicada, queda, en manos de Carrère, sorteado por la descripción minuciosa y expertamente graduada de la peripecia de un individuo afable y apocado y que, no obstante su aparente falta de doblez, durante dieciocho años consiguió llevar una doble vida sin suscitar en su círculo más íntimo una aislada sombra de sospecha. Sin duda, hay que buscar la clave para explicar el éxito de un fraude tan prolongado en la naturalidad con la que el protagonista, a partir de una mentira inicial que marcará el giro definitivo en su vida, se sume en una vorágine de falsedades que logran encumbrarlo a una altura que nada tiene que ver con la realidad de sus méritos. El sostenimiento de semejante impostura requerirá de una fuerza de voluntad y una sangre fría pasmosas. Pero hay también en el núcleo de esta historia sórdida y terrible una crítica velada a lo deleznable de una sociedad que no sólo se muestra incapaz de ver más allá de las apariencias, sino que parece deseosa de dejarse atrapar por ellas, de dar por bueno todo aquello que se ubique dentro de los convencionalismos de la aceptabilidad y el triunfo sociales.

Vemos entonces en Romand como a un ser supeditado hasta extremos enfermizos a ese deseo obsesivo de reconocimiento que, una vez traspuestos todos los límites, lo arrastra a una deriva en la que él mismo hará lo posible para reconocerse como víctima. La reflexión del narrador resulta muy significativa en ese sentido: “Él hubiese preferido sufrir de veras un cáncer que la mentira –pues la mentira era una enfermedad, con su etiología, sus riesgos de metástasis, su pronóstico reservado-, pero el destino había querido que contrajese la enfermedad de la mentira, y no era culpa suya haberla contraído”. Con la introducción del concepto de culpa nos percatamos de que empezamos a pisar un terreno problemático. Al efectuar el pormenorizado relato de los hechos, Carrère acierta a guardar la distancia justa entre la fría objetividad del cronista y la implicación emocional del ser humano que no puede dejar de ser. Su intención no es en modo alguno insinuar un dictamen absolutorio sobre el autor de unos crímenes tan horrendos. Sin embargo, sí es cierto que sobre la tentación de juzgar prevalece su necesidad de comprender. Comprender los entresijos de una personalidad que en algún momento de su vida, quizá entre los dieciocho y los veinte años, quedó fatalmente deslumbrada por el descubrimiento de su talento para la manipulación y la mentira, y optó por la invención de un mundo que nació condenado a desmoronarse.

Escribe Carrère: “Es imposible pensar en esta historia sin decirse que hay un misterio y una explicación oculta. Pero el misterio consiste en que no hay explicación y en que, por inverosímil que parezca, las cosas fueron así”. Los delirios de Jean-Claude Roman -el hombre mesurado al que sus allegados no dudaron en confiar sus ahorros, el interlocutor calmoso y atento, el padre y marido solícito, el amigo sensato y fiel- se cobraron, en el instante en que comprendió que su enrevesado universo de mentiras estaba a punto de saltar por los aires, las vidas de cinco inocentes. En 1996 fue sentenciado a cadena perpetua, con un cumplimiento de condena de al menos 22 años. En 2019 salió en libertad.

Temática:
Reconstrucción de un crimen múltiple y de la personalidad de su autor
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A sangre fría, de Truman Capote
Léelo siempre que:
Consigas recordar que detrás de la historia, absorbente, hay cinco víctimas tan inocentes como reales
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