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LO LEÍDO
y lo liado
un blog de enrique garcía-maiquez

Mirlo doméstico

Son cosas asombrosas. Le tenía manía a los mirlos y me guardaban las distancias. Les perdoné de corazón, y ahora hay una que se posa en la chimenea del vecino más cercana a mi ventana y canta como los ángeles (negros, que precisaría Machín). Y todavía más. Una pareja de mirlos ha hecho su nido en la pérgola del porche, pegado al cristal de la casa, a la altura de nuestros brazos, casi de nuestros ojos. Más confianza imposible.

Carmen está encantada. Y yo también. La mirla va y viene del jardin al nido sin parar. Da en el nido como una flecha en el blanco por la velocidad, por la rectitud, por la puntería y por la vibración que deja en el aire. Carmen echa las horas observándola. Le asombra la cantidad de gusanos que puede encontrar en nuestro jardín, mientras que si nosotros buscamos no vemos ni uno.

El que parece haberse ido por tabaco es el mirlo. Menos mal que no aplica el igualómetro ese de las tareas del hogar, ni que aquí somos muy partidarios. Nos hemos juramentado a estar más pendientes.

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