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Ha muerto X. Llevaba varios años mal y yo sé cuando se puso mal. Ahora no recuerdo si he contado ya alguna vez cuando la policía fue a casa de mi padre con una denuncia por acoso sexual. ¿Os suena? Para los que no, fue así. Fue la policía con una denuncia y mi padre muy tranquilo dijo que, en fin, me podrían localizar en tal sitio, pero que ya les adelantaba él que aquello era un malentendido. Me localizó un comisario.
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Me explicó muy profesional que una señora había interpuesto una denuncia al recibir un ramo de flores con un mensaje anónimo que decía: «Te quiero muchísimo, hermana». No era el primero que recibía. Habían ido a la floristería y allí les habían dicho que era yo el que lo había enviado. «¿Era yo?». Sí, era yo.
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Les expliqué cómo. X, que trabajaba muy cerca de mi instituto y al que saludaba cada mañana, me dijo que, ya que yo vivía en el Puerto, si me importaría mandar unas flores, y así él se ahorraba el envío por interflora. Me pareció bien y eso hice. Les di el nombre de X y ellos siguieron con la investigación.
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Él me contó luego su historia. Era hijo ilegítimo de un chico del Puerto que se fue a hacer la mili a su ciudad. Allí le cayó en gracia al sargento… y a la hija del sargento, a la que dejó embarazada. Terminó la mili y se licenció también de eso. X, ya mayor, se había venido al sur a la búsqueda de su padre. Que, tras la mili, aprovechando su perfil torero, hizo una buena carrera, se había casado y había tenido unos hijos. Luego se murió. Los hijos, cuando vieron llegar al ilegítimo, se pusieron muy nerviosos, no fueran a tener que compartir la herencia o quizá fue por la honrilla o lo que fuese o por todo. La única cariñosa había sido la hermana de las flores, pero su marido y sus hermanos le dijeron que nada, que dejase de hablarle. Ahí vienen las flores y que la familia quisiera cortar por lo sano con lo más afilado, que era la denuncia de acoso sexual.
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Esa misma explicación que me dio a mí, la dio en el juicio, al que yo fui citado en calidad de testigo, y pude verlo todo en primera fila. La tensión fue muy grande y muy dramática con lloros por ambas partes y gritos y amenazas por parte de los hermanastros. Al X le dio un ictus a los pocos días y quedó bastante cojo y triste de ahí en adelante. Él había tenido bastantes hijos que son trabajadores y honestos, con lo cual la historia no es tan terrible.
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Nadie más en el trabajo conocía la historia y yo le guardé el secreto. A veces tenía ganas de preguntarle cómo fue su infancia con el sargento en el cuartel engañado por el recluta y su madre soltera. No tuvo que ser buena. Pero él era una buena persona, lo que demuestra que se puede doblar el brazo al destino en el pulso de la vida. La hija me lo contó ayer, y ya había sido la misa. Ahora tendría que llevarle flores, con un guiño, al cementerio.
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En la floristería estuvieron años pidiéndome disculpas por haber dado mi nombre a la policía. Yo les decía que no se preocupasen, pero se preocupaban. Si no hubiesen traspasado el negocio, compraría allí las flores, para guiñar también con el otro ojo.