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ENTREVISTA

Fernando Bonete: «A la sociedad española le hace falta pensar y no hay método más directo para pensar que leer»

Fernando Bonete estudió Periodismo y Humanidades en el CEU San Pablo. Se quedó afortunadamente con lo segundo y ahora dirige el grado humanístico en su alma mater. Primero en la sección de cultura y después como director, en El Debate de Hoy comenzó a rescatar grandes clásicos de la literatura. Convencido de que en las redes y las televisiones hay espacio para la divulgación cultural, atesora en Instagram más de cien mil seguidores; y hace apenas unas semanas se estrenaba en El Toro TV con La Bibliotheca, un espacio para libros. Con él hablamos de «Cultura de la cancelación», un pequeño ensayo en el que analiza uno de los grandes males de nuestra sociedad: la pasividad.

En «Cultura de la cancelación» analizas la dictadura de lo correcto. ¿Quién es el dictador?

Muy pocas veces se apunta al dictador porque una de las características esenciales de esta cultura de la cancelación es la inexistencia de una persona, un grupo o colectivo perfectamente identificables. No hay un solo agente que imponga su voluntad, como en los totalitarismos del siglo XX. Aquí no hay partido ni figuras políticas fácilmente identificables. No hay Gestapo. Esta dictadura de lo correcto es más un ambiente, una atmósfera de corrección. Por eso lo primero que se nos pasa por la mente es el miedo a decir, pensar y preguntar ciertas cosas. Es un fenómeno diferenciador con respecto a otras cancelaciones y censuras que se han dado a lo largo de la historia.

¿No hay nada orquestado entonces?

Sí, rotundamente. De hecho, si uno profundiza en los principios de esta dictadura de lo correcto, sí se pueden identificar muchos agentes, movimientos y colectivos en activo que quieren imponer una conversación aceptable y censurar ciertos temas. Pero esto requiere del esfuerzo de desenmarañar este clima de imposición. De ahí que esta cultura de la cancelación tenga semejante fuerza: porque parece que nadie la impone, pero lo cierto es que sí.

Eres profesor universitario. ¿La tesis de tu libro nace de las aulas?

Nace de muchas realidades distintas. Por un lado, existen estudios científicos y empíricos que evidencian la existencia organizada de esta cultura de la cancelación. Esto no es una novedad, y en la primera parte del libro trato varios de estos estudios. Ahora bien, más allá de esto, cualquier ciudadano con interés social puede darse cuenta de esta censura: se cancelan presentaciones de libros −en España se han perseguido publicaciones sobre la transexualidad−, se boicotean conferencias que pretenden disentir sobre el aborto o la eutanasia o el feminismo funcional, se señala escritores −no por su obra sino por determinados posicionamientos−, se boicotean incluso países… ¡Si es que la presidenta Von der Leyen dio a entender que si ganaba Meloni en Italia la Unión Europea debería replantear las ayudas económicas a Italia!

Al final, como vemos, en muchas áreas identificamos el mismo fenómeno de cancelación. De mis clases ha surgido un interés, que es una necesidad, por encontrar la verdad de las cosas. Esa es la misión principal de la universidad, en la que también se está dando con fuerza esta cultura de la cancelación.

Hablemos precisamente de la Universidad. Hace poco te criticaron porque señalabas a los profesores también como un problema de esta atmósfera de corrección. ¿Cómo están saliendo las generaciones de la universidad? ¿Se está educando correctamente en un espíritu crítico?

Por alusiones a esta polémica, yo expliqué que los profesores universitarios participan muchas veces de este fenómeno, y por eso hay generaciones que salen de la universidad sin capacidad intelectual y sin compromiso social, que es igual de importante. Sin embargo, no son sólo ellos el problema. Lo más preocupante de los jóvenes es su falta de compromiso con la sociedad. Y toda la cultura que nos rodea nos lleva, especialmente a ellos, a la pasividad. Cuando veo a universitarios que han asumido esta pasividad como normal me preocupo, porque hay pocas cosas más útiles para la cultura de la cancelación que el conformismo.

No sólo profesor, sino además profesor de humanidades. ¿Es la formación humanística −que invita a hablar, preguntar y pensar− un antídoto contra esta cultura de la cancelación −no hables, no preguntes, no pienses−?

El mayor antídoto contra la cancelación es la verdad. Pero es cierto que decir la verdad requiere no sólo de cada vez más valentía, sino también de un conocimiento que nos ayude a identificar la mentira y la manipulación con rigor. En ese sentido estoy rotundamente de acuerdo: las humanidades son la disciplina que más y mejor ayuda a pensar.

Utilizas habitualmente las redes sociales para difundir la lectura. ¿Se puede ser influencer cultural, más allá de cremas y bolsos?

Siendo realistas, yo sé que las cuentas que nos dedicamos a la difusión de la cultura y el conocimiento en redes sociales no vamos a morir precisamente de éxito. Nunca vamos a alcanzar los números que consigue el estilo de vida, la cosmética o la gastronomía. Pero sí creo que hay un espacio de divulgación que hay que recuperar. Se pueden hacer cosas buenas en las redes sociales aunque seamos conscientes de nuestra limitación. Si aspiramos a que las redes reflejen la realidad, deberíamos saber que en España hay mucho interés por la cultura, aunque las cifras no sean siempre los mejores.

Hablando de morir de éxito, el pasado 3 de junio diste el salto a la televisión con el estreno de La bibliotheca, un programa de libros de El Toro TV. ¿Qué hay de nostalgia en estos formatos? ¿Tienen aún cabida?

Lo primero, quiero agradecer personalmente a la editorial Homo Legens que haya invertido en este programa. Ellos están produciendo el formato con sus recursos en un momento en el que prácticamente nadie apuesta por los libros en televisión. Tan sólo se me ocurren una o dos más iniciativas similares Libro sobre Libro y Página Dos. Por eso creo que han sido muy valientes en la editorial y en El Toro TV apostando por este programa. Creo firmemente que estos espacios tienen cabida: no tendría sentido señalar los problemas de nuestra sociedad y no buscarles solución. Recuperar la literatura siempre es necesario, pero se ha vuelto especialmente crucial en el momento actual, con tanta tensión social e inestabilidad política. A la sociedad española le hace falta pensar y no hay método más directo para pensar que leer.

Otra apuesta arriesgada: volver a los clásicos. En una España donde se publican miles de libros al día, ¿cuál es la actualidad de las grandes obras?

La actualidad de los clásicos es toda: son libros que nos siguen hablando como hablaban al hombre de ayer. Estas grandes obras han sido capaces de captar aquello del ser humano que no ha cambiado ni cambiará. Hay un corazón, un núcleo, en el hombre y la mujer que no cambia, y estos clásicos perduran porque conquistan ese núcleo que siempre es el mismo. Nos hablan hoy con la voz de siempre, y precisamente por eso aportan una gran riqueza. Entroncan con la manera de pensar y sentir de la condición humana, sin anclarse en la actualidad.

Es poco común, pero reivindica ahora una editorial que te guste…

Es verdad que nunca me habían preguntado esto. Siempre recomiendo autores, novelas y demás, pero no editoriales. Me cuesta quedarme con una así que te diré dos editoriales pequeñas e independientes. Pequeñas en lo numérico pero grandes en su buen hacer: La Huerta Grande y De Conatus. En La Huerta Grande están recuperando autores internacionales y yo celebro especialmente que hayan publicado a Tim Gautreaux, un autor norteamericano cuya propuesta narrativa es interesantísima. Tiene dos novelas maravillosas en esta editorial. Y también me quedo con De Conatus. Esta la recomiendo mucho porque tienen en su catálogo al gran autor católico de nuestros días: Jon Fosse. Para mí es merecedor del Nóbel y siempre está en las quinielas por la importancia de su dramaturgia. Pero si antes hablábamos de clásicos, yo tengo la intuición de que Septología, su principal obra narrativa, pasará a la historia como una de las grandes obras del siglo XXI.

Con la Feria del Libro aún reciente, recomiéndanos una novela, un ensayo y algo de poesía

La poesía es mi punto débil así que pasapalabra. Pero sí recomendaría Fortuna, la gran novela de Hernán Díaz. Este autor novel solo tiene dos novelas y ya con la segunda ha ganado el premio Pulitzer. Es un narrador espectacular que recomiendo mucho. Y sobre el ensayo, algo relacionado con mi libro, me gustó mucho La libertad de expresión de Andrew Doyle (Alianza Editorial). Y como te cambio la poesía por otra novela, voy a recuperar un clásico de la ciencia ficción que estoy releyendo mucho últimamente: el Ciclo de los robots de Isaac Asimov. Nos habla desde el pasado de una cuestión totalmente actual como la inteligencia artificial generativa.

Dos muy rápidas para terminar. ¿El Quijote es para tanto?

El Quijote no es para tanto, pero necesita de una preparación. Como todos los clásicos, necesita de un trabajo previo de comprensión. Yo estoy bastante de acuerdo con Italo Calvino en que a los clásicos hay que llegar por amor y apetencia personal. Es la gran novela de la literatura, es la primera novela en castellano, pero sin esa preparación no es para tanto. Yo, como muchos jóvenes, no estuve preparado para leerla hasta que llegué a la universidad. Así que a veces pienso que tampoco nosotros somos para tanto.

Si tuvieras dieciocho años, ¿en qué te gastarías los 500€ del bono cultural de Miquel Iceta?

Creo que me lo gastaría todo en libros, sí. Jugué a videojuegos poco tiempo y es verdad que me gustan, porque creo que esconden un trasfondo muy interesante. Pero yo me lo hubiera gastado todo en libros. Ni música, ni gaming, ni toros: libros. Como estudié violín en un conservatorio, ya me colaba gratis en muchos conciertos y demás, así que yo compraría libros.

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