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LO LEÍDO
y lo liado
un blog de enrique garcía-maiquez

El barbero

Siempre voy al barbero con mi hijo. Me encanta llamar a pedir dos citas a nombre de Enrique García-Máiquez y de Enrique García-Máiquez; y el leve desconcierto hasta que cae. Es una pena que mi padre no se apunte para subir la apuesta, pero él sigue yendo al barbero suyo de toda la vida. Nosotros no, porque mi madre se enfadó con él. Nos llevó un día a toda prisa porque al día siguiente salíamos de campamento. El barbero aquel no nos cogió porque no teníamos hora o algo y mi madre le declaró la guerra total. Ahora que lo pienso, la fidelidad de mi padre tuvo que ser realmente heroica.

Mi hijo y yo vamos al mío hasta que Leonor se enfade con él por algo y entonces mi hijo se tenga que buscar otro para él y su prole, hasta que…

El barbero y yo hablamos de esto y de aquello. No me lee pero me ve (me vee) en el periódico y eso le gusta. Pero esta vez, a la salida, Quique me preguntó de qué habíamos estado hablando. «No sé», dije corriendo. Luego, más tarde, cuando salía de chaqueta y corbata a una sesión de la Real Academia Hispanoamericana me preguntó si iba a lo del barbero. No entendí. «No», contesté sin prestar mucha atención, por la prisa. Por la noche, antes de acostarse, me volvió a preguntar: «Oye, ¿de qué hablabas con el barbero?» Vaya, ya me puse a pensarlo. «Ah, sí». De que me ha tocado ser suplente de la mesa electoral y a él también y de las oportunidades o no de librarnos. De eso hablábamos.

Lo gracioso es que el interés de mi hijo radica en un matiz. Siempre ha visto las conversaciones con el barbero en un tono rutinario, sin interés, por cumplir el expediente. Ayer vio que se interesaba vivamente en lo que yo le contaba y que incluso salió a la calle a seguir preguntándome cosas. Fue el insólito interés del barbero el que despertó el suyo.

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