–
He contado en el Diario de Cádiz que escribía mi artículo mientras mi hijo veía La Pasión de Cristo de Mel Gibson. Creo que nunca he presumido aquí de lo mucho que me admira mi hijo varón, que impresiona a sus tíos y a los amigos, ni tampoco he contado la pasión política que también embarga al muchacho de doce años. Ahora hace falta contarlo para que os pongáis en situación.
–
Cuando él acabó de ver la película y yo mi artículo, le enseñé un vídeo político que había visto mientras tanto. Estaba seguro de que le iba a hacer muchísima gracia su gamberro partidismo. Lo miró con un disimulado desinterés o con un simulado interés, para no hacerme daño. Con evidente aunque vergonzante pena de que yo, su padre, perdiese el tiempo en esas cosas, teniendo la pasión de Cristo para reflexionar.
–
De hecho, en cuanto que acabó el dichoso vídeo político, volvió a hablarme del Señor, de su amor inmenso, de su ejemplo, de su grandeza. Y a preguntarme más cosas de la Pasión, por si las sabía.
–
Le oía y me propuse esta Semana Santa —dentro de un rato sale nuestra Hermandad— esa mirada matizada por el velillo del misterio que se le ha quedado a mi hijo. Daremos al César lo que es del César, qué remedio, pero a Dios lo que es de Dios.
