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ACTUALIDAD

Otra revista de poesía ¿Para qué?

¿Necesitamos de verdad otra revista de poesía? Desde luego que no. La poesía no es necesaria, gracias al Cielo, como no lo es un chuletón de Ávila. Y, si en casa ya no caben más libros, cuánto menos los vulnerables ejemplares de revistas y revistas acumulando polvo en su camino hacia el olvido.

Yo solo conservo aquellas en las que salgo, y no siempre. Es el caso que nos ocupa hoy. El número inaugural de la revista Centauros lleva un poema mío, y esto ya sería suficiente motivo para hacerse con ella. La reseña sería: «incluye poema mío». I.P.M. Y ya. Pero me pagan por escribir más palabras. También habrá quien piense (¡el mundo está lleno de malpensados!) que alabo la revista porque salgo yo. A mayor calidad de su contenido, más prestigio para mí. A la inversa también sucede, que la compañía en que nos colocan no es la mejor, pero en esos casos pensamos «estoy echando un cable a estos chavales y su revistilla». La vanidad se blinda siempre y encuentra el ángulo mejor para que nos sintamos en la posición más gallarda.

Grandes firmas

A veces ocurre que abrimos una revista literaria, de gran calidad de diseño y artes gráficas, y el nivel es pésimo. Gente bienintencionada, autores noveles con horrísonos versos, felices de verse al fin en letra impresa. Todos hemos pasado por ahí, desde luego, pero su lectura nos desanima de seguir pasando páginas de revistas. Por ello, sorprende gratamente que el contenido de este número primero de Centauros sea de tanta calidad. No solo los autores son reputados (ademas de servidor, por supuesto): Miguel d’Ors, Luis Alberto de Cuenca, Piedad Bonett, Luis Antonio de Villena, Diego Vaya…, sino que los textos son en su mayoría muy buenos. Podría haberse dado de otro modo, autores prestigiosos con textos flojos. A veces, un autor entrega un poema inédito para una revista, que aún no ha publicado en libro y quiere darse el gusto de verlo ya en letra impresa sin tener del todo claro su futuro editorial; o peor aun, un poema que tenía guardado en un cajón desde hace tiempo, descartado de algún libro. Y, si estaba en el cajón (es un decir, en el disco duro), por algo sería.

Entre los poemas encontramos, por poner un botón de muestra, a un espléndido d’Ors plagiándose a sí mismo y, como acostumbra, mejorándose con cada vuelta de tuerca. Llega incluso a coronar el poema con versos del final de otro poema suyo, y lo formidable es que funciona. Para quien exclame «¡venga, más pollaviejas con sus endecasílabos de la experiencia!», la revista cuenta también con un poema de Gudrun Palomino, en el otro extremo estético y generacional, finalista del Adonáis este año.

En las páginas de prosa destaca el artículo de Diego Vaya, en el que, con fina ironía y mala leche –tan oportunas ambas cuando se tiene razón– se fustiga a los jóvenes poetas modernitos, más ocupados de los likes y la presencia mediática que de leer a Garcilaso y colocar bien sus acentos. Es imposible leerlo sin la satisfacción de oír el cascabel en el cuello del gato, mientras reímos un poco por lo bajo.

Flecha que atraviesa España

La ciudad matriz de esta publicación es Huelva, de la mano de Alejandro Bellido, Irene Flores y José Cuevas Olmedo. Al preguntarles por este proyecto, descubrimos que han pagado todo de su propio bolsillo, en busca aún de patrocinio o mecenazgo, y que, pese a autogestionar la maquetación, contrataron los servicios de un diseñador gráfico. Lo cierto es que el logotipo es hermoso, la maquetación equilibrada y agradable a los ojos, y la portada, sencilla y elegante.

Respecto a las intenciones de los impulsores de la revista, han publicado este pequeño manifiesto:

«La revista Centauros nace como una flecha que atraviesa España de sur a norte. Con esta publicación pretendemos unir las orillas y las tierras literarias de nuestro país bajo los firmes cimientos de la tradición y el presente. Poesía, prosa, ensayo y crítica; literatura, en definitiva, en todas sus formas y sus sustancias dan la cara en estas páginas que recuerda simbólicamente a Rogelio Buendía y su labor con aquella revista onubense, Centauro, que dirigió a comienzos del siglo XX, cuyo nombre nos honra rescatar. El barco ya zarpó, el viento sopla en la vela, los dioses están de nuestra parte; en palabras de Mesanza: Mañana el mar inmenso nos espera».

Es el tipo de retórica inflamada, fervorosa e ingenua, que gusta encontrar en la juventud. Juventud de cuerpo o espíritu. La alusión a Mesanza no es baladí, pues citan solo a un autor en su declaración de intenciones, y a uno al que admiramos enormes minorías. Podrían no haber citado a ninguno, y militar en las filas del bienquedismo inofensivo. Pero han decidido ondear, como vela mayor, la bandera del verso más luminoso y esperanzado del autor de Europa. Y la esperanza es lo más rebelde que hay.

Sigue resultando admirable que unos particulares, por el afán de aglutinar el talento de otros y exponerlo ante más público, inviertan de esta manera tiempo y dinero propio en una hermosa tarea editorial. Hay esperanza, pues, para la Literatura, al margen de bestsellers e instagramers.

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