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Espido Freire: «La manera en la que la buena literatura inglesa analiza el alma humana, cómo convierten lo particular en universal, me parece fascinante»

A propósito de lo que hoy se denomina literatura de tacitas, voy Tras los pasos de Jane Austen, el libro de Espido Freire, a medio camino entre ensayo y novela de viajes. Todo un paseo a través del contexto familiar, social, histórico y educativo de la autora británica y escrito con toda la ternura  y fascinación. Freire nos lleva de la mano por paisajes y lugares por los que Jane Austen vivió, completado con los acontecimientos que ocurrieron antes de su nacimiento y a través de su época porque es fundamental conocer qué dificultades, qué alegrías y qué vacilaciones afrontó para llevar a cabo su carrera literaria.

Cuenta Espido Freire que Jane Austen conserva la frescura de lo contemporáneo y la profundidad de un clásico. De ahí la modernidad que acaparan los clásicos. El espíritu, el alma de la literatura de Jane Austen, «va mucho más allá de hablar de una forma determinada o tomar el té con la tacita de una determinada forma en tu mano», el genio siempre será inasible pero aproximándonos a su obra logramos intuirlo gracias a su gracia y ese encanto natural. Jane Austen,  además de romance, es también parodia, capacidad para crear una caricatura, sátira, el sentido de la vida, la superación. El eco de un mundo y costumbres ya desaparecidas. Por cierto, tras esa aparente timidez, hay una Jane Austen más «gamberra», viva como ninguna y también se desvela en estas páginas como la gran amante, apasionada y revolucionaria que fue.

Desde su debut como escritora con Irlanda, Espido Freire ha publicado, entre otras novelas, Soria Moria (Algaida, Premio Ateneo de Sevilla 2006), Llamadme Alejandra (Planeta, Premio Azorín 2017) y De la melancolía (Planeta, 2019) con un lugar destacado para el Premio Planeta por su obra Melocotones helados (1999). Colabora con los principales medios de prensa nacionales. Es también autora teatral y de numerosos cuentos y diferentes ensayos.

En definitiva, Tras los pasos de Jane Austen es todo un viaje por una época y un contexto que explica, espléndidamente, cómo la escritora británica no surgió de la nada.

Estamos viviendo otra explosión de la literatura y cine de época. A veces, es difícil situar a qué años nos referimos con esa expresión «de época» y ahora nos faltaba el término «tacita». ¿Le gusta este término? ¿Cómo le gusta a usted definirla?

En realidad no es difícil en absoluto: cada época que refleja una ficción histórica tiene su nombre (Romanticismo, Regencia, época Eduardiana, época Victoriana, época Isabelina…) o bien es una ficción sentimental o fantástica que se apoya en esas épocas. Si queremos ser precisos, podemos serlo. A mí me horrorizan ese tipo de términos como «literatura de tacitas». Me parecen imprecisas y condescendientes. Pero el ser humano funciona con etiquetas, y supongo que a la hora de localizar según qué estilos resulta útil.

¿De dónde proviene su amor por la literatura inglesa, la literatura de época, estos personajes, esos paisajes…?

De Shakespeare, en particular. De hecho, me hice filóloga inglesa por ello, y no al revés. Los paisajes no me dicen gran cosa, pero la manera en la que la buena literatura inglesa analiza el alma humana, cómo convierten lo particular en universal me parece fascinante. No se trata de que no se encuentre en otros idiomas o en otras literaturas, pero en mi caso la conexión emocional es más intensa.

¿Es Jane Austen el gran modelo pionero de la novela romántica inglesa? ¿La figura que abre camino respecto a la novela?

No. Jane Austen no es una autora romántica, sino de la regencia, no escribe novela romántica, y no es la pionera en nada de ellos. De hecho, sería conveniente distinguir la novela romántica (de la época del romanticismo y con los temas propios del mismo) y novela sentimental o de avatares amorosos o sexuales. Durante muchos años se llamó «novela rosa» y ahora el término está en desuso por sus connotaciones negativas, por lo que equívocamente se le llama novela romántica. Pero en ninguno de los dos sentidos Jane Austen encaja. Jane escribe sátira, novela costumbrista y en cierta medida moralizante. Y centrarse solo en las tramas amorosas no es hacerle completa justicia.

Usted, con sus libros, ha descubierto aspectos que desconocía y a los lectores nos ha desvelado de Austen particularidades sobre su personalidad, su actitud ante el amor, que no era cómo pensábamos…  

Por suerte, Jane Austen es una autora bien conocida, con una obra relativamente poco extensa y que ha merecido buenas biografías. Cualquiera que quiera conocer su realidad puede acercarse a ellas, o a mi libro Tras los pasos de Jane Austen y distinguir su vida, que fue más bien convencional, incluso monótona, de su obra. Lo que ocurre es que en una necesidad constante de transformar a los autores en seres fascinantes, se ha producido una progresiva idealización de la figura de Jane: a muchos lectores les cuesta asumir que escribiera historias de amor sin haberlas experimentado ella misma, o que la fabulación, la observación y otras lecturas sirvieran como base a sus textos, más que una vida apasionante. Jane vivió como lo que era, una joven de clase media rural empobrecida, bien educada, soltera y con un comportamiento intachable. Eso rompe por completo con la mentalidad del Romanticismo de solo unos pocos años después, pero es lo que hay.

Austen tenía seis hermanos, además de una hermana. Siempre se ha dicho que los hombres de sus novelas son tan reales… ¿Podría ser que ese vínculo tan cercano fuera el que ayudara a la escritora a plasmar caracteres y «cosas» de hombres?

Lo que podemos ver es que Jane no se tomaba a los hombres muy en serio. Sus novelas están recorridas por padres ausentes, curas ridículos, señores que se consideran genios… y también soldados caraduras, seductores, chavales tímidos… Jane vivió rodeada de hombres y en un mundo en el que ellos eran quienes contaban, quienes decidían sobre su vida y a quienes se les daba prioridad. Creo que más allá de la relación con los hermanos, era el propio entorno quien le proporcionó ese conocimiento.

El desamor, las diferencias sociales, la pasión y ese ambiente sofisticado siguen atrayéndonos. ¿Qué le interesa a usted más de los personajes que plasman estas autoras? ¿Qué parte de su interior, de su humanidad, le interesa más?

A mí me interesa el que sean profundamente coherentes, el que su felicidad les importe más que las expectativas, lo que los otros esperan, la riqueza o incluso el espejismo del amor. Son íntegras, con sus pequeños defectos, son valientes dentro de lo poco que pueden dirigir, son bastante inteligentes, son buenas personas aunque duden o se arrepientan a veces de serlo. Creo que parte de su fascinación viene precisamente de esa mezcla.

Como los buenos clásicos de nuestra literatura, las obras de Austen o Brontë están llenas de modernidad. ¿Siguen siendo las enseñanzas morales, históricas, sociales, de las obras actuales similares a las originales? ¿Ha variado la mirada de los nuevos directores/autores? ¿Ante qué cine/literatura «de tacitas» nos encontramos ahora?

Los directores contemporáneos proyectan sus intereses, las modas actuales e incluso una mirada llena de presentismo. Supongo que es lo lógico, salvo cuando se desea ser estrictamente fiel a una época o a una mirada, cosa que en general está reñida con la difusión masiva de una obra. Desde luego, lo que se pretende transmitir son valores o principios muy diferentes a los del XIX. Algunos de ellos ni siquiera los entendemos plenamente hoy.  Las adaptaciones, sobre todo en audiovisual, requieren de otro lenguaje y a veces de una relectura de la obra. En este momento hay una gran atención a lo sexual, un tema que dependiendo de en qué época se esbozaba con mayor o menor sutileza.

Pero está claro que sin un poso social, unas reflexiones sociales, una buena trama, no se sostiene la obra, ¿no es así?

Si es entretenida, si es vistosa, si se apoya en actores y actrices atractivos y un buen ritmo claro que lo será. Lo que no será es fiel a las novelas originales: pero en ese caso basta con indicar que está basada libremente en… y nadie tiene por qué rasgarse las vestiduras.

¿Cree que con esta reactualización de los clásicos, tanto en teatro/cine, se está faltando el respeto a la tradición clásica literaria? ¿No están pasándose de frenada metiendo con calzador elementos únicamente por la actualidad política? ¿La corrección política está llenando las novelas de demasiada corrección literaria?

A los clásicos no se les puede faltar al respeto: son clásicos, están ahí porque se les supone una serie de valores que no se van a modificar por una mala adaptación, una parodia o un cuestionamiento. Ahora vivimos un momento de un gran interés por lo woke: es lógico que se refleje en la lectura de los clásicos: en unos años veremos qué ha perdurado de todo eso y qué ha pasado de moda. No es nada nuevo, en épocas de censura sobre la raza o la sexualidad también se modificaron las adaptaciones para que no apareciera nada de eso. Ahora se integran otras cuestiones que consideramos importantes, y que quizás en poco tiempo no lo parezcan tanto.

Aparte del talento y la calidad, ¿no cree que esta literatura inglesa sigue de plena actualidad porque mantiene intactos los valores, las normas, la educación, base de una sociedad civilizada? Precisamente hoy, que desde los planes de estudios están eliminando los clásicos, las Humanidades…

Bueno, llamar a los ingleses seres civilizados quizás sí que sea pasarse de frenada…

Fuera bromas, esta literatura (me refiero a la de la Regencia) muestra una versión idealizada de cómo se veían a sí mismo, en una época en la que la razón y el comedimiento estaban enormente valoradas, y que se desintegró ante la irrupción del Romanticismo. Austen obvia las guerras napoleónicas, las clases inferiores, la incipiente revolución industrial, la pobreza endémica… por lo tanto, hay que coger con pinzas esa idea, que no obedece a la realidad. La literatura es ficción: la historia nos habla de otras situaciones. Por otro lado, el plan de estudios actual ya ha eliminado a los clásicos: y por razones distintas a las expuestas antes (cultura general, contexto, manejo del lenguaje y de la comprensión del mundo) resulta importante reivindicarlos y recuperarlos.

Aún tenemos que defender a capa y espada a Austen o Brontë ya que muchos siguen considerándolos folletines de baja calidad, panfletos de amor, cuando para las mujeres de aquella época el arte era importante, la música, idiomas… todo para desenvolverse en la sociedad, eran muy buenas anfitrionas, por ejemplo…

Yo no creo que haya que defenderlas. Quien piensa eso lo hace por prejuicio e ignorancia, y basta con indicar que son autoras que se encuentran en el canon literario universal, como lo están Tolstoi, o Lope o Flaubert. Nadie habla del desarrollo amoroso que centra Madame Bovary con un aire despectivo, o de Romeo y Julieta como un romance de baja calidad. Si continuamos centrando nuestra atención en personas con un nulo conocimiento literario  o vital estamos dándoles una importancia que no merecen. Que aprendan primero y opinen después. Muchos autores han centrado sus novelas en personajes principales femeninos, es algo habitual y lógico en un mundo que estaba enormemente diferenciado por sexos. Turguénev habla de una Zenobia que recibe a sus pretendientes, Emma Bovary se aburre mientras mordisquea nueces un domingo nublado… ¿Qué me vienen a contar de Jane Austen?

Y el humor, la ironía, la elegancia frente a una realidad, actualmente, bastante más deslucida y gris… Qué satisfacción saber que tenemos ahí estas obras. En cuanto al humor, adoro el de Austen con un registro tan amplio, incluso el de Charlotte Brontë… ¿Con cuál se queda usted?

No creo que haya que elegir, y desde luego, no me gustaría tener que elegir. Por suerte tenemos una riqueza enorme de autores y autoras en el siglo XIX, una eclosión de novela y poesía extraordinaria, y desde Elisabeth Gaskell a Virginia Woolf, de Aphra Behn a las españolas, que tampoco andaban cortas de humor. O Mary Shelley, o George Eliot… la lista es larga.

Elíjame un fragmento fundamental del mundo Jane Austen y dígame la razón, por favor.

Bueno, yo escogería el fragmento de su correspondencia a su hermana en la que cuenta cómo posiblemente una vecina abortó por el susto que se llevó al ver a su feo marido entrar en la habitación sin avisar… hace falta mala leche. Y otro serían los varios momentos en Sentido y Sensibilidad, cuando  la nueva sensibilidad romántica de Marianne se opone a la visión racional de Elinor, su hermana, que representa la mirada de la Regencia.

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