Mi yo de hace doce años se ríe de mi yo de ahora; y lo alegre es que le he cogido la broma. Hace esa docena me puse una alarme en el móvil con una cita de Mort de dama de Llorenç Villalonga. Tenía que sonar el 2 de septiembre y rezaba:
«Nos gusta la soledad para comentarla con los vecinos».
En la novela (negra y desternillante) se usa para fustigar a los románticos, pero yo la lancé contra mí a cuento de la sociabilidad que nos entra a los indígenas en cuanto se van los veraneantes. Todo el rato en alegres corrillos comentando lo tristes y solitarios que nos hemos quedado. Y no me extrañaría que Villalonga, siendo de Palma de Mallorca, nada menos, se hubiese inspirado para su paradoja en la observación. En la observación del vecindario, obviamente.
