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LO LEÍDO
y lo liado
un blog de enrique garcía-maiquez

Woody Allen, pedagogo

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Vimos en casa It’s a Mad, Mad, Mad World (Stanley Kramen, 1963) con creciente inquietud por mi parte. Mis hijos se mondaban, pero ese sentido del humor del cachiporrazo ajeno a mí me hace una gracia relativa. Buster Keaton ya lo bordó y todo lo que venga después suena a falsificación.

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Así que, como contrapeso, decidí que veríamos Misterioso asesinato en Manhattan (1993), de Woody Allen. Creo que la educación en el humor es fundamental para tener hijos felices, divertidos y sanos. Yo lo introduciría como una «contenido transversal» en los colegios. Si en una clase los alumnos y el profesor no se han reído juntos (por separado unos y otro no vale, en absoluto y puede ser contraproducente), a esa clase le falta algo. Una buena clase tiene que tener dentro: 1) una carcajada general, 2) una carne de gallina colectiva, 3) un descubrimiento intelectual, y 4) una pregunta que quede sin respuesta, flotando en el aire, porque a ella ya el profesor no llegue.

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Lo de la prueba del humor no se lo dije a los niños, porque entonces se desactiva. El humor tiene que cogernos por sorpresa. Fue un éxito y me alegró muchísimo ver a mis hijos muertos de risa con la hipocondría y las neurosis de Woody Allen. Les recordaban a las mías, y se reían de él y conmigo y viceversa.

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También tenía interés en que viesen a Diane Keaton. Para mí es el vivo retrato de su madre, en el porte, en el aire, en el estilo, etc. Eso ellos no lo veían. «Mamá es más guapa, más joven, más elegante». Lo di por bueno, claro, aunque nadie me baja de mis trece. Esta película se estrenó el mismo año que Leonor y yo empezamos a salir. Quizá no sea muy neutral ni objetivo.

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La tercera razón para ver Misterioso asesinato era compararlo con La ventana indiscreta. Con Simone Weil, pienso que «Sin eco, no hay arte»; y me interesaba que cotejásemos ambas películas, que tienen muchos vasos comunicantes, empezando por el asesinato de la cónyuge del vecino, pasando por el análisis del fisgoneo y terminando, ojo, con las relaciones tensas entre la pareja de investigadores. Hasta los sendos chistes conyugales finales son paralelos. Lo vieron todo muy claro. Y yo me quedé tranquilo, porque la intertextualidad también tendría que ser un contenido transversal de una buena educación.

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Con todo, lo mejor estaba por llegar: «Nos ha gustado mucho, nos hemos reído más, hemos charlado bastante, pero La ventana nos parece mejor», concluyeron. Nada más que decir, muy bien, buenas noches, a la cama. En algo, sin embargo, Misterioso asesinato es mejor: sí, sí, me lo habéis adivinado: ¡en Diane Keaton!

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