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Reseñas
literarias
John Banville

El mar

por:
Carlos Marín-Blázquez
Editorial
Alfaguara
Año de Publicación
2019
Categorías
Sinopsis
Max Morden vuelve al pueblo costero donde de niño pasaba sus vacaciones. Allí conoció a los Grace, una familia acomodada. Allí, un verano, descubrió el poder transfigurador del amor, y también la tragedia. Mientras huye de la pena por la muerte de su esposa, se sumerge en ese pasado que late en su interior «como un segundo corazón».
John Banville

El mar

Es muy probable que El mar sea la novela más conocida de John Banville, escritor irlandés nacido en 1945. Al menos, aparece avalada por unos cuantos premios y secundada por un buen número de críticas elogiosas, alguna de las cuales llega al punto de situar a su autor como digno heredero del gran Nabokov. Todas aluden a la brillantez de su prosa, a la exuberancia de su lenguaje y a su maestría en la construcción de un relato que combina dos planos temporales íntimamente unidos en la conciencia del personaje narrador.

Aun cuando el acceso a la lectura se haga a través de una traducción, tales halagos se antojan merecidos. El mar es una novela que deslumbra en sus aspectos formales. Y, sin embargo, uno llega al final de sus páginas con la impresión de que lo que el libro alberga es una historia sin duda magníficamente trenzada y escrita, pero a la que por momentos le falta el latido indispensable de lo humano. Tanta perfección formal acaba por hacer que algunas de las páginas se perciban más como un ejercicio de virtuosismo literario que como la confesión sincera de un hombre herido por la muerte reciente de su esposa.

La historia gira en torno a dos acontecimiemtos trágicos situados uno en el presente y otro en el pasado del personaje que los narra. Entre ambos se establecen sutiles vasos comunicantes que constituyen la columna vertebral de la trama. El tono general lo dan frases del estilo siguiente: “Qué pequeño recipiente de tristeza somos, navegando en este apagado silencio a través de la oscuridad del otoño”. Con solo once años, el protagonista se siente fascinado por una familia, los Grace, que acude a pasar el verano cerca de su casa, y consigue trabar amistad con los dos hermanos gemelos, Chloe y Miles. Lo que sucede a continuación es el desencadenamiento de una maraña de emociones y estados de ánimo que constantemente remiten a la situación presente del personaje, en pleno duelo por la pérdida de su mujer.

Para hacer frente a dicho duelo, el personaje ha decidido regresar al pueblo donde transcurrió aquel verano junto a los Grace. ¿Por qué lo hace? Probablemente, porque en el fondo busca encontrar una clave que le revele, en el dolor del pasado, el sentido del dolor que le ha tocado experimentar ahora. Y de paso, mientras profundiza en la pena, es posible que ande a la búsqueda de algún atisbo redentor que, desde dentro de sí mismo, le muestre la salida del agujero en el que se siente atrapado. Sin embargo, lo que encuentra es un paisaje descorazonador, la eterna prolongación de un desencanto provocado por el hecho de no verse a sí mismo nunca en el lugar donde esperaba encontrarse: “Sí, esto es lo que imaginaba que era la edad adulta, una especie de prolongado veranillo de San Martín, un estado de tranquilidad, de serena indiferencia, en el que no quedaba nada de la apenas soportable y brutal inmediatez de la infancia, donde todas las cosas que me habían desconcertado de pequeño quedaban resueltas, todos los misterios se aclaraban, todas las preguntas se respondían”.

Pero ni los misterios se aclaran ni las preguntas se reponden, de donde se deduce el tono particularmente amargo de la novela, que queda en parte contrarrestado por la afición del narrador a someter a algunos de sus personajes a un ejercicio de deformación que con frecuencia roza lo caricaturesco. Esta actitud guarda, sin duda, relación con el poco aprecio que el protagonista parece sentir hacia sí mismo, así como por la impresión de hallarse desubicado en un mundo con el que le resulta imposible establecer ningún tipo de comunicación afectiva que le alivie de la profundidad de su sufrimiento.

Es pues el tiempo, su transcurso demoledor, su esencia debilitante y aniquiladora, el verdadero protagonista de El mar. La historia acaba desprendiendo así un aroma mustio, funerario, y en el transcurso de la misma es posible observar cómo frases de tenor inspirado (“A lo mejor todo lo que nos ocurre en la vida no es más que una larga preparación para abandonarla”) alternan con otras a las que resulta problemático atribuirles un significado cierto (“Qué apagado suena todo a la orilla del mar, apagado y sin embargo enfático, como el sonido de disparos oídos de lejos. Debe de ser el efecto amortiguador de tanta arena. Aunque no recuerdo haber oído nunca disparar un arma de fuego”). Queda de esta forma en evidencia el carácter ambivalente de un libro en el que la exquisitez de su prosa difícilmente alcanza a compensar esa ausencia de calor humano a la que me he referido al principio, provocada por un excesivo peso del yo del protagonista, y donde el brillo externo de algunas de sus páginas más logradas acaba transmitiéndonos el mismo frío desabrido  e impersonal de una piedra preciosa.   

¿Qué dicen del libro?

The Washington Post Book World

«Sobresaliente [...]. Su fuerza, originalidad y penetrante belleza maravillan al lector»

The Telegraph

«Por su inteligencia minuciosa y su estilo exquisito, John Banville es el heredero de Nabokov [...]. El mar es su mejor novela»

The Times

«Se puede oler y sentir y ver su mundo con una claridad extraordinaria. Esta es una obra de arte que apuesto que seguirá siendo leída y celebrada dentro de setenta y cinco años»

Literary Review

«La prosa de Banville parece poesía. Hay tanto que celebrar en este libro que merece ser leído más de una vez»

Temática
Novela en torno al sentido de la pérdida y el paso del tiempo a partir del proceso de duelo que experimenta su protagonista
Te gustará si
Valoras la pulcritud estilística por encima de otra cualidades narrativas
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