Hay autores a los que ni me molesto en leer porque antes de empezar ya estoy convencida de que no los voy a entender. No sé de dónde saco esta certeza absurda, pero sí que me acompaña desde siempre: ver un libro y saber que no es para mí, que no me voy a enterar, que es para otros. ¿Qué otros? No tengo la menor idea, gente mejor preparada, más inteligente, con menos lagunas en su formación. Tengo esto tan grabado dentro de mí, que cuando escaneo una librería con la mirada la mitad de los libros ni los veo porque mi cerebro los descarta automáticamente. Por eso cuando uno de estos escritores se cuela en mi vida y no solo lo entiendo sino que además lo disfruto, lo celebro especialmente.

Hace unos años que sigo muy de cerca a María Popova, la escritora y editora de BrainPickings. BrainPickings comenzó en 2006 como un mail de contenido cultural variado que Popova enviaba a siete amigos; seis años más tarde se había convertido en un blog con más de 1,200.000 lectores al mes. Esta señora me encanta porque tiene la habilidad de descubrirme escritores y poetas de los que no sé nada, o textos maravillosos pero no muy conocidos de autores consagrados: cartas personales, diarios, poemas… y de enlazarlos muy bien con temas universales como el amor, el miedo, la muerte o la bondad, por ejemplo. El verano pasado llegué a través de ella a la poeta estadounidense Mary Oliver, que ha sido una de mis alegrías del año, y este me ha llevado a los muy sorprendentes Estudios sobre el amor (Edaf, 2020), de José Ortega y Gasset.

Ortega y Gasset era para mí uno de esos autores de los que hablaba en el primer párrafo: lo suponía fuera de mi alcance y no había intentado leerlo ni me había interesado por los temas de los que había escrito, cenutria de mí. Pero hace un par de meses de pronto me encontré a mí misma no solo leyéndolo, sino comprendiéndolo divinamente –y en inglés, además– en el blog de BrainPickings. No sé qué dice de mí que la primera vez que he leído algo de Ortega y Gasset lo haya hecho en inglés, pero yo desde luego doy por válida cualquier puerta que me haya llevado a él. Nunca se sabe dónde va a saltar la liebre, y por lo que a mí respecta no puedo más que estarle muy agradecida a la señora Popova.

Estos Estudios sobre el amor están divididos en tres capítulos: Facciones del amor, Amor en Stendhal y La elección en amor. A mí me han interesado particularmente los dos últimos, que eran los que se nombraban en el artículo de Popova, y apunto aquí algunas de las reflexiones que he ido subrayando. Unas versan sobre el enamoramiento y las otras lo hacen sobre el amor. He tenido que dejar muchas fuera, pero confío en que estas les animen a hacerse con él, porque es un librito maravilloso –breve, interesante, sin paja– y se le saca mucho jugo. No todos los días se encuentran libros así por ocho euros.

Sobre el enamoramiento

“No es más ilusoria la apreciación del amante que la del partidario político, la del artista, del negociante, etc. Poco más o menos, se es en el amor tan romo o tan perspicaz como se sea de ordinario en el juicio sobre el prójimo. La mayoría de la gente es torpe en su percepción de las personas, que son el objeto más complicado y sutil del universo.”

“Conviene resueltamente decir que el enamoramiento es un estado de miseria mental en el que la vida de nuestra conciencia se estrecha, empobrece y paraliza.”

“Reprimamos los gestos románticos y reconozcamos en el “enamoramiento” –repito que no hablo del amor sensu stricto– un estado inferior de espíritu, una especie de imbecilidad transitoria.”

Sobre el amor

“El tipo de humanidad que en el otro ser preferimos dibuja el perfil de nuestro corazón.”

“El sumo error, desde el Renacimiento hasta nuestros días, fue creer –con Descartes– que vivimos de nuestra conciencia, de aquella breve porción de nuestro ser que vemos claramente y en que nuestra voluntad opera. Decir que el hombre es racional y libre me parece una expresión muy próxima a ser falsa. Porque, en efecto, poseemos razón y libertad, pero ambas potencias forman sólo una tenue película que envuelve el volumen de nuestro ser, cuyo interior ni es racional ni es libre.”

“Yo diría que el carácter cambia, si por este cambio se entiende propiamente una evolución. (…) Hay personas que no evolucionan, caracteres relativamente aquí losados (en general, los de menos vitalidad: prototipo el “buen burgués”). Éstas persistirán dentro de un invariable esquema de elección amorosa. Pero hay individuos de carácter fértil, rico de posibilidades y destinos, los cuales esperan en buen orden su hora de explosión. Casi puede afirmarse que éste es el caso normal. La personalidad experimenta en el transcurso de su vida dos o tres grandes transformaciones, que son como estadios diferentes de una misma trayectoria moral. Sin perder la solidaridad, más aún, la homogeneidad radical con nuestro sentir de ayer, cierto día advertimos que hemos ingresado en una nueva etapa o modulación de nuestro carácter. A esto llamo cambio radical. No es más, pero tampoco es menos. Nuestro ser profundo parece en cada una de esas dos o tres etapas girar sobre sí mismo unos grados, desplazarse hacia otros cuadrantes del Universo y orientarse hacia nuevas constelaciones.”

La mayoría de los libros, cuando son buenos, nos dejan mucho más de lo que somos conscientes en un primer momento. A veces sabemos que uno nos ha dejado huella nada más terminar la última página, y otras no nos damos cuenta de su impacto hasta que nos descubrimos a nosotros mismos dándoles vueltas y más vueltas, y citando ideas que creímos que olvidaríamos nada más acabar de leerlos. De estos Estudios sobre el amor me gusta haberlos leído y subrayado en este momento concreto de mi vida; tengo mucha curiosidad por volver a cogerlo en unos años y descubrir si subrayo las mismas cosas.