Así termina su libro Los conservadores y la revolución (Alianza editorial, 2023) Álvaro Delgado-Gal (Madrid, 1953): «Sólo me queda decirles “adiós”, no sin rogarles, a imitación de los autores de comedia, que tengan la bondad de perdonar las muchas faltas de esta obra, demasiado larga y más pródiga en preguntas que en respuestas». Es verdad que la obra es larga y que nos hace más preguntas que respuestas, pero no hay nada que perdonar. Mucho que agradecer.
El ensayo de Álvaro Delgado-Gal tiene un doble valor. Como obra en sí, que a su vez vale el doble; y como otra prueba más de que el conservadurismo ha venido, como a él le gusta, para quedarse. Este libro ha coincidido en el tiempo con nuestro El conservadurismo es el nuevo punk¸con el estudio del profesor Pedro María González Cuevas sobre la historia de la derecha española, con la reedición del pensamiento de Maura, con el exitoso congreso CEU-CEFAS sobre el conservatismo…
Como obra en sí, decimos, tiene a su vez doble valía. Está muy expresiva y galanamente escrita, por ser de quien es y porque es un reflejo de la propia argumentación. Las preclaras páginas sobre estética encuentran un reflejo que, como los espejos del paraíso de Dante, multiplican la luz. Y está esta obra también muy bien pensada, uniendo puntos en apariencia distantes, demostrando que el conservadurismo es más ancho de lo que parece a primera vista. Como Delgado-Gal dice «La categoría “conservador”, en fin, raramente se agota en los epígrafes que sirvan para recapitular un cuerpo de doctrina». La importancia que da a la estética responde a la misma idea del pintor Presas, de que el vanguardismo estético abrió la kerkoporta de una revolución popular. Una operación similar hace Delgado-Gal con su aguda defensa del lenguaje frente a sus enemigos.
Entre las más preguntas que respuestas, que él dice, también da indicios muy valiosos. Está profundamente interesado en Burke, «el primer escritor consciente de ser un conservador», y en Tocqueville. Mucho menos en menos en Pereda (ay) o en Donoso (ay, ay), por un extremo, pero tampoco se derrite con Hayek (uf) o von Mises (uf, uf). Constata, cómo no, el aspecto no intelectual o libresco del conservadurismo. Sus virtudes esenciales son el sentido común y la prudencia, poco amigas de la sistematización.
Estas páginas tan bien escritas («Ocurre con frecuencia que las páginas de Hayek o de von Mises se encienden con fosforescencias nietzscheanas»), que mezclan los giros más coloquiales con el léxico técnico, filosófico o científico, más preciso son una apasionante defensa desapasionada del derecho del conservador a existir. Del deber, diría. De la conveniencia, sobre todo. Naturalmente, yo he tomado nota:
No sabemos a punto fijo por qué se ha dejado de honrar a los muertos.
*
Lo que Burke rechazaba era que la realidad humana o social pueda engendrarse por un acto de voluntad.
*
El amante del progreso indefinido nos proyecta tan lejos de lo que somos, que lo que en realidad hace es proponernos que seamos como no somos.
*
El liberalismo, máxime en su acepción libertaria, ha penetrado profundamente el tejido social.
*
El conservador, por vocación, por instinto, no quiere ponerse a vivir como le pete, según recomienda el liberal que haga, sino que solicita ubicaciones, marcos, que expresen un orden. Por eso se siente, la vez, adversario de los progresistas y de los libertarios.
*
Como ya les consta, el conservadurismo me interesa más por su lado crítico que como toma de posición en la esfera social y política.
*
Sólo se comprende lo que ya se sabe a medias.
*
No es por tanto la Revolución, sino la burocratización aneja al asentamiento del poder real y la consiguiente desarticulación de la aristocracia, lo que rompe la estructura social y atomiza la sociedad. [Según Tocqueville]
*
Cada cual es, por así decirlo, hijo de sus obras. Dado que las obras de cada cual se van generando a lo largo del tiempo, la identidad social del individuo se hace elusiva, voluble, equívoca.
*
A Hayek le inquietaba un tanto que la conexión entre éxito económico y mérito no estuviese en absoluto garantizada. La doctrina de que el mercado premia al que promueve la satisfacción de sus semejantes fue el emplasto que aplicó a la llaga.
*
Para Burke, ser conservador es estar con la realidad.
*
Las vanguardias italianas, bien en su vertiente artística, bien filosófica, bien política, fueron intrínsecamente anticonservadoras. […] Los conservadores suelen ser antiidealistas y antivoluntaristas.
*
El concepto de belleza, lo adelanto ya, es complicado. Es un hecho que casi todo el mundo, hacia 1750, habría colocado a Rafael por encima de Jan van Eyck, y a Virgilio por delante de Shakespeare.
*
El diálogo surrealista consiste, ¡ay!, en la contigüidad de dos sujetos que no dialogan.
*
Sorel, quien nunca ocultó su admiración por la Iglesia, estimó que ésta no conseguiría recuperar una posición histórica importante mientras no se rehabilitase en materia artística: «La bajeza extrema de la estética católica actual estorbará en grado sumo todo intento de renacimiento religioso».
*
El conservador se entrega alegre […] a la sensación de que forma un continuum con la familia, la patria, el idioma que en su patria se habla o el tropel de acontecimientos que, abreviando, llamamos «pasado». El conservador no protesta, ni moral, ni sentimental, ni ideológicamente, contra la pérdida parcial de sí, contra el desapoderamiento, que la vinculación a estas realidades supone.
*
Hegel fue un conservador raro o, mejor, irregular. […] Hegel es verboso, reiterativo, oscuro y con frecuencia exasperante. Esto sentado, hay que agregar que de pronto se empina sobre la punta de los pies, toma impulso, y clava el estoque hasta la bola.
*
Hegel: «Al educarse, el sujeto se enfrenta a la inmediatez del deseo, a la vacía subjetividad del sentimiento y al capricho de la inclinación».
*
El conservador burkeano o wittgenseiniano es, sí, antirracionalista. Pero no porque niegue las reglas de la lógica formal, sino porque entiende que las últimas no aciertan a explicar el funcionamiento de la mente humana a partir de cierto nivel de complejidad.
*
No puedo sacudirme la impresión de que el gigantesco desclasamiento social ha dado lugar a degradaciones diversas.
*
No entenderemos el punto de vista de Eliot si no tenemos en cuenta que fue poeta, y que las palabras, para un poeta, son exactas en un sentido que no aceptan, es más, que no alcanzan siquiera a imaginar, los individuos de mentalidad tecnocrática.
*
Eliot: «El conducto principal a través del cual se transmite la cultura es la familia».
*
Y la crisis actual de las democracias, aunque se manifieste por vía política, acusa, probablemente, causas culturales, más esquivas, de aprehensión más problemática, que las políticas. Es improbable que esas causas se puedan penetrar tirando, sin más, del repertorio de ideas que maneja el economista y, en su estela, el sociólogo: PIB, índices de desarrollo según éste es entendido por los organismos internacionales, reparto de renta, etc. Todo esto es importante, es más, muy importante. Pero es sólo una parte del todo. Se necesitan otras perspectivas. La conservadora es una de ellas. A ratos pienso que la más interesante de todas.