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ENTREVISTA

Carlos Primo: «Basta leer la obra de Wilde para entender el impacto que tuvo la lectura de la Biblia en sus ideas y en su estilo»

“La belleza del vestido, como la belleza de la vida, proviene siempre de la libertad”, es una de las frases que dejó Oscar Wilde, narrador, poeta, ensayista, dramaturgo además de gran conversador -apoyado en el ingenio y el sarcasmo-, en un artículo publicado originalmente en The New York Daily Tribune, en 1885, y que ahora la editorial CarpeNoctem recupera, junto a otras dos conferencias en Las leyes de la belleza. Oscar Wilde ha acabado siendo un lugar común, es de esos autores de los que todo el mundo sabe una cita sin haberlo leído. Pero eso tiene remedio, puede comenzar con este precioso libro. De la mano de una editorial que arriesga en tiempos turbulentos y que ya cosecha una buena acogida por parte de lectores, crítica y medios de comunicación, confirmo que uno de los deberes que tenemos con la historia es reescribirla. Los textos que integran este volumen son una buena manera de recuperar su voz.

Las leyes de la belleza arranca con un prólogo escrito por Carlos Primo, editor de CarpeNoctem y periodista especializado en cultura y diseño, que contextualiza los textos en su época, en la biografía de Wilde y en las trasformaciones sucedidas a finales del siglo XIX. Con Primo he tenido la oportunidad de charlar a través de los ensayos, artículos y conferencias de Wilde hasta su conversión al catolicismo. Acérquense a Oscar Wilde, que aún depara varias sorpresas fantásticas.

¿Por qué os habéis decidido a rescatar estos textos y a Oscar Wilde en concreto? Es el momento de volver a la emoción de nuestros clásicos?

Oscar Wilde es un autor inagotable, y el mejor modo de comprender su grandeza es acercarse a sus textos, que hoy mantienen una vitalidad, una frescura y una vigencia extraordinarias. Los tres textos que hemos elegido Alberto Gómez y yo, los editores de Carpe Noctem, son peculiarmente interesantes porque abordan una serie de temas, vinculados a la estética, el arte, la moda y lo que hoy llamamos diseño, que siguen de plena actualidad. Nos parecía interesante reunir estos tres escritos, y contextualizarlos atendiendo a lo que podríamos definir como la cultura del diseño de su época: su relación con las innovaciones industriales, el dilema entre lo bello y lo práctico (que para Wilde no implicaba una disyuntiva) o incluso la irrupción del fenómeno de la moda, a partir de la consolidación de la haute couture parisina, en la indumentaria europea de su tiempo. Por otro lado, volver a Wilde siempre es emocionante, tanto por lo que escribió como por su biografía y lo que significa.

Sabemos que Wilde era un visionario, pero ¿verdaderamente lo decimos porque anunció muchas circunstancias que vemos actualmente o es que somos nosotros los que estamos empeorando en cuanto a estética, oratoria, el nivel de los políticos…? Vamos, que si nos viera Wilde nos diría “veis lo que os decía…” 

La obra de Wilde puede considerarse visionaria porque anticipa muchas de las cuestiones que siguen preocupándonos hoy. Sin embargo, la explicación de este carácter anticipatorio es muy sencilla: Wilde vivió en una época, la de la Inglaterra victoriana, que gestó muchos fenómenos que han dado forma al mundo actual. La sociedad de consumo, el desarrollo feroz del capitalismo, la doble moral, la lucha de clases o el poder de los medios de comunicación eran cuestiones que ya estaban sobre la mesa en la época de Wilde, siquiera en estado embrionario, y que Wilde criticaba. Por eso nos resulta tan cercano, porque aborda temas que no son tan distintos de los que nos preocupan hoy.

La visión de Wilde no ha envejecido nada. ¿Qué pautas y pensamientos cree que se podrían seguir aplicando hoy? ¿Qué nos aportaría una palabra suya hoy?

Su denuncia de la hipocresía y la doble moral, por ejemplo, son cuestiones plenamente vigentes y perfectamente aplicables hoy. También sus reflexiones sobre arte y estética siguen siendo válidas al menos desde el punto de vista formal. Sus cuentos, sus ensayos, sus obras teatrales y esa obra maestra que es El retrato de Dorian Gray siguen interpelándonos porque aportan una extraordinaria claridad y precisión de análisis. Wilde supo entender y explicar su tiempo de forma admirable, atendiendo a sus contradicciones, criticando sus desvaríos y empleando el humor, el ingenio y la poesía para llegar hasta donde no estaba permitido. Todas esas virtudes, creo, son esenciales para la construcción de un pensamiento cívico, y están presentes en otros pensadores, aunque hay algo muy mágico y muy particular en Wilde que hace que sus textos sean insustituibles.

Wilde no sólo ha sido un referente para discutir sobre belleza, moda, la estética del siglo XIX… sino que muchas de sus citas y discursos son habituales en columnistas, escritores… Ya decía Borges sobre sus artículos y sus obras “podría haber sido escrito esta misma mañana” ¿Coincide con esta apreciación?

Totalmente, porque Wilde, ante todo, quería ser comprendido. Sus textos son de una extraordinaria precisión léxica, sencillos en la forma sin renunciar a la poesía, y tremendamente audaces y transgresores. Pero, igual que otros genios, no requieren traducción ni exégesis: se defienden por sí solos. Sus conferencias aspiraban a atraer a un público amplio y diverso, sus textos dramáticos se representaban en grandes teatros y sus cuentos, así como El retrato de Dorian Gray, se difundieron en muchos casos a través de la prensa. Wilde era un dandi y un hombre tremendamente atípico y transgresor, pero no era críptico ni inabordable. Tal vez se deba a que intelectualmente seguimos siendo en gran medida hijos de la retórica victoriana y decimonónica, pero su frescura es innegable.

“No es muy usual encontrar a alguien tan sabio y tan divertido a la vez”, dijo sobre él Harold Bloom. En efecto, es una faena no encontrar referentes como Wilde y otros genios en estos tiempos…

Creo que cada época tiene sus genios, pero es cierto que Wilde fue un astro fuera de lo común.

Esto me lleva a aquello que escribía en El retrato de Dorian Gray, “uno de los encantos del pasado es que es el pasado”…

La época en que vivió Wilde tenía una relación muy compleja con el pasado y, de manera particular, con la idealización del pasado. Hay que recordar cómo era el Londres victoriano, una ciudad fascinante y avanzada, pero también un lugar siniestro donde la clase obrera sufría unas condiciones atroces de vida y de trabajo, y donde la industria y el capitalismo estaban transformando el mundo a pasos agigantados. La propia formación intelectual y estética de Wilde refleja este desgarro. Por un lado, admira las innovaciones tecnológicas y el avance de la democracia, pero por otro lamenta la pérdida de ciertos valores preindustriales relacionados con la dignidad, la belleza y el humanismo. Wilde compartió estas preocupaciones con muchos otros intelectuales de su época. Los artistas del movimiento estético, por ejemplo, eran deudores de los postulados de los prerrafaelistas, que reivindicaban en el arte el regreso a una pureza simbólica y estética previa a la obsesión por el realismo. Eran nostálgicos de un modo muy moderno, igual que el movimiento Arts & Crafts, que Wilde conoció muy de cerca, y que proclamaba la dimensión humanista de la artesanía y detestaba la frialdad impersonal –e inhumana a varios niveles– del progreso industrial. Wilde vivió ese desgarro: en Las leyes de la belleza hay loas a la porcelana tradicional china y a las grúas de Hoboken. En ese sentido, tampoco hay que idealizar la vida de Wilde, que fue un hombre que sufrió muchísimo, fue encarcelado y condenado al ostracismo, víctima de una violencia clasista, machista y homófoba que aún no ha sido erradicada.

Leo a estudiosos de Wilde y coinciden en que representa aún un misterio; es decir, que no está aún descubierto del todo por su personalidad compleja, poliédrica ¿Quedaría más Wilde por descubrir?

Siempre queda Wilde por descubrir, a pesar de que disponemos de biografías muy bien documentadas y completas sobre él. En efecto, tenía una personalidad poliédrica e inabarcable, y en ella las etiquetas no encajan del todo. Creo, en todo caso, que conocer a Wilde es leer a Wilde: ahí están sus ideas, sus contradicciones, sus pasiones y sus conflictos. Hay un cliché muy extendido que lo presenta como un hombre originalísimo cuyos textos nunca alcanzaron la grandeza de su personaje, pero no estoy de acuerdo. Wilde no es un autor oscuro y raro que dejara apenas un puñado de textos, sino un escritor enormemente prolífico que abordó muchos temas y géneros: desde sus cuentos, que son fundamentales para entender su visión moral, hasta El retrato de Dorian Gray, un diagnóstico magnífico de su época, o De profundis y La balada de la cárcel de Reading, que son dos textos nucleares en la formación de la conciencia LGTBIQ+. Con Wilde no creo necesario acudir a teorías o exégesis extrañas. Sus obras y su talento hablan por sí solas.

No puedo pasar por alto el diseño y el buen gusto de la Editorial Carpe Noctem. Han surgido muchas editoriales independientes que apuestan por colecciones cuidadas en diseño y calidad, ¿cómo valora este momento editorial?

En nuestro caso, es amor por los libros en todas sus dimensiones, desde la calidad de los textos hasta la belleza de la maquetación, las tipografías o los materiales. Y creo que buena parte de las editoriales independientes podrían sentirse identificadas con este manifiesto. Es un momento estupendo.

¿Está de acuerdo en que mediante el diseño se pueden despertar emociones, sensaciones, que acercan al lector aún más a un libro,  nos dirige con gusto el camino hacia el contenido del libro?

Por supuesto. Los libros son objetos con una dimensión emocional muy asociada a la poética de los materiales, la encuadernación, el papel impreso. Los libros bellos nos recuerdan a los libros que nos enamoraron de la lectura. Y, en un sector tan saturado de novedades, tratamos de abrirnos paso haciéndolo lo mejor que podemos.

Sigo con Wilde, ¿De dónde le venía ese anhelo por el cambio, por no seguir las normas establecidas, esa exigencia continua de investigar y querer despertar y abrir los ojos a los demás?

Los biógrafos de Wilde suelen coincidir en que ya de niño tenía una personalidad muy marcada y un talento fuera de lo común. Además, tuvo la oportunidad de completar su formación en un entorno interesantísimo, con maestros como John Ruskin y Walter Pater, que fueron fundamentales en la consolidación de su cultura y de su pasión por la Antigüedad, la historia, el arte y la belleza.

Wilde se hizo católico tras un largo camino a la conversión. Meditó durante mucho tiempo y acabó creyendo en un Cristo que hablaba con parábolas tan subyugadoras que quienes lo escuchaban olvidaban su hambre, su sed y las preocupaciones de su época… Wilde terminó creyendo en alguien a quien era imposible no seguir…

En ocasiones se presenta la conversión de Wilde como un momento epifánico o incluso de arrepentimiento frente a su vida anterior. Ignoro muchas particularidades de este tema, pero sí me parece interesante recordar varios factores. En primer lugar, hay que contextualizar dicha conversión en París, poco antes de su muerte –falleció a los 46 años–, en una época especialmente dura y trágica en que vivió en la indigencia. Por otro lado, el cristianismo no le resultaba extraño: basta leer sus cuentos de juventud y la práctica totalidad de su obra para entender el impacto que tuvo la lectura de la Biblia en sus ideas y en su estilo. Conviene recordar que, por mucho que se le quiera caracterizar bajo un cliché de frivolidad, siempre hubo un trasfondo moral importantísimo en su obra. Su obra dramática critica y ridiculiza la hipocresía y la doble moral de la alta sociedad de su época. Sus relatos, al igual que muchos cuentos tradicionales, indagan en torno a la idea del bien y el mal, la bondad y la maldad, el egoísmo y la virtud. El retrato de Dorian Gray apunta también muchas de estas cuestiones. A Wilde le encantaba la teatralidad, pero en muchas de sus obras hay una conciencia moral y cívica clara. Su Salomé es una visión fascinante del mito, una recreación poética del episodio bíblico en la que tanto Salomé como Iokanaán (San Juan Bautista) están atravesados por el deseo, las contradicciones y la violencia. Es una historia de amor imposible en la que ambos personajes son víctimas. A Wilde no le resultaba ajena la tradición bíblica, y estos textos pueden decodificarse en esta clave, pero también como reflejos de una experiencia conflictiva del amor y el deseo en una sociedad que censuraba y castigaba duramente su homosexualidad, y que la condenaba a la clandestinidad. Todas estas cuestiones están presentes en su obra de forma explícita o bajo máscaras simbólicas. Por otro lado, en el marco del decadentismo, un movimiento artístico que influyó de forma decisiva en Wilde, no faltan casos de conversiones al catolicismo, ya sea por motivos espirituales o por la fascinación suscitada por los rituales y el legado estético de la iglesia católica. Joris-Karl Huysmans, el autor de la magnífica novela À rebours –modelo a su vez de El retrato de Dorian Gray–, experimentó esa misma conversión en una fase posterior de su trayectoria. Lo mismo sucedió con Villiers de L’Isle Adam o Barbey d’Aurevilly. No digo que este fuera el caso de Wilde, pero sí que conviene tener en cuenta todas estas cuestiones al abordar su conversión. 

Genio y figura hasta la sepultura. En su lápida tuvo claro lo que escribiría ya que no le era ajeno el fervor que despertaba, sabía perfectamente que era un personajazo: “Verbis meis addere nihil audebant et super illos stillabat eloquium meum” (“después de hablar yo, no replicaban, y sobre ellos mi palabra caía gota a gota”) Sabía que perduraría…

Desde luego, aspiraba a la grandeza y a la inmortalidad a través de su obra. Creo que le gustaría saber que su nombre, su vida y sus textos siguen siendo un referente para muchos en el siglo XXI.

¿Cuál es el / los textos que le han enganchado más y por qué? ¿Cuál nos recomendaría?

Para un entusiasta de Wilde es difícil elegir. Leí El retrato de Dorian Gray a los 13 años, lo he leído varias veces después y nunca me canso de regresar a él, a su belleza, a su inteligencia y a esa atmósfera mágica. La obra wildiana que más he leído y estudiado es Salomé –buena parte de mi tesis doctoral giró en torno a ella–, que me parece un texto fundamental, un poema perfecto. De profundis es una obra clave por su valor moral, espiritual y cívico. Sus cuentos son simplemente perfectos. Y durante la elaboración de Las leyes de la belleza he tenido la ocasión de revisar sus ensayos, artículos y conferencias, que aún deparan varias sorpresas fantásticas.

Fotografía: Javier J. Bas

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