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ENTREVISTA

Lucía Martínez Alcalde: «En el amor hay que huir tanto del sentimentalismo como del voluntarismo»

Lucía Martínez Alcalde (Burgos,1989) tiene una cualidad como comunicadora que admiro mucho. Desde su blog Makelovehappen acompaña en todas la etapas de las relaciones afectivas con especial hincapié en la elección de pareja o el noviazgo.

Una podría pensar -y lo constata cuando ve los comentarios de sus jóvenes lectoras- que no es el perfil al que se dirige Lucía. Pues no, les aseguro que sus posts, amenos y escritos con pulcritud, enganchan independientemente de la década de la vida en que se encuentren. Vamos, que se acaban ustedes leyendo las entradas acerca de las primeras citas en la adolescencia como si estuvieran en ese trance y les fuera el crush en ello. Lo mismo ocurre con su segunda novela Por donde entra la luz (Homo Legens, 2022). La empecé dispuesta a sobrevolar desde la atalaya de la madurez los primeros amores y problemas de juventud y acabé llorando con la protagonista, interiorizando la verdad revelada a través de una sencilla historia y ¡deseando un verano eterno!

La escritora es licenciada en Filosofía y graduada en Periodismo, y, a la edad de 16 años, escribió su primera novela, Me debes un beso (Editorial Palabra, 4ª edición). En 2021 publicó, junto a la también especialista en relaciones, María Álvarez de las Asturias, Más que juntos. Cómo disfrutar del matrimonio desde el sí quiero en la misma editorial.

Además, es líder internacional en España de Canavox, un movimiento a favor del matrimonio (y la lectura), ponente en congresos e imparte conferencias sobre amor, relaciones y afectividad. Forma parte del equipo de la prestigiosa revista Nuestro Tiempo  y actualmente reside junto a su marido y sus tres hijos en Oxford.

Les dejo sus redes sociales, no digan que no les avisé:

Instagram: @luzmaral

Twitter: @Luciamalcalde


CULTURILLA GENERAL

1. Ensayo, novela y poesía. ¿Sí a todo? Recomiéndenos tres.

Sí a todo, jajajaja. Y difícil quedarme solo con tres. Haré algo de trampa. No sé si entra exactamente dentro del género ensayo pero Nuestra mirada ciega ante la luz, de Gustave Thibon, o cualquiera de Chesterton. Poesía: Eternidades, de Juan Ramón Jiménez; cualquiera de Pedro Salinas; y acabo de terminar la antología Dios en la poesía actual, que me ha encantado. Novela: Jane Eyre, de Charlotte Brontë.

2. ¿Qué tipo de lector es? ¿De pijama y mesita de noche? ¿De biblioteca y chimenea? ¿De metro o parque público?

Si tuviera chimenea en casa, creo que podría ser mi lugar ideal. La vida en estos momentos me lleva a ser muy versátil: cualquier momento de diez minutos en el que tenga una mano libre puede valer. He sido mucho de leer por la calle también. Me gusta leer por la noche, cuando todo está en silencio y los reclamos de las notificaciones en el teléfono disminuyen. He leído de madrugada dando de mamar a mis hijos (era la manera de mantenerme despierta). Aunque puede que mi estado de lectora más habitual sea el de “sofá y mantita”.

3. ¿Tiene “manías” a la hora de leer (ediciones, doblar páginas, subrayar o hacer anotaciones)?

Si el libro es mío, subrayo y hago anotaciones en los márgenes. Me encanta dialogar con los libros, las historias, las ideas. Si el libro me ha emocionado especialmente, sobre la marcha en el espacio en blanco que queda libre tras el punto final vuelco mis impresiones. Al mismo tiempo voy apuntando en un papel —que me sirve de marcapáginas— la página donde he subrayado o comentado algo y una palabra clave que me ayude luego a encontrar ideas, escenas, párrafos…

4. ¿Cómo es su ex libris

¡No tengo! Aunque después de ver el de Enrique García-Máiquez me han dado ganas de hacerme con uno y creo que es una idea de regalo para los próximos Reyes Magos.

5. ¿Cómo elige usted sus lecturas? 

Hace poco leí que alguien en Twitter decía: “Se me han acabado las ideas de libros que quiero leer, ¿me recomendáis alguno?” y me chocó porque no sé lo que es eso, jajaja, siempre he tenido una lista interminable de libros que quiero leer. Intento ir apuntando un orden de cuáles son los siguientes que quiero “atacar” aunque siempre con flexibilidad por si surge alguna novedad o recomendación de última hora que merece hacerse un hueco. Intento también alternar ensayo y novela y siempre tengo además empezados uno de poesía y otro de lectura espiritual. Últimamente me está dando una fiebre de releer libros que descubrí en mi adolescencia y que ahora veo que les saco más miga… pero esas ganas de relecturas chocan con mis ganas de sumergirme en los libros aún no conocidos de esa lista que no para de crecer. Espero que en el cielo se pueda leer porque si no, no me da la vida.

6. Relato, artículo, entrada de blog… pieza no contenida en un libro que retenga en la memoria.

Algunos de los textos que Javier Marrodán suele escribir en su Facebook (aunque ahora algunos de ellos están recogidos en su nuevo libro Tirar del hilo). También el artículo «Del martini al meconio», de David Gistau, que me envió el propio Marrodán poco antes del parto de mi primer hijo.

7. Pierre Bayard nos explicaba cómo hablar de los libros que no se han leído. ¿Con cuál lo ha hecho alguna vez?

Con El código Da Vinci y con Cincuenta sombras de Grey. Creo que hay libros que con leer un par de críticas ya sabes de qué van y puedes formarte un juicio (al menos del contenido) sin necesidad de invertir preciosas horas de tu tiempo en algo que consideras que no te va a aportar demasiado.

8. ¿Sigue alguna norma concreta a la hora de ordenar su biblioteca?    

Intento ordenar de forma que en cada balda habite un género: una para novelas, otra para ensayos, otra para poesía, otra para libros de filosofía más académicos, una para libros de temática de afectividad, matrimonio y familia. Y varias baldas para libros por leer.

9. ¿Cuál es la biblioteca más remarcable que ha visitado?

No es una biblioteca en activo, pero como lugar de ensueño con paredes llenas de libros y donde apetece quedarse toda una tarde leyendo: la biblioteca de Blenheim Palace, a diez minutos en coche de mi casa.

He venido a hablar de mi libro

1. Su primera novela la escribió a los 16 años, edad que compartía con su protagonista. En la segunda, Elena tiene 17 y le queda un poco más lejos. ¿Qué tal ha sido el proceso de ponerse en la piel de una jovencita en apuros?

Aunque terminé de escribir Por donde entra la luz en 2019 realmente llevaba con esa historia en la cabeza desde que tenía 17. Primero fue un relato corto que ganó un tercer premio en mi ciudad (aunque realmente los parecidos entre ese embrión de la historia y la novela finalmente son más bien pocos). Cuando lo escribí sentí que era una de esas historias que me pedía más extensión, así que siempre tuve esa idea en la cabeza rondando. En 2012 (con 23 años), me puse a pensar más seriamente en ella, empecé a perfilar personajes… y dos años después empecé a escribirla. Aunque la mayor parte de la novela está escrita cuando ya tenía 10 años más que la protagonista, creo que no me ha costado demasiado meterme en su piel por todo esto: porque llevaba “conviviendo” con ella desde mis propios 17 años. También puede que haya ayudado el hecho de que fui una adolescente bastante intensa y, además de recuerdos muy nítidos de aquellos años, tengo mi diario, emails y mensajes de la época que repasé cuando estaba creando la historia.

2. Actualmente usted vive en Oxford con su familia. Mientras leía Por donde entra la luz pensaba que –pese a hallarse usted en un lugar muy “literario”-, tenía que ser raro recrear desde allí los atardeceres de un pueblo mediterráneo.

La novela la terminé en 2019 aunque se ha publicado cuando ya estábamos en Oxford (llegamos en agosto de 2021). Ha tardado más en salir porque primero la dejé reposar mucho tiempo, luego le pedí a tres personas (Pablo —mi marido—, mi hermano Álvaro y mi amiga Blanca) que la leyeran y luego vino el proceso de búsqueda de una editorial, con sus consecuentes correcciones, procedimientos, etc.

Los atardeceres de La Plana los tengo grabados después de más de quince años veraneando en Nules, un pueblo de Castellón. Algunos de ellos los describía en mis cuadernos de escritura de verano y me han servido como punto de partida para algunas descripciones.

La verdad es que cuando dijimos que nos veníamos a Oxford mucha gente me hizo este comentario sobre el ambiente literario, jajaja. La realidad es que estos meses de “desembarco” familiar —que han sido tremendamente bonitos y emocionantes— no me han dejado mucho tiempo para escribir. Sí que noto que estoy en un momento de efervescencia creativa, por mi cabeza no paran de surgir ideas, escenas, diálogos… y ahora el reto es encontrar el tiempo para plasmarlo… Pero bueno, pasados estos primeros meses / primer año, creo que podré materializar todo esto. Mientras tanto, “escritura invisible”, como dice Rodrigo Cortés.

3.  Su novela parte del feliz encuentro entre una idea que llevaba tiempo rumiando y el hallazgo de un texto de Enrique García-Máiquez.

Cuando estudiaba primero o segundo de carrera, José Ramón Ayllón me regaló una recopilación de escritos de Enrique García-Máiquez. Entre los tesoros que descubrí, uno me golpeó y se me quedó resonando ya para siempre. Hablaba del primer acto de La Traviata: «Allí se nos recuerda que la solución de la frivolidad no es, como creen puritanos y cenizos, el dolor, la enfermedad y la muerte. La solución es el amor. Lo otro vendrá por ley de vida; pero la solución era el amor». Me golpeó por dentro porque hasta entonces yo era más de pensar, a veces, cuando conocía a alguien inmaduro o superficial, cosas como “Este lo que necesita es que la vida le dé un palo”. Ahora lo pienso y me horrorizo. No sé de dónde habría sacado esa idea, que luego me he encontrado que es bastante frecuente. Puede que en parte lo pensara por mi propia experiencia: era consciente de que algunos sucesos de mi adolescencia (en general nada demasiado grave, pero, bueno, hechos que, a esas edades, hacen sufrir mucho) me habían ayudado a crecer, a conocerme mejor, a orientar mi vida, a hacerme preguntas… Pero la idea de García-Máiquez le dio una nueva luz a esa verdad: lo que me había hecho crecer no era el sufrimiento sin más, sino cómo había pasado esas etapas malillas: el tener gente que te quiere al lado, redescubrir amistades y hacer nuevas, acercarme más a Dios… El sufrimiento vivido en soledad, sin amor y sin poder darle un sentido no es remedio de nada; es más, creo que puede llevar a una desesperación muy profunda.

4.  La mirada de Elena cambia desde la ofuscación a la claridad. Su curación interna se va operando a través del amor, pero a su vez, a medida que sana descubre formas de amor que siempre habían estado ahí y en las que no era capaz de reparar. Sin querer destripar nada, uno de los cambios más importantes que tiene lugar en ella es cuando se plantea si tiene algo que ofrecer. ¿Cuáles son las bases del amor maduro?

Creo que un paso importante hacia el amor maduro es cuando descubres que el amor no es solo sentimientos y emociones. Que para que sea amor del bueno hay que poner cabeza y emplear la libertad. El peligro en este sentido luego puede venir en caer en una visión que iguala el amor a la mera fuerza de voluntad. Hay que huir tanto del sentimentalismo como del voluntarismo. Ninguno de ellos es amor, aunque puedan parecerse. Diría que el segundo paso hacia el amor maduro es precisamente ese: aprender a integrar todas nuestras potencias (corazón, cabeza y voluntad) en el amor hacia el otro.

C. S. Lewis tiene un fragmento en Mero cristianismo que explica muy bien el tema de que no se trata de renunciar a los sentimientos, sino de descubrir unos sentimientos más profundos, tal vez menos de fuegos artificiales, pero más integrados: «Es sencillamente inútil intentar conservar las emociones fuertes: eso es lo peor que se puede hacer. Dejad que esas sensaciones desaparezcan —dejad que mueran—, seguid adelante a través de ese período de muerte hacia el interés más sosegado y la felicidad que lo suceden, y descubriréis que estáis viviendo en un mundo que os proporciona nuevas emociones todo el tiempo. Pero si decidís hacer de las emociones fuertes vuestra dieta habitual e intentáis prolongarlas artificialmente, se volverán cada vez más débiles y cada vez menos frecuentes, y seréis viejos aburridos y desilusionados durante el resto de vuestra vida».

5.  Tengo que decirle que al principio de la novela no dan ganas de quererla precisamente

¡Bien! Me alegro de que hayas tenido esa percepción porque es algo totalmente buscado. Quería que Elena cayera un poco mal al lector al principio, jajaja. Mi miedo es que caiga demasiado mal y el lector abandone el libro. Pero creo que sería bonito que alguien, en las primeras páginas, pensara de ella: “A esta niña lo que le hace falta es un poco de toparse con lo duro de la vida”; y que, luego, a lo largo de la novela, ese mismo lector fuera cambiando su mirada hasta llegar a la idea de Enrique García-Máiquez que comentábamos antes.

6. La luz, las metáforas, la poesía, la amistad… Creo que su obra tiene varios niveles de lectura, de modo que puede abarcar un público juvenil y adulto. ¿Piensa que la eficacia para trasladar el mensaje con una obra de ficción requiere más predisposición por parte del lector?

Diría que casi es al revés. Con la ficción podemos bajar la guardia porque nos metemos en una historia, no es como cuando lees un ensayo, donde vas siguiendo una argumentación y descubres algo con lo que no estás de acuerdo, y te pones a contraargumentar con el autor en sus páginas, o buscas defectos en el desarrollo de su tesis… La ficción más que trasladar ideas creo que intenta plasmar historias y, en última instancia, plasmar la naturaleza humana. Al menos eso intento yo. Obviamente, cada autor tiene su idea sobre cómo es la naturaleza humana y eso se va a reflejar en la historia que cuente. Pero no es que los personajes suelten grandes discursos y exposiciones filosóficas, sino conseguir que los personajes vivan y se muevan como lo harían personas de verdad, que muestren un trozo de verdad de cómo es el ser humano.

La ficción, por otra parte, no solo apela a la razón (como haría un ensayo) sino que también tiene el poder de conmovernos por dentro. Los griegos lo explicaban muy bien con el tema de la catarsis.

Me gusta una idea que suele decir Ana Samuel, la directora académica de Canavox: «Necesitamos ensayos que nos alimenten la cabeza e historias que nos inspiren el corazón». 

7. En los asuntos del corazón, en el conocimiento del alma humana, usted ya era una experta. ¿Qué hay del resto de temas que aparecen en el libro? ¿Ha tenido que investigar sobre pintura, arquitectura, costumbres levantinas?

Uy, experta es una etiqueta que me queda grande, aunque no te negaré que soy forofa de estos temas y desde que era adolescente he leído, pensado, escuchado, escrito y hablado mucho sobre asuntos de afectividad, noviazgo, etc.

Las costumbres levantinas están sacadas de mis más de quince veranos en Nules.

Mi interés por la arquitectura empezó al escribir un reportaje para unas prácticas en la carrera. Entrevisté a Joaquín Lorda, sabio arquitecto y maestro de arquitectos, fallecido hace unos pocos años, y aquella conversación la guardo como un tesoro. El abuelo Joaquín se llama así en su honor. De hecho, Lorda no solo era un apasionado de Gombrich —como el personaje del abuelo— sino que el propio Gombrich dijo que era quien mejor le había entendido. 

Para la afición de Elena por la pintura me documenté y pregunté mucho a Pablo, mi marido, que es el artista de la familia. De hecho, cuando nos acabábamos de conocer, una de nuestras primeras conversaciones fue esa: “Estoy escribiendo una novela y la protagonista pinta y yo no tengo ni idea. ¿Me explicas cosas que deba saber?”. 

También tuve que investigar las reglas del vóley playa, jajajaja. A mitad de novela me di cuenta de que me las estaba inventando totalmente, basada en el vóley que había jugado en el colegio hacía mil años. 

Para detalles sobre temas médicos, recurrí a amigas doctoras para preguntarles dudas. 

8. Sin embargo, las canciones y poemas que aparecen al principio de cada capítulo –y que centran o resumen muy bien lo que está ocurriendo en el corazón de la protagonista- parecen formar parte de su colección particular. 

Me has pillado, jeje. De hecho antes de comenzar la novela una de las cosas que hice fue definir los gustos musicales de los dos protagonistas para que no fueran los dos tan eclécticos como yo, ni demasiado parecidos entre sí. 

Tuve mis dudas sobre si empezar cada capítulo con esos fragmentos o no, porque me daba miedo que las canciones “envejecieran mal” (sobre todo teniendo en cuenta que algunas eran de 2012 y otras de 2021, añadidas en las últimas correcciones), pero luego pensé que en el fondo son como poemas, y que lo que aportaban al inicio de cada capítulo no era tanto una banda sonora (que también) como un marco de comprensión, una pista, un matiz, una segunda lectura de los sentimientos de Elena…

Mi relación con la poesía viene desde siempre, desde enana aprendiéndome los poemas de Gloria Fuertes y los que nos mandaban en el cole. Antes que relatos, escribí poesías, de hecho. Ahora solo lo hago como desahogo. Y he de confesar que la pasión de Elena por los versos me ha hecho recuperar en los últimos años mi propia afición por la poesía y ahora siempre tengo un libro de poemas empezado.

9. La conocida frase de Leonard Cohen, de que la luz entra por la grieta, es un poco el leitmotiv del libro. ¿Quizá es más importante que nunca el mensaje de esperanza?

No sé si es más importante que nunca pero creo que sí que es importante. Justamente unido a la realidad de nuestra vulnerabilidad, que es como entiendo la frase de Cohen. Nos han vendido algunas “motos” tipo “puedes ser todo lo que te propongas”, “todo va a salir bien” (la protagonista de la novela odia especialmente esta expresión), “persigue tus sueños y los conseguirás”… y, claro, en medio de un caldo de cultivo así, toparse con la vulnerabilidad, con los límites, con los errores, con nuestras fragilidades… puede ser un shock difícil de encajar. Pero aceptar nuestras vulnerabilidades y nuestras limitaciones, no con resignación, sino con un sano realismo, nos da otra perspectiva. Y la esperanza nos ayuda a que el realismo no caiga en pesimismo en esa nueva manera de mirarnos (y de mirar a los otros, porque al final cómo miramos a los demás viene marcado por cómo nos observamos a nosotros mismos). Uno de mis profesores de Filosofía citando a no me acuerdo quién decía que “vivir es estar a tiempo”. 

También es verdad que al final la esperanza será más firme cuanto más firme sea su fundamento. Asentar nuestra esperanza en la “bondad de la humanidad” tal vez sea construir sobre arenas movedizas y es fácil que ante el primer desengaño o decepción (que llegarán), uno cambie de parecer. Tal vez las personas que tenemos el don de la fe tenemos un plus en este sentido: que tu esperanza esté fundamentada en un Dios que no solo lo puede todo sino que es tu Padre, te quiere con locura y es capaz de morir por amor a ti… cambia mucho cómo enfrentas la vida, las relaciones, etc.

10. Tiene debilidad por Juan Ramón Jiménez y por Salinas… hace apenas dos días le hice esta pregunta a García-Máiquez: ¿la poesía es un instrumento para la educación sentimental de las personas?

Creo que puede serlo. Antes decía que la ficción pulsa partes de nosotros más allá de la razón, y creo que la poesía da un paso más allá. No sé si por el ritmo, la musicalidad, la capacidad de los buenos poetas de condensar en pocos versos tantas realidades que uno lee y descubre como verdaderas al instante. La poesía tiene una capacidad especial para pulsar teclas del alma. Me gusta mucho un ensayo de Manuel Casado que publicamos en Nuestro Tiempo que se llamaba «Más poesía y menos Prozac». Una de las cosas que dice es la siguiente: «La pura racionalidad no convence a nadie, porque la persona humana es superior a su razón, y lo sabe. […] esas palabras que ayudan a vivir mejor permiten entender la condición humana y transformar desde dentro el ser de los lectores. No era otra la función de la catarsis en la tragedia griega: se trataba de purificar al espectador de sus propias bajas pasiones, al verlas proyectadas en los personajes de la obra». Ahí Casado también defiende que el poeta es el «gran terapeuta, porque todos estamos heridos y es él quien acierta a señalar dónde está la herida». La herida, las grietas por donde entra la luz. 

11. Louis de Wohl escribió una biografía de santo Tomas de Aquino, Luz apacible. Hace poco, una lectora suya me dijo que es lo que usted transmitía. ¿Qué fue antes, el título, Por donde entra la luz, o la novela?

¡Hala, qué honor ese piropo!

Pues soy malísima para los títulos. Es siempre lo último que pongo en libros, artículos, posts del blog… Pablo me ayuda muchísimo con esto: creo que nuestro récord de títulos en un brainstorming fue de 18 hasta dar con el correcto. Para esta novela, de hecho, también  pensamos 18 antes de decidirnos. En mi planteamiento inicial de la historia, la luz no iba a tener tanto protagonismo, fue de esas cosas que van surgiendo según escribes. Cuando me di cuenta de que la luz había dejado de ser parte del atrezzo para ser un personaje, pensé que tenía que ir en el título.

12. Usted tampoco pinta un mundo idílico. El amor sana pero la vida sigue siendo dura. De hecho, la relación de Elena con su madre, sigue siendo difícil, como su destino.

El  amor lo que te da es un modo de vivir distinto a vivir sin amor, un sentido, una mirada nueva sobre la realidad. Pero eso no quiere decir que las cosas sean más fáciles por arte de magia o que los problemas se solucionen con un chasquido de dedos. Obviamente, esa mirada nueva que te da amar y saberte amado ayuda a una mirada más amable hacia el mundo y los demás. Por ejemplo, hay cosas que antes podrían ser conflictivas y de repente no lo son porque hay una mirada de comprensión, de empatía. Actuar desde el amor, además, descomplica mucho la vida: nos ahorramos muchas envidias, egoísmos, intereses torcidos… No siempre somos capaces de amar así, claro, pero creo que vale la pena proponérselo e intentarlo. 

13. Donde no escatima bondades es en la construcción de sus personajes masculinos. Le he oído decir que conoce muchos Albertos y Nachos. Dios la oiga.

Jajajajajajaja. Cuando describí al Alberto de Me debes un beso realmente no conocía a ningún chico así, proyecté lo que me gustaría encontrar en un chaval de esa edad. Luego sí he conocido a jóvenes así de majos. Por su parte, el Nacho de Por donde entra la luz tiene mucho de Pablo, en primer lugar, y de algunos amigos míos. Haberlos haylos, jajaja. Es inquieto, responsable, divertido, familiar, con el que puedes pasarte horas hablando ¡y muy guapo! Aunque, bueno, no haré spoiler, pero no es un “chico perfecto”. Ninguno de los personajes lo es. La luz solo atraviesa los muros con grietas, ¿no?

QUIZ SHOW

1. Libro que más veces ha leído.

Puede que El principito.

2. Primera lectura que recuerda en la infancia.

Toda la saga de los Cinco.

3. Autor del que haya leído toda su obra.

Casi casi toda… Alessandro D’Avenia, José Ramón Ayllón, Mariolina Ceriotti, Jane Austen… Siento que me estoy dejando nombres en el tintero.

4. Recomendación que nunca falle.

Jesús Montiel.

5. Libro/s que tiene ahora entre manos.

Tirar del hilo, de Javier Marrodán y Verbigracia, de Enrique García-Máiquez.

6. Libro que le hubiera gustado protagonizar.

Jane Eyre, de Charlotte Brontë.

7. Película que haga justicia al libro en el que se basa.

Me gustan las versiones de Jane Eyre de Zeffirelli y de Fukunaga. También las últimas de Mujercitas (la de Greta Gerwig, la de la BBC de 2017, y, por supuesto, la de Winona Ryder con Christian Bale —toda mi adolescencia suspirando por ese Laurie—). Y creo que Joe Wright hace unas adaptaciones buenísimas de Orgullo y prejuicio (aunque todo el mundo prefiera la de la BBC) y de Expiación.

8. Libro que supuso un antes y un después.

Suite francesa, de Irène Némirovsky.

9. Libro que haya regalado para ligar.

Un libro de poemas de Dante en versión original comprado en Florencia.

10. Necesita papel para hacer una barbacoa. Elija un libro de su biblioteca.

Momentos de inadvertida felicidad. El título y la contraportada prometían mucho o al menos yo tenía grandes expectativas. Hay situaciones e historias bonitas, pero otras muchas son “lugares comunes” contadas de manera regulera, que en un monólogo de un humorista pueden hacerte reír pero en un libro así algunos te hacen sonreír levemente y otros simplemente pensar “no es para tanto”. Me rechinó su intento de mirada inocente al mundo en algunos pasajes, que alterna con referencias zafias sobre sexo y sobre las mujeres (rozando a veces la falta de respeto).

ADENDA

– ¿Qué libro le gustaría encontrar en la mesilla de noche de la persona amada?

Amor y responsabilidad, de Karol Wojtyla.

– Si se cumpliera la pesadilla de Gógol de ser enterrado vivo, ¿qué tres libros desearía que le introdujesen en el ataúd?

Jane Eyre, la Biblia y las poesías completas de Miguel d’Ors.

– Primer libro que compró con su propio dinero.

Creo recordar que fue alguno de los de José Ramón Ayllón: Vigo es Vivaldi o Diario de Paula.

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