La Tierruca es pequeña, coqueta y verde, tan alta como lo permiten sus imponentes Picos de Europa y tan fascinante como resulta su línea de costa. Cantabria se puede recorrer, sí, en tres días, pero una vida no basta para extraer todo el jugo a este territorio recoleto plagado de leyendas, cavernas y acantilados.
Sus valles y sus playas, sus elegantes ciudades y la curiosa herencia indiana hacen de Cantabria un destino de novela. Prácticamente cada vuelta del camino, cada villa abandonada, sugieren una historia. Estas son nuestras siete propuestas para leer antes, durante o después de viajar a la Tierruca, apelativo que se popularizó gracias a una obra del autor con el que arrancamos esta propuesta.
Sotileza, José María de Pereda
Cima del costumbrismo, esta novela de 1885 nació de la aspiración de Pereda de retratar y dotar de dignidad a los humildes habitantes de los barrios marineros de Santander. La novela toma su título del apodo de una joven huérfana acogida por un matrimonio sin hijos. Hoy día, una calle de la capital cántabra lleva el nombre de este personaje.
El dibujo de las familias que vivían en torno al muelle y los «raqueros» que pasaban sus días en estado salvaje centran esta obra digresiva elogiada en su día y que hoy permite acercarnos a una manera de escribir para algunos anticuada, pero sin duda única, con expresiones de la Tierruca y un rico argot marinero.
Peñas arriba, José María de Pereda
Resulta absurdo, o al menos inconveniente, no repetir autor en una lista sobre Cantabria. Si Sotileza es la gran novela costera, Peñas arriba es el mejor retrato del interior cántabro. Un libro que entronca con las ideas conservadoras de su autor, que dedica bellas páginas al retrato de un mundo en desaparición por la industrialización y el liberalismo.
La historia se desarrolla en el valle de Saja-Besaya, en Tablanca, trasunto de Tudanca, adonde llega Marcelo, un joven ya acostumbrado a la vida de Madrid. El regreso a sus orígenes le hará replantearse sus prioridades y redescubrir un paisaje que lo interpela: «Jamás había visto yo porción de mundo tan grande a mis pies, ni me había hallado tan cerca de su creador, ni la contemplación de su obra me había causado tan hondas y placenteras impresiones».
El camino, Miguel Delibes
Aunque Miguel Delibes representa, tanto en su figura como su obra, la castellanidad, su novela más emblemática, publicada en 1950 no se ubica geográficamente en Castilla. No, ahora, aunque sí en el tiempo narrativo y en el de publicación, cuando Cantabria formaba parte de Castilla la Vieja. En cualquier caso, es el pequeño municipio de Molledo, en la cuenca alta del Besaya, donde transcurren las aventuras de Daniel el Mochuelo, Germán el Tiñoso y Roque el Moñigo, que arrancan con una frase antológica: «Las cosas podían haber acaecido de cualquier otra manera y, sin embargo, sucedieron así».
Molledo era la villa natal de los padres de Delibes, quien había veraneado desde pequeño en este lugar y, por tanto, conocía perfectamente su entorno y sus gentes. El camino sigue siendo a día de hoy una de las obras más leídas y queridas de la literatura en castellano.
Marianela, Benito Pérez Galdós
«Iba por angosta vereda, de esas que sobre el césped traza el constante pisar de hombres y brutos, y subía sin cansancio por un cerro en cuyas vertientes se alzaban pintorescos grupos de guinderos, hayas y robles. (Ya se ve que estamos en el Norte de España)». Desde el inicio de Marianela, uno de los libros más populares de Galdós, sabemos que nos encontramos en el norte. En concreto, el autor situó la acción en el entorno minero de la comarca de Saja-Nansa.
Allí se encuentran los pueblos ficticios de Socartes y Aldeacorba, donde se desarrollan los amores imposibles de la huérfana Marianela y el joven hacendado Pablo Penáguilas. Publicada en 1878, integra las novelas de tesis del escritor canario. Pero, más allá del conflicto presentado en esta obra, ofrece un interesante paseo por los montes y las simas de una tierra quebrada.
Santander 1936, Álvaro Pombo
La obra de Álvaro Pombo guarda una gran fidelidad a la ciudad de su infancia y adolescencia, Santander, y en especial a la clase altoburguesa a la que pertenecía su familia. En Santander 1936, Pombo tira de memoria familiar para narrar el declive de la República y el estallido de la Guerra Civil a través de la deriva ideológica de Álvaro Pombo Caller, un tío carnal del autor que acabó militando en Falange y murió en 1936.
La novela permite adentrarnos en este conflicto sempiterno en la literatura española desde la perspectiva de una ciudad de provincias en la que las amistades y las frecuentaciones acabaron disueltas por diferencias ideológicas.
Altamira, José Calvo Poyato
El descubrimiento de la cueva de Altamira situó a Cantabria como epicentro del arte rupestre. Este fascinante emplazamiento fue descubierto en 1868 por Modesto Cubillas y Marcelino Sanz de Sautuola, quien se empeñó en defender la importancia de su hallazgo ante el establishment de los estudios paleolíticos, especialmente franceses.
José Calvo Poyatos disecciona en este libro la personalidad y el trabajo de Sanz de Sautuola y la larga querella que llevó al reconocimiento de Altamira como una excepcional creación de hombres que vivieron hace más de veinte milenios.
Puerto Escondido, María Oruña
María Ortuña se convirtió en un best seller en 2015 con esta novela negra que abarca buena parte de la costa cántabra. Suances es el epicentro de un terremoto que sacude localidades tan conocidas como Santillana, Comillas y Santander. La obra arranca con la llegada de Oliver a la zona, un joven londinense que acaba de heredar una casona colonial. Durante las obras de remodelación descubre en el cadáver emparedado de un bebé, al que acompaña un objeto que resulta completamente anacrónico.
El éxito de Puerto Escondido ha llevado a la autora viguesa a publicar otras tres novelas ambientadas en este entorno.