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Qué leer antes de viajar a… Florencia

Decía E. M. Forster por boca de uno de sus personajes que «Italia es sólo un eufemismo para el destino». Siempre serán pocas las excusas para volver a este país cuajado de arte, historia y vitalidad. Y, dentro de él, resulta criminal pasar de largo de Florencia, la ciudad de los Medici y los pintores, la capital de los poetas y los viajeros. Cuna del Renacimiento, los románticos la redescubrieron en el XIX y la situaron como parada obligatoria del Grand Tour.

Hoy es una urbe marcadamente turística, uno de los más acabados ejemplos, para bien y para mal, del concepto de «ciudad-museo». Pasearla sin ningún tipo de pretensión es ya en sí mismo una lección de arte y vida, pero quienes gustamos de adelantar o prolongar el viaje a través de los libros contamos con muchísimas opciones en la librería. Estas son algunas:

1. Una habitación con vistas, E. M. Forster

«El viajero que ha ido a Italia a estudiar los valores táctiles de Giotto, o la corrupción del papado, puede regresar sin recordar otra cosa que el cielo azul y los hombres y las mujeres que viven debajo». El británico E. M. Forster escribió en 1908 uno de los libros más queridos y leídos ambientados en la capital de la Toscana, una vindicación del sentimiento sobre las convenciones sociales, un tira y afloja entre el mediterráneo y la moral victoriana.

Lucy, la joven protagonista tutorizada por su rígida prima, pegada a su guía de viajes Baedeker, descubre el poder (y el peligro) de la pasión mientras discurre por los Uffizzi y la Signoria, por Fiesole y los amenos prados toscanos. Al encorsetado victorianismo, Forster opone la alegría de vivir renacentista expresada en el verso de Lorenzo El Magnífico: Non fate guerra al maggio

2. Vida Nueva, Dante Alighieri

Muchos años antes de emprender en el exilio la titánica tarea de componer su Divina Comedia, Dante resumió y fijó los postulados del dolce stil novo en esta obra inspirada que narra las fases del amor platónico de Dante por Beatriz, una dama florentina a la que, según la tradición, habría visto no más de dos veces y con la que nunca habló. A pesar de ello, «desde entonces en adelante, Amor se hizo dueño de mi alma».

En cortos capítulos de prosa y poesía Dante fija el arquetipo de la donna angelicata y la evolución moral que experimenta gracias a la inspiración divina de Beatriz. Una obra que, entre muchas otras cosas, permite tomar el pulso a la Florencia del Trecento en la que se estaba operando un cambio decisivo en las artes y en la misma noción de Amor. 

3. Las chicas de San Frediano, de Vasco Pratolini

Vasco Pratolini nació en 1913 el seno de la Florencia más popular entonces, en via de’ Magazzini. Como escritor, muy querido para los toscanos, representó ese aliento vibrante de los barrios y la vida de antes y después de la Segunda Guerra Mundial. Las chicas de San Frediano es una inmejorable manera de entrar en la obra de este autor y, al mismo tiempo, pasear de la mano de sus coloridos personajes por este rione hoy convertido en uno de los distritos más animados de la ciudad.   

En este libro, Pratolini nos da a conocer a un Don Juan de barrio, Bob, que se pavonea entre las chicas de San Frediano con su encanto y la falsa vitola de haber sido partisano contra los nazis. Hartas de él, las mujeres del barrio idearán una venganza. 

4. El síndrome del viajero. Diario de Florencia, Stendhal

¿Quién no ha oído hablar del famoso síndrome de Stendhal? El gran Beyle es más conocido en el mundo por dar nombre a este desorden psicosomático, que cursa con vértigo y confusión ante la presencia del arte, que por su propia obra, en la que destacan La cartuja de Parma y Rojo y negro.

Pese a ser francés, Stendhal amó apasionadamente a Italia, hasta el punto de que en su lápida se le define por voluntad propia como «milanés». En 1817 publicó Roma, Nápoles, Florencia, diario de viajes en el que se menciona el famoso desvanecimiento que daría pie al síndrome. La editorial Gadir publicó de manera independiente los textos referidos a la capital Toscana.

5. Retrato de una dama, Henry James

Al igual que Forster, el norteamericano Henry James dedicó buena parte de su obra a trazar personalidades y ambientes contrapuestos. En su caso, James plasmó las tensiones entre el Nuevo y el Viejo Mundo, pero también entre la concepción victoriana de la vida y la mediterránea. Sus «visitas» a Italia son frecuentes: Venecia en Los papeles de Aspern; Roma, en Daisy Miller; y Florencia en Retrato de una dama (1880).

La dama en cuestión es Isabel Archer, americana radicada en Inglaterra que pasa una buena temporada en Florencia. La elección entre los pretendientes que la rodean es el meollo de la narración.

6. Inocencia, Penélope Fitzgerald

Heredera de esa larga tradición de devoción británica hacia la Toscana, Penélope Fiztgerald escribió en 1986 esta comedia costumbrista en la que la joven Chiara Ridolfi, educada en un internado inglés, se desplaza a Florencia para vivir con sus padres y su tía, corolarios venidos a menos de una saga aristocrática.

Allí, como no podía ser de otro modo, surge el amor por el doctor Salvatore Rossi, «un hombre recio, hecho a sí mismo y con una inmensa conciencia de clase», según la sinopsis de Impedimenta.

7. Bajo el sol de la Toscana, Frances Mayes

En 2003, la comedia romántica Bajo el sol de la Toscana, dirigida por Audrey Wells, se convirtió en una de las sensaciones de la taquilla internacional. Ello dio pie a sus incondicionales para descubrir a Frances Mayes, autora norteamericana que publicó en 1996 este libro basado en sus memorias italianas. La obra se mantuvo hasta dos años en la lista de más vendidos de The New York Times.

La historia, que parte de la decisión de una profesora y poeta norteamericana de comprar una casa en la campiña toscana, es buen pretexto para pasear por los cipreses, los senderos y los viñedos característicos de esta región.

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