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25 años sin Luis Miguel Dominguín, un icono irrepetible de España

Luis Miguel Dominguín (Madrid, 9 de noviembre de 1926-San Roque, 8 de mayo de 1996), a parte de ser uno de los toreros más importantes en la décadas de los años 50 y 60, fue todo un referente a la hora de hablar de personalidad, carisma y atractivo natural.

« Pisó siempre con la firmeza del triunfador, dentro y fuera de las plazas. Y siempre con el orgullo de pasear el nombre de España allá por donde fue. Su muerte ha provocado una profunda conmoción y hondo pesar en la sociedad española». Este testimonio era la idea general que muchos críticos coetáneos a la muerte de Dominguín apuntaban en sus columnas. Desde Andrés Amorós, Alfonso Ussía o el actualmente crítico taurino del diario El Mundo, Vicente Zabala, definía al maestro como «un victorioso en el toro, ganador en la vida».

Dejando a un lado la buena relación que mantenía con los medios — siendo un personaje de tales características no siempre es fácil– el cómputo general de la cuestión se define como un hombre que tenía, llamémoslo gracia o capacidad, para poner a todo el mundo de acuerdo dentro y fuera del ruedo.

‘Un fallo cardíaco acabó con la vida de un mito’, titulaba la primera información en la que se detallaban las circunstancias de la muerte en su casa de Sotogrande a los 69 años, y en la misma página unas declaraciones de su hijo, Miguel Bosé: «Mi padre sufría la vida». Un apunte que, en la mayoría de los casos, puede incluso llegar a extrañar si estamos hablando de un hombre que ha sido y continúa recordándose como un auténtico triunfador. La mala relación que por lo general se ha escuchado entorno a la apenas inexistente relación cos su padre, dicen por culpa de su madre Lucía Bosé, tras la entrevista que concedió a su amigo Jordi Évole en el programa ‘Lo de Évole’, dejó a la vista una nueva percepción. El cantante admiraba a su padre, aseguró que este le quería muchísimo y presumía con orgullo de todas las facetas que abarcaba el apellido Dominguín: «Tuvimos muchos desencuentros y encuentros porque somos de carácter muy iguales. La torería no es solo una profesión, es una actitud ante la vida. La chulería es otra cosa, arrogante y desagradable. No es eso. La torería es una actitud ante la vida, de torearla, de tomar riesgos… “, así habló. (Puedes ver la entrevista al completo pinchando AQUÍ)

Dominguín encantador y cautivador

Dentro de la entrevista, añadió que su progenitor “no era machista, era mujeriego. Había unas reglas de la época que eran machistas, pero él no lo era como actitud”. Y es que el torero era un seductor nato. Durante su despegue estelar, la farándula y mundillo artistón por donde se movía el diestro, era un sin vivir de conquistas femeninas de toda clase y condición. Aunque con especial predilección por las actrices de Hollywood, artistas nacionales, internacionales, top models y mujeres aristócratas de la época, el torero dejó una huella imborrable en la actriz checo-mexicana Miroslava Stern, que ansiaba casarse con el apuesto matador. Sin embargo, él no estaba por la labor, a pesar de haber pasado buenos tiempos juntos en su finca Villa Paz (Cuenca). Cuando la atractiva rubia se enteró que le iba a dar el ‘sí, quiero’ a la musa del neorrealismo italiano Lucía Bosé el 1 de marzo de 1955, cayó en una profunda depresión que desembocó en suicidio ocho días después del enlace. Se dijo que Stern falleció con una foto y varias cartas de su amado con ella.

En una ocasión, Hemingway describió a Luis Miguel Dominguín como «una mezcla de don Juan y Hamlet». Y se quedó corto. Antes de que el maestro de maestros acaparara la atención de los ecos de sociedad y de la prensa rosa por su tumultuoso romance con Ava Gardner, Dominguín ya había conquistado a dos mujeres con una renombrada posición social, Cecilia Albéniz -nieta del compositor Isaac Albéniz–  y Ángela Pérez de Seoane, rejoneadora e hija del duque de Pinohermoso, que no dio su beneplácito para esa relación.

A sabiendas de su poderío, Dominguín siguió triunfando en los ruedos y rompiendo corazones. La siguiente en la lista fue María Félix, con quien se le fotografió en París en 1951, pero la cosa no llegó a buen puerto. Siguió con Annabella, exmujer de Tyrone Power, una atractiva actriz con la que estuvo casi un año. En 1953, el matador madrileño tuvo un affaire con Noel Machado alias La China, la top model multirracial que fichó como modelo exclusiva por Givenchy y que conquistó hasta el mismísimo Richard Avedon, que no dudó en captar su belleza a través de su lente. La exótica modelo vivió en sus propias carnes que Luis Miguel se desviviera por ‘el animal más bello del mundo’, Ava Gardner. 

 

El adorado

Tras la noticia de su muerte, el eco y  repaso de su impresionante carrera, de la saga familiar y de sus triunfos que atesoró fue de obligatoria importancia para completar los anales de la historia de España. En su profesión dejo claro, con rotundidad ‘la forja de un número uno de leyenda’, desde su competencia con Manolete hasta su reaparición en los setenta, pasando por la polémica de declararse el auténtico mandamás.

‘Un diestro largo y valiente’, titulaba su artículo Andrés Amorós, padre de una familia de grandes artistas, marido, gran amigo de sus amigo entre los que destacaban toreros, artistas de la talla de Picasso, directores de cine como Hemingway u Orson Welles hasta el mismísimo Franco le denominaba con cariño con «mi niño». Amante universal –en la época era el único torero que dominaba a la perfección el ingles– adorado, mitificado y deseado…Rafael Alberti le hizo un poema que se titulaba así  ‘Un solo toro para Luis Miguel Dominguín’, y que dice:

¡Oh qué gloria, Luis Miguel!

¡Qué inmortal corrida extraña!

El negro toro de España,

libre al sol del redondel.

Que nada puede doblarlo,

que nadie puede matarlo,

porque toda España es él,

¡Oh, gran torero de España,

Luis Miguel!

Una vida incapaz de resumirse sin tener ganas de investigar y leer mucho más sobre este personaje tan particular. Toda una vida de película para un ser inigualable.

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