Todo aficionado a la literatura sabe que no sólo se lee en los libros. También se hace de oídas, cuando nos cuentan (bien) un argumento o recrean (mejor) una imagen o un poema. También vale una película sobre una novela, que es leerla traducida a otro idioma. O cuando la reseña es tan buena que atisbamos el libro del que habla. Hoy voy a barberizar un libro que no he leído. Esta selección es el fruto de un trabajo de recopilación de un amigo anónimo. Un lector muy aficionado al Barbero que, durante años, ha ido repescando los «sinlogismos» del autor peruano Sofocleto. No se han publicado en España.
Sofocleto es el nombre de guerra de Luis Felipe Angell de Lama (Paita, 12 de abril de 1926-Lima, 18 de marzo de 2004). Fue un escritor, periodista, comentarista deportivo, político, humorista gráfico y poeta peruano. En Perú, todo un personaje. Desde lejos, diría que le mató la abundancia. Se calcula que escribió veinte mil aforismos, a los que llamaba, con nombre parlante, «sinlogismos». Aquí somos muy partidarios del aforista que infiere a sus textos un estilo tan personal como para ponerles nombre propio. Pero que el acierto del nombre «sinlogismo» no nos distraiga del peligro de la sobredosis. Con los sonetos, a los que llamaba también «Sofonetos» o algo así, también se le fue la mano. Se dice que escribió cinco mil de humor, y mil clásicos; y yo no le conozco ni un soneto.
Sin embargo, talento tiene a raudales (precisamente). De los que me pasa mi amigo hay muchos espléndidos que explican su paciente recopilación. Tiene algunos de una inspiración muy cercana a la greguería. ¿No podrían pasar éstos por obra de Ramón? «La música japonesa es una tortura china». «Los mordaces tienen la inteligencia en la lengua». «El agua es impermeable». «No es que la tortuga sea lenta, es que no quiere ir». O «La N es una Z que se cayó».
No se queda ahí. Tiene atisbos de auténtico poeta. «¡Es terrible ver cómo se achican los que se van!». «Amigo: sucursal de uno mismo». O éste, de poesía realista: «Los brutos tienen maza encefálica».
Con todo, su especialidad es el humor. A menudo, negro: «Los negros carbonizados parecen ilesos». Pero casi siempre verbal, sacándole petróleo al subsuelo idioma: «Nunca subo a una balanza porque sé que me va a pesar». «Casarse con una mujer rica es contraer patrimonio». «El globo está acá y estalla». «Vi un fakir tocando la flauta. ¡Me encantó!». «El contrabajo se transporta como su nombre lo indica». O «El primer amor se olvida al segundo».
Lo interesante hay que rebuscárselo. Lo bueno es que la búsqueda es muy entretenida, como hemos visto. Recuerda muchísimo por el talento, por la abundancia, por la mezcla de tonos, al aforista brasileño (también humorista) Millôr Fernandes. Como él, tiene una antología estupenda, escogiendo aquellos aforismos que, sin perder la brillantez, el juego verbal y el humor, se acercan más al moralismo, en el sentido de los moralistas franceses, esto es, a medias por las costumbres y a medias por la moral, siempre con inteligencia. Vean:
Diplomacia. Arte de decir «lindo perrito», hasta encontrar una piedra para tirársela.
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El que trabaja de balde es un idiota al cubo.
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La palabra de honor no se dice, se hace.
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Los cobardes duran más pero viven menos.
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La envidia es el cólico de la mediocridad.
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Hay mujeres tan volubles que uno siempre las ve por primera vez.
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Arrojarse al abismo es una precipitación.
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Desear a la mujer del prójimo es un pecado inmortal.
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¡Es terrible ver cómo los relojes pierden el tiempo!
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La mediocridad es el arte de no tener enemigos.
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Las personas volubles no cambian jamás.
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La resignación es la anemia del carácter.
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Todas las mujeres fáciles dicen que sus maridos son difíciles.
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Amo, luego insisto.
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La verdadera opinión pública se expresa en reuniones privadas.
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Amar la inteligencia es sentirse atraído por el seso opuesto.