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Reseñas
literarias
Italo Calvino

Seis propuestas para el nuevo milenio

por:
Jesús Beades
Editorial
Siruela
Año de Publicación
1970
Categorías
Sinopsis
«El milenio que está por terminar ha asistido al nacimiento y a la expansión de las lenguas modernas de Occidente y de las literaturas que han explorado las posibilidades expresivas y cognoscitivas e imaginativas de esas lenguas. Ha sido también el milenio del libro, dado que ha visto cómo el objeto libro adquiría la forma que nos es familiar. La señal de que el milenio está por concluir tal vez sea la frecuencia con que nos interrogamos sobre la suerte de la literatura y  del libro en la era tecnológica llamada postindustrial. No voy a aventurarme en previsiones de este tipo. Mi fe en el futuro de la literatura consiste en saber que hay cosas que sólo la literatura, con  sus medios específicos, puede dar. Quisiera, pues, dedicar estas conferencias a algunos valores o cualidades o especificidades de la literatura que me son particularmente caros, tratando de situarlos en la perspectiva del nuevo milenio.»  Italo Calvino
Italo Calvino

Seis propuestas para el nuevo milenio

Siruela, igual que Acantilado con Zweig, se propuso la tarea de confeccionar una Biblioteca Italo Calvino, con diseño elegante y buenas traducciones, de la que el libro que nos ocupa hoy es una interesante muestra. Se publican en él cinco de las seis conferencias que el autor iba a pronunciar en Harvard en 1985, más un texto espigado de sus notas, y que nunca pudo exponer en público al fallecer antes de terminar el ciclo completo. Fueron escritas en italiano, pero iban a ser leídas en su traducción inglesa, al igual que aquellas de Borges (aunque el argentino, creo, las escribió directamente en inglés, su lengua casi natal). Las «Charles Eliot Norton Poetry Lectures», como nos recuerda Esther Calvino en la nota preliminar, se iniciaron en 1926 y fueron confiadas a personalidades como T.S. Eliot, Igor Stravinsky, Jorge Luis Borges Northrop Frye u Octavio Paz. Se nota cómo Calvino quiso dar el do de pecho y dejar una especie de testamento literario, de poética para las generaciones venideras.

Son estas conferencias una mezcla de citas (excelente para practicar francés y, sobre todo, italiano, pues vienen en el original y luego traducidas), aforismos, conjeturas varias y obsesiones del autor. A veces, parece estar divagando «en voz alta»; otras, argumenta de manera sistemática; alguna vez recuerda al Jünger más críptico (charlatán, dicen los no entusiastas) y no se entiende mucho, aunque transmite la sensación de que él sí que se entiende. Sin embargo, nunca es aburrido, y el libro está cuajado de frases iluminadoras, como chispazos súbitos.

La llave de entrada a está en la nota del autor: «Mi fe en el futuro de la literatura consiste en saber que hay cosas que sólo la literatura, con sus medios específicos, puede dar». En tiempos de IA esta afirmación se hace más prometedora incluso. Veamos cómo la desarrolla.

Levedad

«Mi labor ha consistido en las más de las veces en sustraer peso; he tratado de quitar peso las figuras humanas, a los cuerpos celestes, a las ciudades; he tratado, sobre todo, de quitar peso en la estructura del relato y al lenguaje». Desde el primer momento toma partido en una dicotomía entre levedad y peso (¿falsa? ¿simplista? en todo caso interesante), y que plantea así: «Podemos decir que dos vocaciones opuestas se disputan el campo de la literatura a través de los siglos: una tiende a hacer del lenguaje un elemento sin peso que flota sobre las cosas como una nube, o mejor, como un polvillo sutil, o mejor aún más como un campo de impulsos magnéticos; la otra tiende comunicar al lenguaje el peso, el espesor, lo concreto de las cosas, de los cuerpos, de las sensaciones». El estilo de Italo Calvino, como vemos, es acumulativo y enumerador, más poético que filosófico. Énfasis y metáfora.

Hablando de metáforas, llama la atención la siguiente imagen, de orden cósmico-visionario: «En ciertos momentos me parecía que el mundo se iba volviendo de piedra: una lenta petrificación, más o menos avanzada según las personas y los lugares, pero de la que no se salvaba ningún aspecto de la vida. Era como si nadie pudiera esquivar la mirada inexorable de la Medusa». Recuerda esta idea al concepto «lignificación» acuñado por Charles Pèguy, según el cual el hombre, conforme se aleja de Dios, se va convirtiendo en madera muerta, en leño inerte.

Rapidez

A ratos, parece plagiar a otros autores y presentar estás ideas como ocurrencias propias. Es decir –por decirlo bonito–, asistimos a valiosas confluencias. La siguiente cita, sino es de Chesterton, la podría haber firmado este en Ortodoxia: «Son importantísimos todos los objetos que Robinson Crusoe salva del naufragio y los que fabrica con sus manos. Diremos que, desde el momento en que un objeto aparece en una narración, se carga de una fuerza especial, se convierte en algo como el polo de un campo magnético, un nudo de una red de relaciones invisibles. El simbolismo de un objeto puede ser más o menos explícito, pero existe siempre. Podríamos decir que en una narración un objeto es siempre un objeto mágico».

En la era del tweet, de Tik-Tok y de las stories, llaman la atención pasajes proféticos como el que sigue, sobre todo teniendo en cuenta que fue escrito hace treinta y siete años:

« (…) sueño con inmensas cosmogonías, sagas y epopeyas encerradas en las dimensiones de un epigrama. En los tiempos cada vez más congestionados que nos aguardan, la necesidad de Literatura deberá apuntar a la máxima concentración de la poesía y del pensamiento».

Exactitud

En esta conferencia es donde más se ve el carácter programático, de propuesta «para el milenio» (un poco pretencioso esto del milenio, pero se entiende el principio publicitario). Habla el autor del empobrecimiento del lenguaje actual y opone a ello, como receta, la literatura:

«No me interesa aquí preguntarme si los orígenes de esta epidemia están en la política, en la ideología como en la uniformidad burocrática, en la homogeneización de los más media, en la difusión escolar de la cultura media. Lo que me interesa son las posibilidades de salud. La literatura (y quizás solo la literatura) puede crear anticuerpos que contrarresten la expansión de la peste del lenguaje».

Visibilidad

Esta otra conferencia, por el contrario, es más del tipo divagatorio, e incluye joyitas como la que sigue, hablando de los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola:

«El catolicismo de la Contrarreforma tenía desde luego, un vehículo fundamental en la comunicación visual, con la sugestiones emotivas del arte sagrado desde el cual los fieles debían remontarse a los significados según la enseñanza oral de la Iglesia pero se trataba de partir siempre de una imagen dada propuesta por la Iglesia misma, no «imaginada» por los fieles. Lo que distingue, creo el procedimiento de Loyola incluso de las formas de la devoción de su época es el paso de la palabra a la imaginación visual como via para alcanzar el conocimiento de los significados profundos (…). Los fieles mismos son quienes deben pintar en los muros de la mente frescos atestados de figuras, partiendo de los estímulos que la propia imaginación visual consiga extraer de un enunciado teológico o de un lacónico versículo de los Evangelios». La teología de fondo respecto a las imágenes es una materia insondable, que dividió Europa y que Calvino (Italo, no nos confundamos) sólo acaricia en su superficie. Pero esta caricia está muy bien.

Multiplicidad

Mezclando conceptos de las anteriores conferencias –exactitud, levedad–, llega Calvino a una conclusión:

«Si tuviera que decir quién ha realizado a la perfección (…) el ideal estético de Valéry en cuanto exactitud de imaginación y de lenguaje, construyendo obras que responden a la rigurosa geometría del cristal y a la abstracción de un razonamiento deductivo, diría sin vacilar Jorge Luis Borges». No seré yo quien esté en contra, desde luego.

El arte de empezar y el arte de acabar

La sexta conferencia la pensaba escribir en Harvard, a donde nunca llegó, y además tenía pensadas una séptima y una octava. De entre sus notas se ha puesto en pie el texto del último capítulo, con jugosas reflexiones que iluminan el conjunto. Sigue la tónica de hacer un exacto diagnóstico de la época presente:

«La literatura moderna, al menos la de los dos últimos siglos, ya no siente la necesidad de señalar el comienzo de la obra con un rito o un umbral que recuerde aquello que queda fuera de la obra. Los escritores se sienten autorizados a aislar la historia que deciden narrar del conjunto de lo narrable (…). Dado que la vida es un tejido continuo, dado que cualquier principio es arbitrario, entonces es perfectamente legítimo empezar la narración inmediatez, en un momento cualquiera, a mitad de un diálogo, como empiezan a hacer Turguéniev, Tolstói, Maupassant».

En conclusión, este librito es metaliteratura, aforística, divagación y poética y, por lo tanto, acabaremos con todo subrayado –o, si son talibanes idólatras del papel, con muchos post-it– de principio a fin. Lectura nada ligera, pero no indigesta. Para que vean que manejo las metáforas: es un pequeño lago con muchas joyas dormidas en su fondo.