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Reseñas
literarias
Benito Pérez Galdós

Marianela

por:
Gonzalo Núñez
Editorial
Penguin Clásicos
Año de Publicación
2016
Categorías
Sinopsis
Marianela es una joven pobre, deforme y menospreciada por todo el mundo. Solo encuentra consuelo y un hombro sobre el que apoyarse en Pablo, el hijo ciego del dueño de las minas de Socartes, a quien la desdichada muchacha hace las veces de lazarillo. Sus paseos y sus conversaciones devienen en un lazo que parece inquebrantable, y Pablo promete a Nela casarse algún día con ella. Sin embargo, la posibilidad de una cura para su ceguera hará tambalear los cimientos de un amor que trasciende toda apariencia y posición social. En esta, una de sus más populares novelas, Galdós ofrece una visión hastiada de una sociedad decadente.
Benito Pérez Galdós

Marianela

Como el negro, Galdós combina con todo. Es siempre una apuesta segura. Para el frío o el calor, los días de lluvia o soleados. En caso de dudas o de atasco lector, uno se acuerda de Galdós y coge el que más tiene a mano. Raro será que no le apañe porque, además, no hay un Galdós sino muchos: el social, el historicista, el político, el romántico incluso. Esa versatilidad y transparencia, esa facilidad de acceso hasta Galdós, no gusta a los que no les gusta y nos gusta al resto. A Galdós se le lee como quien come pipas. Y eso es malo para algunos.

Marianela fue, en su tiempo, una de las obras de mayor éxito comercial del prolífico Benito Pérez Galdós (1843-1920). Cuenta María Luisa Sotelo Vázquez en las notas introductorias de la edición de Penguin Clásicos que esta obra «llamó la atención de Oscar Wilde, que saludó a Galdós en uno de sus viajes a París como el autor de Marianela». La escribió el canario radicado en Madrid a prisa, «a la diabla», dice, mientras escribía Gloria y daba a imprenta volúmenes de la segunda serie de los Episodios Nacionales. Hay que admitir que no es la mejor obra de Galdós, pero un poco de Galdós ya es mucho.

La historia, ambientada en un pueblo minero del norte, narra la llegada de un médico capaz de curar la ceguera del hijo de un hidalgo montañés. Todo sería maravilloso de no ser por Marianela, una joven huérfana y contrahecha, tenida en el pueblo poco menos que por un animalillo, que sirve a Pablo de lazarillo y lo acompaña y entretiene en sus paseos por las minas y alrededor de una sima a la que se lanzó la madre de Marianela en tiempos. Ante el estupor y la condescendencia de los demás, el ciego, que sólo ve el interior, se ha enamorado perdidamente de Marianela, pero la joven, aunque simplona, sabe perfectamente que, una vez se haga la vista en su amigo, Pablo dejará de verla con buenos ojos, con ojos de enamorado. 

El drama de partida y su desarrollo tienen componentes netamente románticos, con un sentimentalismo folletinesco que estaría demodé muy pocos años después. Incluso tiene algo de esos cuentos victorianos y moralistas que escribiría Oscar Wilde, ya que lo hemos nombrado. Pero es imposible asistir a ese drama con cinismo, lo cual es siempre una de las virtudes de Galdós. El libro emociona y la tragedia de Marianela inspira compasión. Aquí está el Galdós humanista, altruista, el Galdós de los pobres y los desfavorecidos. Un Galdós que a veces resulta demagógico y paternalista, sin duda, pero que siempre va de frente.   

Junto a la nota romántica hay toda una armazón de novela de tesis también muy propia del canario, con paralelismo entre los personajes y distintas posturas filosóficas y sociales. El espíritu del libro es progresista y el doctor que viene a curar a Pablo de la ceguera abandera teorías de su tiempo como las de Comte. Junto al idealismo romántico («Nuestra imaginación es la que ve y no los ojos»), hay un optimismo de base en las posibilidades de ‘abrir los ojos’ a los ignorantes, de dar luz y apartar el oscurantismo de una España desdeñosa y reticente que aparta a los miserables y deja las sobras a las chicas como Marianela.

Todo eso es muy galdosiano, pero queda atropellado y forzado en la trama, que cuenta con un final tal vez predecible. No estamos, como digo, ante una de sus mejores obras, pero no es poco lo que consigue Galdós, fundamentalmente que se nos clave en el pecho y en la memoria un personaje antológico, el de la pobre Marianela, animalillo acorralado, mujer a medias y sin esperanza.