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Reseñas
literarias
J.K. Rowling

Harry Potter y la piedra filosofal

por:
Andrés Laguna
Editorial
Salamandra
Año de Publicación
1999
Categorías
Sinopsis
Harry Potter y la piedra filosofal es el primer volumen de la ya clásica serie de novelas fantásticas de la autora británica J.K. Rowling. «Con las manos temblorosas, Harry le dio la vuelta al sobre y vio un sello de lacre púrpura con un escudo de armas: un león, un águila, un tejón y una serpiente, que rodeaban una gran letra H.» Harry Potter nunca ha oído hablar de Hogwarts hasta que empiezan a caer cartas en el felpudo del número 4 de Privet Drive. Llevan la dirección escrita con tinta verde en un sobre de pergamino amarillento con un sello de lacre púrpura, y sus horripilantes tíos se apresuran a confiscarlas. Más tarde, el día que Harry cumple once años, Rubeus Hagrid, un hombre gigantesco cuyos ojos brillan como escarabajos negros, irrumpe con una noticia extraordinaria: Harry Potter es un mago, y le han concedido una plaza en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. ¡Está a punto de comenzar una aventura increíble!
J.K. Rowling

Harry Potter y la piedra filosofal

A pesar del éxito inconfundible que ha logrado la saga de Harry Potter en las últimas dos décadas, la realidad es que no es una historia cuya premisa pueda ser inmediatamente apetecible para cualquiera. Las andanzas del joven mago en un castillo encantando con velas flotantes, clases de pociones y fútbol con escoba son, a simple vista, un punto de partida infantil. Y no por casualidad. Harry Potter, es—al fin y al cabo—una historia dirigida a este público. Tampoco ayuda la «disneyficación» que los gurús del marketing de Warner Brothers han hecho de la franquicia. Harry Potter nunca ha dejado de ser parte de lo que ahora llamamos mainstream, pero, precisamente por ello no es ajeno al prejuicio.

En más de una ocasión he percibido en los círculos «culturetas» un afán por la búsqueda de una sofisticación mal entendida, una necesidad por elevarse ante la supuesta simpleza de algunos textos. La deificación de lo ampuloso y lo complicado, y la demonización de lo popular. Si no ha sido hasta ahora evidente, no comparto este sentimiento. ¿Infantil, trillada? ¿Y qué? A veces no necesitamos más de una simple historia con enseñanzas claras y valores obvios para reflexionar con hondura sobre las relaciones, nuestros propósitos y nuestras aventuras. Creo que hay profundidad en las historias de la llamada «literatura juvenil» y lecciones que son universales. Sí, también para los adultos. Y, sobre lo supuestamente sencillo de la historia, como saben los más frikis, la trama evoluciona a través de una serie de personajes y de capas que resultan en un desenlace exquisito.

Con ello, apelo directamente a los muggles (gente no mágica) que todavía no habéis disfrutado de la obra de J.K. Rowling y os invito a abrir las páginas de La Piedra Filosofal, la primera de las siete entregas de la saga de Harry Potter. La historia de «el niño que vivió» empieza en los suburbios de Londres. Ha perdido a sus padres en un brutal asesinato de manos de un mago oscuro «que no debe ser nombrado». Bajo circunstancias inexplicables, el bebé sobrevivió a la maldición mortal que le propinó el Señor Tenebroso, saliendo con no más que una cicatriz en la frente con forma de rayo. Albus Dumbledore, un hechicero de larga barba blanca que resembla —y no por accidente— las pintas de Merlín, deja al pequeño Harry en el portal de la casa de sus tíos, la única familia que le queda.

En los próximos 11 años, Harry sufre el yugo de la familia Dursley. Lo detestan. «La alacena debajo de las escaleras» es su dormitorio; los harapos de la casa, sus ropas. Vive una vida mundana, sin prospectos, ni escapatoria. Sin embargo, empiezan a manifestarse a su alrededor fenómenos que no puede explicar, «como si fuera magia». En unos días, Potter recibe una carta formal para iniciar sus estudios en la Escuela Hogwarts de Magia y Hechicería en las tierras altas escocesas…

De aquí, el lector es testigo de imágenes que con el paso de los años se han convertido en icónicas: miles de cartas entrando por la chimenea de los Dursley, un andén 9¾ en la estación King’s Cross, imperceptible para los muggles; una arquitectura medieval con escalaras danzantes; y, por supuesto, la formación del icónico trío entre Harry y sus amigos Ronald “Ron” Weasley y Hermione Granger.

Más allá de las aventuras fantásticas que atraviesan en el castillo —entre ellas el descubrimiento de la obra del mítico alquimista, Nicolás Flamel—y la amenaza latente que enfrentan, es la historia de su relación—sus altos y sus bajos—lo que fundamenta la trama de La Piedra Filosofal y el resto de la saga. Y es que J.K. Rowling logra, sin cursilerías y dentro de la verosimilitud de su mágico mundo, definir la amistad y el amor que vive (y demuestra) Harry como la fuente de su poder. Es lo que le salva la vida y lo convierte en la antítesis de su enemigo. Rowling realiza esta tarea con gran honestidad y franqueza entre sus personajes; todos imperfectos, empezando por Harry, que es inexperto y prejuicioso, pero con el brío y el valor para enfrentarse a sus adversarios. En un momento cultural donde las clásicas historias de valor son artificialmente «profundizadas» y deconstruidas, refresca releer una simple historia de coraje y amistad. Incluso dentro de la fantasía, que es alimentada por un sinfín de objetos mágicos y situaciones surrealistas, en La Piedra Filosofal encontramos tanto matices suficientemente sencillos como para entender a los 10 años, como profundas reflexiones que aplicar en la vida adulta. «Hay que tener un gran coraje para enfrentarse a nuestros enemigos, pero se necesita aún más valor para enfrentarnos a nuestros amigos» «¿Libros e Ingenio? Hay cosas más importantes…la amistad y el valor».

Es, en definitiva, una historia repleta de giros, lecciones y valores. Una historia que a cualquier edad merece la pena. El único riesgo: os vais a quedar con las ganas de leer los seis libros siguientes.

Temática
La amistad.
Te gustará si
Aprecias las grandes historias de coraje.
Dónde leerlo
En un tren.
Acompánalo
Cerveza de mantequilla, por supuesto.