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Reseñas
literarias
Benito Pérez Galdós

Fortunata y Jacinta

por:
Nieves B. Jiménez
Editorial
Reino de Cordelia
Año de Publicación
2019
Categorías
Sinopsis

Considerada la mejor novela de su autor, Benito Pérez Galdós, de quien en 2020 se cumple el centenario de su muerte, Fortunata y Jacinta es una novela coral ambientada en el Madrid de mediados del siglo xix. Narra las desdichas de dos mujeres de diferente clase social unidas por el amor hacia un mismo sinvergüenza, Juanito Santa Cruz. El prolífico Galdós tardó doce meses en escribir la primera y segunda parte del libro, recogidas en el tomo primero; y trece en completar la tercera y cuarta que conforman el segundo tomo, lo que refleja su ambición por este proyecto narrativo que coincide con el mejor momento de su madurez creativa. El texto, fijado por Luis Alberto de Cuenca y María Robledano, sigue la última edición corregida en vida por su autor, actualiza la puntuación, ortografía y marcas de diálogo de acuerdo a las últimas normas de la rae, y convierte sistemáticamente las formas verbales con pronombre pospuesto (parecíame, veíase, etc.) en formas verbales con pronombre antepuesto (me parecía, se veía?), siguiendo el uso habitual de hoy.

Benito Pérez Galdós

Fortunata y Jacinta

A la considerada mejor obra de Benito Pérez Galdós, Fortunata y Jacinta, puede uno acceder por diferentes vías. ¡Qué gran fortuna! La edición de toda la vida novelada, publicada en papel, y a la que yo, por ejemplo, me acercaba desde la biblioteca familiar; desde la televisión, con la magnífica adaptación que Mario Camus alumbró en 1980 y que Méndez Leite encumbró como «la mejor serie en la historia de la televisión española»; en los medios de transporte, durante el centenario de su muerte uno de los homenajes consistió en forrar las paredes de la estación de Ríos Rosas o como hizo nuestro sexto premio Nobel de literatura español, Mario Vargas Llosa, que no había tenido ocasión de conocer en toda su plenitud la obra de Galdós y durante el confinamiento (claro, esto fue por fuerza mayor) abordó la lectura de todas sus novelas, teatro y Los Episodios Nacionales, (de todo ello surgió La mirada quieta (de Pérez Galdós). Así que no me valen las excusas para no leerla.

Ojo que tenemos la obra de puro milagro, que hoy podríamos estar hablando de Pepa y María o Madrid, qué tronío: «Si Juanito Santa Cruz no hubiera hecho aquella visita, esta historia no se habría escrito, se hubiera escrito otra, eso sí, porque por doquiera que el hombre vaya lleva consigo su novela; pero esta no», escribía Galdós en Fortunata y Jacinta. Afortunadamente, Juanito Santa Cruz hizo lo que tenía que hacer.

El ejemplar –recuerden, publicada en 1887- tiene todo lo que se considera debe tener una buena novela para tener interés. Abarca todo un mundo individual y social a través del valor de los valores (observen que no he escrito poner en valor, sólo faltaba cometer tremenda insolencia ante Galdós): sinceridad, honestidad, amor, lealtad, verdad, perdón… Si la novela debe ser un estudio de la vida, de la realidad humana, Fortunata y Jacinta abarca todo un mundo a través de la acción y de los diálogos con los personajes profundizando, «en la búsqueda del sentido de la realidad», que diría Gonzalo Sobejano. En efecto, Galdós consigue una novela abierta en la que caben temas y géneros distintos desde el drama a lo cómico volviendo a lo trágico pasando por lo lírico, de ahí que saltara al mundo de la televisión sin reparo.

Dos mujeres casadas

La novela, ambientada  en el Madrid de mediados de siglo XIX, narra las desdichas amorosas de dos mujeres casadas. Una pobre, Fortunata, y otra rica, Jacinta. Enamoradas de Juanito Santa Cruz, hijo de una familia de prósperos comerciantes. Dirán ustedes que el argumento es la mar de sencillo. ¡Cuán equivocados! Precisamente, la trama repleta de relaciones regala momentos fantásticos surgidos entre tanto toma y daca entre personajes. Esta vez he seguido la elegante edición de la editorial Reino de Cordelia, que se ha basado en la última edición corregida en vida por su autor. Han actualizado la puntuación, ortografía y marcas de diálogo de acuerdo a las normas vigentes de la RAE. Es decir, una edición digna de adquirir y guardar en casa para ya tranquilos disfrutar cada página. Además, ilustrada a color por Toño Benavides y la guinda: el prólogo del escritor y académico José María Merino.

Actualidad de Galdós

No descubro nada nuevo si destaco la actualidad, la modernidad, de Galdós. Se puede leer y ver  sin la capa de polvo que el tiempo, inevitablemente, pone sobre los textos clásicos. Como me decía mi profesor Pozuelo Yvancos, un libro es bueno cuando vive más allá de sí mismo; «que el libro siga hablando cuando todo lo que le hizo nacer haya desaparecido». Y con Galdós todo esto se cumple. Qué habilidad para narrar y meterte de lleno entre contextos familiares y sociales e ir interrelacionándolos. Les confieso que yo me adentré en esta obra de muy niña, desde la televisión. Aaah! cuánto bien ha hecho aquella televisión de Estudio 1 y ese Archivo de TVE. Miren lo que una niña como yo podía disfrutar, y sólo cuento un poquito: el proyecto televisivo tuvo las dimensiones acordes con la magnitud de la gran obra galdosiana, «se construyó un plató de 20.000 metros cuadrados en las dependencias de Prado del Rey, donde se recrearon 200 decorados. En su interior se levantaron calcadas reproducciones del centro de Madrid, de las plazas de Oriente o Lavapiés a los barrios de Chamberí o Tetuán, pasando por los jardines de las Vistillas y las calles de Toledo, Leganitos, Hortaleza…». Además, el ayuntamiento de Madrid regaló a la producción el adoquinado de la época.

«Cuando lo natural habla, los hombres tienen que callar la boca»

Decía Adolfo Marsillach que el teatro español es un teatro de mujeres. Que los grandes autores escribían para ellas más que para ellos. Y citaba obras de Lorca, Benavente, Galdós… Para empezar, estamos ante dos personajazos: la afortunada que no consigue tener descendencia y la fértil desdichada. Qué paradoja, qué sutil lo del lenguaje. El sufrimiento de Jacinta ante la infidelidad y la pasión de Fortunata por Juanito. Y la caracterización intensa de los personajes secundarios. El hombre y la mujer frente a la sociedad, ante Dios, ante la razón, ante la moral, ante las consecuencias y las convenciones sociales. Miren la fuerza de Fortunata para reafirmarse: «Los curas y los abogados dirán que esto no vale. Yo digo que sí vale; es mi idea. Cuando lo natural habla, los hombres tienen que callar la boca». Jacinta, sin embargo, es pasional, sí, pero no sumisa. Ahí entran las apariencias frente a la realidad (el costumbrismo que clava Galdós): «¡Qué cosas, ay, pero qué cosas! Un mundo que se ve y otro que está debajo, escondido, y lo de dentro gobierna a lo de fuera», dice Fortunata. El decoro. ¿Otros temas? la voluntad de vencer las dificultades que contrasta con la rutina de los cafés dándole vueltas con la cucharilla al escepticismo ante el futuro. Cuentan que Galdós traza a los hombres como individuos de una pieza, mientras que los personajes femeninos son más poliédricos, llenos de huecos, de escondites.

Galdós nos retrata

Precisamente, José María Merino destaca cómo matiza el carácter de cada personaje, su evolución, «no tiene un solo personaje que flaquee, hay montones de personajes que podemos reconocer hoy de todos los extractos sociales, desde los altos del palacio hasta los pedigüeños así como la composición del espacio social». Me gustó coincidir con Merino señalando ese odio y desprecio que muchos autores destilaban hacia el canario. Valle Inclán, contra lo que muchos creen, le tuvo bastante devoción a Galdós. Un cuadro del canario en el estudio madrileño de don Ramón lo ratifica. Ya, ya sé lo de garbancero en Luces de Bohemia, pero… a los hechos me remito. Merino recuerda el día en que Rosa Chacel fue a tomar un vino a su casa y al descubrir los libros de Pérez Galdós exclamó «¡¿tienes a don Benito el garbancero!?». Umbral, al igual que Benet, sí que no podía ver al canario, «a Galdós le traiciona la prosa, su intención parece que es de cronista crítico pero su prosa pedestre, vulgar, carente de inspiración…» Ay, las envidias… Suerte que no existían las redes sociales… Apunta Merino en el prólogo, «tendría que repasarme minuciosamente a Balzac, Dickens, Dostoievski, al propio Tolstoi, para asegurarme de que en la obra de todos ellos hay alguna novela claramente superior a Fortunata y Jacinta en el discurso…». 

¿No  es admirable que don Benito pudiese escribir las cuatro partes de este libro tan extenso  empleando en ello apenas tres años? Pérez Galdós es mucho más que un gran escritor. Por algo sigue vigente. Lo mejor: nos retrata desde el detalle más insignificante al más trascendente. Y, por otro lado, nos retrata en lo que menos nos encumbra: seguimos estando, en algunos temas, en el mismo sitio. Lo que es innegable es que su obra sirve para que generaciones y generaciones (si los cada vez más escuálidos planes de estudio que cada Gobierno se saque de la manga lo permiten) estudien la cultura del siglo XIX y parte del siglo XX.