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Reseñas
literarias
Sylvia Plath

El traje de lo que no importa

por:
Paula Fernández de Bobadilla
Editorial
Nórdica Libros
Año de Publicación
2021
Categorías
Sinopsis
Max Nix es el pequeño de siete hermanos. Un día, su familia recibe un misterioso paquete que contiene un traje de color mostaza. Todos sus hermanos se prueban el traje hasta que llega el turno del pequeño Max... Sylvia Plath escribió El traje de lo que no importa durante su luna de miel, antes de tener su primer hijo, como una advertencia para no seguir las opiniones ajenas sino las propias.
Sylvia Plath

El traje de lo que no importa

Siempre se me han antojado los cuentos para niños de Sylvia Plath. Leyendo El traje de lo que no importa (Nórdica, 2021), que es un libro muy tierno, escrito de una forma elegante y sencilla, alegre, una no puede evitar pensar que es una lástima que sólo escribiese tres —éste, El libro de las camas (Zorro Rojo, 2014) y Mrs. Cherry’s Kitchen (que no está publicado en español)— y que ninguno viese la luz durante su vida.

En El traje de lo que no importa no hay ni rastro de los tormentos de la pobre Sylvia. Lo que hay es una historia entrañable, la del pequeño Max Nix, y una moraleja muy clara: guíate por lo que pienses tú, no por lo que opinen los demás. Es difícil no sonreír cuando te enteras de que Plath lo escribió durante su luna de miel, poco antes de tener a su primer hijo, porque en pocas cosas importa tantísimo seguir la propia intuición, hacer lo que una cree, como cuando estás criando niños. Es un libro infantil, sí, pero qué bien nos viene a todos que nos refresquen esta idea.

Max Nix es un niño de siete años que vive en Wilkenburg, un pueblito en la ladera de una montaña. Es el menor de siete hermanos y lo que más desea en este mundo es tener su propio traje, porque todos en Winkelburg llevan uno; todos, menos él. El traje que se imagina servirá no solo para ir a trabajar (demasiado soso) o para ir a una boda (demasiado sofisticado) o para esquiar (demasiado caluroso) o para el verano (demasiado fresco). El traje que se imagina Max se podrá usar en cualquier ocasión, y será tan fantástico que todos los del pueblo se asomarán a las ventanas para verlo pasar y dirán «¡Mirad!¡Por ahí va Maximilian con su traje nuevo!».

Un día les llega a los Nix—me encanta el apellido, queda tan bien con el nombre del protagonista— un paquete misterioso que tiene dentro un traje mullido y afelpado, amarillo mostaza, un traje tan especial que en Winkelburg nadie ha visto nunca uno así. Como todo hermano menor sabe, en una familia numerosa existe una jerarquía, y así es también en casa de los Nix. Nadie sabe para quién es el paquete porque en la caja se ha borrado el nombre del destinatario y solo se ve bien el apellido de la familia, pero como el tamaño del traje es perfecto para papá Nix, se decide que será para él. Sin embargo, una vez decidido, papá Nix se preocupa. En Winkelburg nadie ha visto nunca un traje así. ¿Qué dirá la gente cuando vaya a trabajar al banco? Quizá les parezca demasiado alegre para un discreto banquero. Así que se lo pasa a su hijo mayor, Paul, a quien el traje no le encaja del todo bien. Por suerte, mamá Nix es un as con la aguja y el hilo y le mete por aquí y le da una puntada por allá y al final le queda como un guante. Paul está encantado pensando en que se lo pondrá al día siguiente para esquiar, pero entonces… exacto, entonces le entran las dudas porque en Winkelburg nadie ha visto nunca un traje así, ¿y qué dirán sus amigos? Así que se lo pasa al siguiente hermano, que se lo pasa al siguiente, que a su vez se lo pasa al siguiente hasta que, finalmente, llegamos a Max, que no se lo puede creer. ¡Por fin! ¡Un traje para él solo! Un traje mullido, afelpado, amarillo mostaza, de un paño bueno y resistente, suave como una pluma, brillante como el sol, abrigado como una manta, ¡un traje hecho para un dandi! Max no solo no se preocupa por lo que pensarán en el pueblo sino que anuncia que se lo pondrá hoy, mañana y pasado. Y vaya si se lo pone: se lo pone para ir a clase, para ir en trineo, para pescar, para ordeñar, para cazar… y aunque en Winkelburg nadie ha visto un traje como ese nunca, no importa, porque es un traje estupendo y sirve fenomenal para cada ocasión. Es el traje de lo que no importa.

Ésta es una historia muy dulce, y está muy bien acompañada por las ilustraciones de Rocío Martínez, que me encantan, sobre todo los colores tan vivos que ha usado y el movimiento que tienen. Me gusta mucho el detalle de la aguja y el hilo atravesando las páginas en las que mamá Nix arregla el traje, como si las estuvieran cosiendo, y la idea de una madre rubia y un padre negro, que le da cancha a la ilustradora para dibujar a siete niños de diversos colores. Mis dibujos favoritos son sus animales, unos gatos y unos perros con una pinta muy simpática, y los paisajitos como el de los señores pescando sobre el lago helado. Ojalá algún día una edición algo más grande, en la que se puedan lucir mejor. Pero de momento nos conformamos (y muy contentos) con este librito que ha hecho Nórdica con tanto cariño, y nos imaginamos que el tamaño es perfecto, tanto que entraría divinamente en uno de los bolsillos amarillo mostaza del traje de lo que no importa.