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Reseñas
literarias
Hughes

Dicho esto

por:
Paula Fernández de Bobadilla
Editorial
Ediciones Monóculo
Año de Publicación
2022
Categorías
Sinopsis
Dicho esto es una síntesis de la trayectoria columnística de su autor. A lo largo de estas páginas Hughes escribe sobre los temas (políticos) a los que les debe su fama ―los liberalios y los centristas, «molinos de su sinrazón», el feminismo, el progresismo mediático, Trump y sus detractores― y sobre otros (costumbristas) a los que se la debe en menor medida y acaso habría de debérsela en mayor: ese orgullo español que se funda en la gastronomía y el deporte, la nostalgia de oficios perdidos como el del limpiabotas, la creciente proliferación de los pantalones cortos, la elección estival del helado… Los rasgos de este libro son, pues, los rasgos de su autor: el ingenio, el humor y la prosa desenfadada de un columnista que ―feliz oxímoron― se toma a sí mismo un poco a broma. Hughes desliza una idea inteligente como quien cuenta un chiste malo entren amigos, desvela la esencia de una cosa con la ligereza, con la genial despreocupación, de quien le da una calada a su cigarro. Leer Dicho esto es, por tanto, abrirse a la posibilidad de descubrir una inteligencia poco consciente de sí, humilde, casi frívola, divertida.
Hughes

Dicho esto

Dicho esto (Ediciones Monóculo, 2022) es un recorrido por 10 años de las columnas de Hughes en ABC, o de lo que al final ha resultado ser el paso de Hughes por ABC, pues ya no está allí. A mí de esta cuidada edición de Monóculo (qué lindo logotipo, me encanta) me chiflan los artículos en los que su autor apenas roza la política, porque tiene un ojo para el detalle y un sentido del humor maravillosos. He llorado de risa pero casi siempre con un poco de corte, porque leer a Hughes es como ver un vídeo de Pantomima Full: cuando menos te lo esperas, te pone colorada. Hughes nos deja a menudo las vergüenzas al aire, y si no pides que te trague la tierra es sólo porque él se mete ahí en el saco contigo, muy elegantemente.

De Hughes me gustan mucho —o muchísimo— su humor, como decía, que es finísimo pero muy de andar por casa a la vez; cómo va dejando caer sus pensamientos como el que no quiere la cosa o cómo hila una idea con la anterior. De él, igual que de David Gistau o Cristian Campos, me priva su alma de portera, su maruja interior, que florece esplendorosa en La mirilla, columna que escribió durante el confinamiento:  «Lo mío ha sido peor: he sido espía de mirilla. Me he ido asomando a la mirilla extrañado por el comportamiento interior de mis vecinos. Pero ¿por qué salen y entran? Pero ¿dónde van? Otra vez la puerta dichosa. Son frases que me he dicho a mí mismo, demasiadas veces en voz alta». La guasa de Hughes no sé si viene de sus años en Cádiz o ya la traía puesta, pero la siento como propia y me da mucha vidilla.

En el prólogo tan bonito que ha escrito para su libro dice algo sobre sus Columnas sin fuste —así se llamaban las columnas que escribía en ABC— que quizá explique parte de lo que me ronda la cabeza cuando lo leo: «Lo que no tiene fuste tampoco tiene careo, y esa voluntad de no confrontación definía también parte de mi ánimo». Su voluntad de no confrontación es algo que esta lectora agradece enormemente, saturada como está entre tanto ruido ideológico de la vehemencia incontenida. Porque además esta disposición, unida a esa cosa suya de no querer molestar, le convierte en alguien que no es, que no puede ser pesado. Y todo esto sumado a que es  «un columnista que se toma a sí mismo un poco en broma» —qué definición tan bonita— hace que leerlo sea una delicia.

En la contra se habla de sus artículos costumbristas, a los que acaso habría de deberles en mayor medida su fama —que se la llevan los de contenido más político o futbolero—, pero lamentablemente esta reflexión se queda en eso. La selección de los editores ha dado más peso a las columnas políticas, lo que, aunque lógico, no deja de ser una pena. Entre otras cosas porque esos artículos costumbristas que se consideran, en cierto modo, menores, suelen envejecer mejor que los que se escriben dictados por la actualidad y la última ocurrencia del político de turno. Pero también porque es en ellos donde el ingenio de Hughes se suelta, donde disparata sin contención, donde te ríes porque tienen gracia pero también porque lo estás viendo disfrutar a él.

Dicho esto —ejem—, hay un montón de temas en los que no estoy de acuerdo con el autor. Pero precisamente esto es lo que me hace recomendarlo aún más: es una suerte dar con alguien del otro lado de la calle que nos hace replantearnos aquello que creíamos que teníamos claro, o nos saca un poquito de la comodidad de nuestro sillón, ese en el que solemos leer sobre todo a aquellos que piensan como nosotros y nos refuerzan nuestra opinión sobre esto o lo otro. No me gusta que me lleven la contraria a voces, pero me encanta tener conversaciones con gente inteligente que piensa de una forma distinta a la mía. Y eso es lo que me ha parecido Dicho esto: una conversación entre un columnista —¡sin formación periodística!— y sus lectores en la que si uno es capaz de seguir leyendo más allá de la primera diferencia ideológica verá que, como dice el autor hablando de otro tema, sus columnas nos permiten pensar «en un lugar común de entendimiento entre ideologías (no es difícil, simplemente redescubrir el mediterráneo, respetar un poco la biología, conservar el país y llegar a fin de mes)».

De Ediciones Monóculo me gustan mucho varios de los autores que publican, además de lo cuidado de sus ediciones, pero ya que estamos yo les pediría unas solapas más anchas para que los libros tuvieran más «empaque» y cerrasen mejor, y unas cubiertas menos plasticosas, con una letra menos apretujada, más grande —los 46 no perdonan—. En Dicho esto, además, he echado de menos una cosa importante: las fechas de los artículos. Un artículo de opinión sin su fecha correspondiente no tiene contexto, casi carece de sentido, lo que se agrava a medida que van pasando los años. Ojalá se pudiera corregir este detalle en la segunda edición, que espero que esté ya bien encaminada.