En los últimos años, los medios han puesto de moda términos anglosajones como ‘wokismo’ y ‘cultura de cancelación’, todavía poco comprendidos en España. Este ensayo breve, firmado por la filóloga Carmen Domingo, explica las raíces históricas y el contexto sociocultural de esta fiebre importada de Estados Unidos. «La gente teme al aislamiento más que al error», reza una frase de Alexis de Tocqueville que encontramos en las primeras páginas, advirtiendo al lector que hay un elemento gregario en el fenómeno, que afecta igual a profesores, políticos y periodistas, limitando su discurso público. La profusión de referencias a la cultura clásica y los certeros ejemplos de la actualidad hacen de este libro una guía sólida para situarse.
Lo primero que señala la autora es un cambio en las fuerzas de la censura: «Históricamente, la cancelación fue patrimonio de la derecha (la censora, la inquisitorial, la señaladora de pecados…) y, ahora, por primera vez, es un signo de identidad de la izquierda. Esto último es, sin duda, la triste gran novedad». Es algo que ella ha experimentado de primera mano, como tantas feministas enfrentadas a la hostilidad de las activistas trans. En una de las mejores intuiciones del libro, la autora señala la creciente incomodidad del progresismo con la obra de George Orwell, un intelectual antaño en su bando que hoy les resulta problemático porque les recuerda que muchas de sus actitudes tienen tics totalitarios.
Domingo también hace suya la paradoja formulada por el polémico filósofo esloveno Slavoj Zizek: la izquierda predica la tolerancia, diversidad e inclusión al tiempo que no deja de producir nuevas reglas morales, cada vez más rígidas, que «introducen constante ansiedad y tensión en este feliz universo permisivo». La principal fábrica de prescripciones morales y mecanismos de cancelación son las universidades de élite de de Estados Unidos, casi todas progresistas, cuya influencia es creciente en los centros de la vieja Europa.
La cultura de la cancelación es tan exitosa porque golpea donde más duele, que es en nuestra imagen pública. Todos los seres humanos queremos ser apreciados por los demás. El texto nos recuerda lo que ya sabía Nietzsche: «nos las arreglamos mejor con nuestra mala conciencia que con nuestra mala reputación», cuando debería ser al revés. Según encuesta reciente del Instituto Cato, un tercio de los estadounidenses teme perder sus empleos si expresan sus verdaderas opiniones políticas. Se cumple, por tanto, la vieja profecía de Dostoyevski que se menciona en otro de los capítulos: «La intolerancia llegará a tal nivel que las personas inteligentes tendrán prohibido pensar para no ofender a los imbéciles».
Se denuncia también el desastre de las llamadas políticas de la identidad, base del llamado ‘wokismo’, por las que la izquierda abandona su lucha por la justicia económica para centrase en las minorías raciales, sexuales y colonizadas. Lo que logra esta nueva mirada política es una fortísima distorsión en los análisis, que lleva a conclusiones absurdas, como señalar “como víctima a Barack Obama y Kamala Harris y como opresor a cualquier mendigo blanco del Mississippi o a cualquier kelly”, señala Domingo. La victimización se convierte en una especie de premio y en fuente de prestigio social.
Las cancelaciones visibles son solo la punta de una enorme iceberg. El verdadero éxito de la cancelación es amedrentar a millones de personas, de las que resulta complicado saber el numero exacto. “La mayoría suele callar por miedo a ser criticada. Dicho de otro modo, en sus discursos las empresas necesariamente tienen que sumarse al discurso de la víctima, de la minoría, por miedo a perder compradores, por eso se muestran feministas, antirracistas, atacan la masculinidad tóxica, se ponen como ejemplo de lucha contra el cambio climático…incluso dan cursos a sus trabajadores sobre toda esa ideología mientras siguen explotando igual a sus empleados, consumiendo recursos naturales, perjudicando al medio ambiente con sus fábricas…”. Las élites del capitalismo moralista ya no se conforman con dominarte, además tienen darte lecciones sobre cómo llevar tu vida.
Este libro, hay que insistir, tiene el valor especial de venir escrito por una feminista de izquierda que ha decidido no callarse ante este giro puritano, elitista y regañón del progresismo occidental. El debate político se ha convertido en unas estériles olimpiadas de la opresión, que dificultan centrarse en los conflictos clave de nuestro tiempo. “Si recordamos aquello que proclamaba la feminista Carol Hanisch en 1970 en su ensayo Lo personal es político, nos daremos cuenta de que para la corrección política nada puede ser meramente personal, al contrario, todo debe convertirse en político…con una excepción: la política”, concluye Domingo.